Sentía que estaba en un entorno chato y sin progreso; hasta que una “mala” noticia cambió el rumbo de sus días.
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Contaba con experiencia en el rubro. Había trabajado ya en otros bancos en el área de programación. Allí, desde su puesto y junto a otros colegas tenía la tarea de entender qué necesitaban algunos sectores de la empresa y coordinar con otros programadores para dar forma a los sistemas que les permitieran dar respuesta a esas demandas. Por ese entones Gonzalo Figueroa (48) vivía en el barrio de Saavedra de la ciudad de Buenos Aires. Se levantaba a las siete de la mañana, viajaba en la línea D del subte hasta su trabajo y volvía a casa después de las 19 h.
“Yo era consciente de que en el banco donde trabajaba no había innovación, que era todo muy estructurado y, para colmo, el clima laboral no era el mejor. Aunque muchos me proyectaban una carrera con posibles ascensos, la realidad era que el entorno era chato y con poco progreso. Por eso, de alguna manera, no me sorprendí cuando la consultora para la que estaba contratado, no renovó mi convenio. En el fondo era algo que yo esperaba que pasara”.
De vocación programador
Había descubierto el maravilloso mundo de las computadoras cuando asistía a séptimo grado. Criado en el barrio de Belgrano, Gonzalo recuerda su infancia como una época en la que todavía se podía jugar sin miedo a la pelota en la vereda. “Pero cuando descubrí la computadora, una Commodore 64 y aprendí a programar, todo cambió. Me hice nerd desde ese momento y nunca más dejé de lado esa vocación”. En 1998, al finalizar sus estudios universitarios, hizo su primer viaje al exterior para continuar con su formación en un posgrado.
Pasó el tiempo. 2017 se había presentado como un año un tanto extraño para él. Hacía poco había puesto fin a una relación sentimental. Poco después se quedó sin trabajo y, sin compromisos u obligaciones que lo ataran a la Argentina, decidió hacer un viaje de tres meses por Europa. “La idea era refrescar la cabeza y, girando por el mundo, evaluar qué idea podía desarrollar”.
El dinero para gastos no iba a ser un problema. Meses atrás -quizás anticipando de forma inconsciente que su vida daría un giro inesperado- había dado forma y puesto en funcionamiento un programa que le generaba ingresos extras. Ahora, que era dueño de su tiempo y no tenía una rutina, podía darse el privilegio de trabajar desde cualquier parte del mundo.
“Logré salir de la aburrida vida de relación de dependencia”
El viaje literalmente le abrió la cabeza. Pero no todo fue fácil en un primer momento. Le llevó tiempo encontrar un mercado en Europa y lograr receptividad a sus ideas. “Lo más lindo fue cuando la rueda comenzó a girar y tuve la oportunidad de conocer a mucha gente y muchos lugares”.
Al poco tiempo, pudo encontrar la idea que estaba buscando. Creó una comunidad internacional de networking donde emprendedores y pymes se vinculan y generan negocios. “Así fue que logré salir de la aburrida vida de relación de dependencia que me auguraba un futuro gris. En mi rubro como regla general pero también en la vida medimos lo tangible, pero ¿se puede medir lo que nos motiva? En este viaje tuve la suerte de conocer muchas personas que me generaron eso que es muy difícil medir: el diálogo, la conexión, el aprendizaje. Conocí la adrenalina de no tener la estabilidad supuesta que te puede dar una trabajo como empleado. Tener la posibilidad de probar e implementar mis propias ideas no lo cambio por nada. Me ha hecho conocer gente muy interesante, y sé que todavía me queda mucho por conocer”.
De regreso en Argentina, el panorama con el que se encontró era completamente diferente al que lo había visto partir. “Los argentinos tenemos un espíritu de inventiva muy difícil de encontrar. Eso es por criarnos y vivir en un ambiente de crisis. Lo peor es el caer en el extremo de lo anterior, cuando creemos que nos las sabemos todas y no pedimos ayuda o no escuchamos y nos mandamos muy solos”, dice con seguridad.
Mientras viajaba, además de generar la comunidad de networking había lanzado una plataforma para hacer encuestas a quienes habían comprado 0 kms. Tenía algunas concesionarias de clientes. Eso le generaba dinero estuviera en su país o en el exterior.
“Entendí que no se trata de buscar la pasión o la felicidad, que no hay casos de éxito ni una respuesta correcta. La pasión se encuentra haciendo. Uno la va descubriendo. No se trata del éxito al que llegas cuando lo lograste luego de fallar, se trata la persona en la que te convertiste en ese camino”.
A futuro: el Tinder de los negocios
Los viajes continuaron. Hace seis meses tuvo la oportunidad de conocer España, el Reino Unido y hasta Korea del Sur. Pronto planea ir a Japón. Actualmente se encuentra en Argentina, llegó hace pocos días. Sigue organizando encuentros a nivel mundial de emprendedores y pymes. Los formatos son tanto online como presencial para que la gente se conozca, genere alianzas y haga negocios.
En este momento está trabajando con un equipo el “Tinder de negocios”, la versión 2 para que la plataforma empiece a buscar compatibilidades de negocio y les proponga reuniones. “Un algoritmo busca a la persona indicada y envía una notificación al usuario para concretar una reunión personal cara a cara”. Desde ahí se abre un abanico de posibilidades: ofrecer o adquirir servicios, conseguir alianzas estratégicas en otro país o intercambiar información sectorial actualizada.
“Viajar fue la mejor decisión que pude haber tomado. Gané visión de mundo, relaciones, algunos amigos, nuevas experiencias y adaptabilidad al cambio. Es una gimnasia enorme para tomar decisiones muy seguido y adecuarte al contexto donde estás. ¿Trabajo mientras viajo o viajo mientras trabajo? Yo creo que no distingo el período de las vacaciones y del trabajo. En el mismo día puedo combinar las dos cosas y me parece algo sensacional”.
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