Se le rompieron cinco platos que eran de su abuela y ahora viaja por el mundo haciendo homenajes
Dan Lande es argentino y tiene el proyecto La Ruta de las bobes, con el que viajó por distintos pueblos de Europa del Este para recordar a los inmigrantes que llegaron desde la región
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A veces es necesario que algo se rompa: que se caiga, que se parta en pedazos, que no se pueda rearmar, que queden, para siempre, las huellas de ese estruendo. A veces, cuando algo se quiebra, devela otra cosa, permite que algo más suceda, cobra otro sentido. Eso fue lo que le sucedió a Dan Lande, argentino, el 21 de febrero de 2019.
Él, que es licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires, que en 2011 renunció a su trabajo en consultoría para hacer un viaje, que recorrió el mundo desde Europa hacia Rusia y después hacia Mongolia y hacia China y así hasta atravesar todo el Sudeste Asiático, que cuando regresó a Buenos Aires, su ciudad, decidió que quería vivir de viajar y escribió un libro y fundó un club de viajeros, esa noche había organizado allí –en ese espacio que creó para reunirse con viajeros de todas partes e intercambiar experiencias– una cena. Y había decidido utilizar la vajilla de su abuela: unos platos blancos con un borde dorado que estuvieron en su familia durante 70 años.
A veces es necesario que algo se rompa y esa noche, de pronto, cinco de esos platos se cayeron y se hicieron pedazos. Fue, para Dan, una tragedia: era lo único que todavía conservaba de sus abuelos, Jana y Joel. Esa misma noche cuando se acostó pensó en que tenía que hacer algo con esos platos rotos, que esos pedazos tenían que servir para algo más. Decidió, entonces, ir al pueblo de Polonia del que sus abuelos habían escapado de la guerra y del Holocausto, llevar un trozo de plato, elegir un lugar y dejarlo como una placa conmemorativa para hacerles un homenaje.
Después pensó en que, quizás, podía extenderlo a otras familias: pedirle a la gente que le contaran la historia de sus abuelos, que le dijeran de dónde habían llegado y él iría a cada pueblo que le indicaran y dejaría un plato roto para homenajearlos. Así nació La Ruta de las bobes, un proyecto sobre la identidad y la memoria que el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires declaró de interés cultural.
El primer viaje sucedió en 2019. Recolectó historias de personas que habían llegado a Sudamérica dejando todo atrás y recorrió cada uno de los pueblos que le indicaron. Viajó por siete países de Europa del Este y en cada sitio dejó un plato roto. También sacó fotos, hizo videos y llamó a cada nieto y a cada familia que le había encargado el homenaje. Les dijo: así es el pueblo de tus abuelos, de este lugar viene tu familia.
“Para mucha gente es muy fuerte ver el lugar del que llegaron sus abuelos o bisabuelos. Muchas veces son pueblitos tan lejanos que son casi mitológicos y les generaba una emoción muy grande poder conocerlos. Después esas historias de estos abuelos estaban atravesadas por mi viaje y por la gente que iba conociendo en estos pueblos que me hospedaban, que me ayudaban, todo eso creaba una historia y una aventura que yo fui contando en mis redes sociales. Y todo eso era como un acto de memorias. El viaje quedó en segundo plano y yo también: yo puse el viaje a disposición de las personas que me decían a dónde ir”, dice Dan.
Su historia
Sus cuatro abuelos llegaron a Argentina desde Polonia y nunca regresaron. No hablaban de su vida allí, no mencionaban la guerra ni el Holocausto, pero su abuelo paterno escribió un libro –en yiddish, el idioma de los judíos de Europa del Este– con la historia de la familia. Contaba, allí, cómo era la vida en Stoczek, el pueblo polaco en el que vivían.
“Ese libro es, para nosotros, una especie de herencia familiar”, dice Dan. Contaba, también, que había una familia, los Postek, que durante la guerra habían escondido a sus bisabuelos de la persecución nazi. A eso lo descubrió su hermana que, trabajando en un documental sobre su familia, tradujo el libro.
“Mis abuelos se salvaron porque cuando empezó la guerra se fueron del pueblo hacia el Este, donde los soviéticos los mandan a un campo de trabajo forzado en Siberia y pasaron la guerra allí, pero el resto de su familia se quedó en Polonia”, cuenta. Cuando él y su hermana llegaron a Stoczek para llevar un plato roto y rendirle un homenaje a sus abuelos, lo que sabían era esto: que los Postek habían ayudado a esconder a sus bisabuelos y a otros judíos, pero que alguien los había delatado, los nazis los encontraron, los llevaron a un bosque al costado de la casa y los asesinaron a todos, a su familia y a los Postek. La única que se salvó fue la hija porque, cuando todo sucedió, estaba en la escuela.
Estando en el pueblo se enteraron de que esa niña era una mujer de 90 años: la señora Postek. Fueron a visitarla. Tomaron el té con ella. Sigue viviendo en la casa que era de sus padres, al lado del bosque en el que fueron fusilados. “Su familia murió por salvar a mi familia”. El pueblo tiene 2.000 habitantes. Los recibieron como si los conocieran desde siempre.
El sentido
En 2019 Dan recorrió siete países —Bulgaria, Rumania, Moldavia, Ucrania, Polonia, Bielorrusia y Lituania— durante 122 días e hizo cerca de 25 homenajes. En 2021 fueron 20 más, esta vez centrados en Polonia y Lituania.
En enero de este año hizo otro viaje y ahora, dice, procesa el material que tiene, escribe un libro y organiza actividades relacionadas a los viajes y, sobre todo, al proyecto La Ruta de las bobes (que se puede conocer mejor en su cuenta de Instagram @rulodeviaje).
Ante la pregunta de por qué lo hace, de por qué insiste, sobre todo, en seguir haciendo homenajes a personas que ni siquiera conoce, Dan dice esto: “Me gusta viajar y creo que encontré, con este proyecto, una forma de hacerlo que genera otro valor. Viajo con un propósito, el de homenajear a alguien, tiene que ver con la memoria, con la identidad, y ese propósito de alguna forma me atraviesa a mí, porque también se trata de mi historia”.
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