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Su vida en aquellos años no era complicada. Lejos de tener preocupaciones, podía decir que era un afortunado que tenía un trabajo estable, un departamento cómodo en el que vivía en el barrio porteño de Villa Urquiza y tiempo y dinero para disfrutar de algunas salidas con amigos. Oriundo de la provincia de Córdoba, Mariano Chávez había elegido la ciudad de Buenos Aires como su lugar en el mundo y jamás había siquiera pensado en la posibilidad de dejar su querido país.
“Pero todo se fue de las manos en 2001. Pasó lo que todos sabemos. A partir de ahí, mi vida comenzó a ir en picada y cada vez se ponía peor. Perdí mi empleo estable y comencé a realizar todo tipos de trabajos, hasta eventos para un shopping con un productor del conductor Marcelo Tinelli, que duró muy poco y me dejó un sabor amargo”, recuerda.
Hasta que la mala sangre que se hacía por intentar remontar una situación que cada vez se presentaba más oscura, lo llevó a una cirugía de urgencia por una úlcera que había crecido en su estómago y lo dejó varios días internado. “No me quedó otra opción que hacerme taxista. La plata no alcanzaba. Primero fueron doce horas de trabajo corrido, después catorce y tuve tiempos en los que eran 18 las horas que pasaba sentado manejando el auto”.
“Estaba harto de trabajar para nada”
Tenía entonces 27 años y sentía que estaba desperdiciando su vida. Comenzó a evaluar cada vez con más firmeza la posibilidad de dejar Argentina y buscar suerte en otros rumbos. Sabía que Europa sería su destino final, aunque todavía no tenía claro qué país elegiría para empezar de nuevo. Y así, con esa idea en mente, al final de su día de trabajo se acercaba a una casa de cambio y dejaba los pesos que había hecho para recibir euros. “Estaba harto de trabajar para nada, harto de la cantidad de robos con violencia que sufrí. Hasta que un día dije basta”.
Con 300 euros en el bolsillo, una pequeña valija y mucha expectativa por lo que vendría, Mariano Chávez finalmente llegó a Italia. Fue en mayo de 2005. Lo esperaban unos conocidos en la ciudad de Bilbao, en España. Ellos iban a oficiar de guías hasta que él lograra instalarse y conseguir un trabajo. “Yo sabía que el empleo iba a ser en negro. Carecía de papeles o ciudadanía para trabajar y tenía que arrancar desde abajo. A los pocos días, conseguí trabajo en un restaurante muy alejado del centro de la ciudad donde trabajaba muchas horas por poco dinero, pero me alcanzaba para comer y pagar mi habitación. De esta forma estuve unos seis meses. Pasaba de un local a otro porque, lógicamente, mis empleadores no querían comprometerse con alguien que no tenía sus papeles en regla”.
De un anuncio a la página entera
Estaba cansado, pero siempre atento a oportunidades que pudieran cambiar su panorama. Y fue en una de las tantas conversaciones que escuchaba al pasar mientras cumplía con su trabajo, que supo que unos argentinos se dedicaban a las reformas y refacciones de viviendas. Se le prendió la lamparita. “Les hice una propuesta. Yo les conseguía clientes a cambio de una comisión. Aceptaron. Me puse en campaña. En esa época, no estaba muy difundido el uso de Internet para hacer anuncios, como ahora. Predominaban los anuncios del periódico”.
Un día, luego de haber cobrado su ajustadísimo salario de camarero, fue corriendo a la oficina donde se publicaban los anuncios y compró un pequeño espacio. “Me fui entusiasmado y esperaba que me llovieran las solicitudes de presupuestos. Nada más lejos de la realidad. No llamó nadie. Pero no sucumbí a la decepción, volví a juntar dinero con las horas extras que hacia en un pub los fines de semana y, empeñado, regresé a esa oficina. En este caso no compré un anuncio sino prácticamente la página entera”.
Pasaron algunas horas luego de que se publicaran los anuncios. Y esta vez la suerte estuvo de su lado. Presupuesto en una ciudad, obra aceptada en otra. “Fue un éxito total. Pasé de ganar mil euros al mes a ganar entre siete mil y diez mil euros mensuales, fue impresionante”. También logró poner sus papeles en regla y finalmente obtuvo la ciudadanía que tanto había deseado.
“Me llovían las ofertas de trabajo”
Luego de varios meses, sintió que la etapa en Bilbao había concluido y decidió viajar a Madrid. “Apenas llegué, me llovían las ofertas de trabajo en grandes empresas. Y como a mi me gusta mucho el mundo del automovilismo, luego de haber hecho experiencia en un portal web en el rubro, pude montar una empresa de compra y venta de coches de exportación. A la par monte una asesoría jurídica online y fue todo un éxito ya que lo online virtual no estaba muy arraigado en ese momento”.
Posteriormente, abrió su primera oficina a la calle, muy austera y con mucho miedo de que no fuera a funcionar. Pero, una vez más, la suerte estuvo de su lado. “Comprábamos con dinero al instante a gente que lo necesitaba y su banco tardaba en darle un préstamo. Nosotros le dábamos una solución inmediata. Además, exportábamos a África, Paraguay e incluso a la Argentina”. ¿El secreto del éxito? “Tener cero empleados. Aquí se trabaja con personal externo contratado. Nunca faltan, no son sindicalistas”.
Años más tarde pudo vender esa empresa y darse el gusto de participar con un vehículo de su colección en el último film del actor y cineasta español Santiago Segura, popular por su saga de Torrente. “Tuve poco contacto con él debido a que en rodaje, se siente el estrés y la responsabilidad de estar trabajando en una película. Pero debo decir que es una persona humilde, sencilla y quiere mucho a los argentinos”.
Actualmente Mariano vive con su familia en un pequeño pueblo a 45 km de Madrid. “La paz total con la que se vive acá es impagable. Mis vecinos salen a la vereda con sus sillas y mis hijos juegan con total seguridad ya que casi no pasan vehículos”. Además, pudo adquirir una segunda vivienda. Se trata de un chalet del siglo XVII y no descarta la posibilidad de reacondicionarla para montar un hostal rural. “A pocos kilómetros tengo un pequeño campo con una casita, piscina y juegos para niños que nos salvó en la pandemia. A pesar de las dificultades, siempre seguí contra viento y marea progresando. Y, desde mi propia experiencia, hoy puedo decir que soy un hombre exitoso, la posibilidad de vivir tranquilo no tiene precio”.
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