Se hizo rico en un programa de TV, derrochó todo su dinero y ahora da consejos sobre educación financiera
Un hombre cuenta cómo fue su vida tras ganar una buena cantidad de dinero en el programa de televisión “Quién quiere ser millonario”
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¿Alguna vez te preguntaste qué pasa con esas personas que salen en televisión ganando un montón de dinero en alguno de esos programa de concursos? Yo fui uno de ellos. Sin planearlo mucho y sin tener conocidos en algún canal, terminé frente a Paulo Laserna jugándome una suma considerable de plata en el famoso programa Quién quiere ser millonario.
El programa se grabó en 2014, pero fue emitido hasta 2015, y he aquí la paradoja: cuando ante los ojos de toda Colombia yo era un “millonario” ya había perdido toda la plata.
Recibía llamadas de personas felicitándome, proponiéndome negocios, reprochándome el no haber respondido la pregunta de los cincuenta millones o pidiéndome prestamos. Yo solo pensaba en lo que diría la gente si supiera que ya no tenía ni un peso.
Sí, quiero ser millonario
Finalizando el 2013 estaba en Ibagué durante mis vacaciones. Aburrido, me puse a pasar uno por uno los canales en el televisor y quedé medio hipnotizado con un comercial donde hablaban de una convocatoria para personas que quisieran participar en la nueva versión de Quién quiere ser millonario.
Parecía fácil, solo pedían enviar un video diciendo qué haría con 300 millones de pesos. Dado que no tenía gran cosa que hacer, tomé una cámara web y me puse en la tarea.
Respondí que compraría un gimnasio gigante para mi gato, Vito; empezaría mi proyecto de hacer una biblioteca, que sería la más grande del mundo y medio en chanza, terminé la grabación gritándole a mi novia: “si me gano los 300 millones me caso”. A lo lejos se oía a ella responder con un sonoro “¿¡Qué!? “. Creo que el video era tan chistoso que fue el humor lo que me garantizó el boleto de entrada al concurso.
Pasaron los meses, ya me había olvidado del asunto hasta que recibí la llamada millonaria avisándome que había quedado seleccionado para estar en el programa y que a los 15 días pasaría un auto a recogerme a mí y a un acompañante.
Los nervios por ir al programa no me asaltaron inmediatamente, mi único esfuerzo por prepararme durante los días previos fue ver un par de capítulos de otros concursantes a través de YouTube. Nada más.
Fue un día antes de ir a grabar que empecé a pensar en eso. “Dios mío, que al menos pase de la primera ronda de la mente más rápida”, suplicaba, pero por cosas de la vida preciso en la adaptación quitaron eso y pasé de una a la ronda de preguntas con el presentador.
De la grabación aún tengo muchos recuerdos que me generan un extraño sentimiento de adrenalina. Uno de esos es el bloqueo mental que sufrí en las primeras preguntas, que se supone eran las más sencillas. Por ejemplo:
¿Cuál de estos no es un pez?
A) Pez espada
B) Pez sierra
C) Pez martillo
D) Pez brocha
Fijo quien lea esto sonreirá o pensará en trolearme diciendo que obviamente la respuesta era el pez brocha. En mi defensa diré que en ese momento no me daba la cabeza, sufrí de algo que llaman bloqueo por análisis. Mejor dicho, la pensé tanto que no pensé.
Pasé algo de vergüenza por mi nerviosismo, usé el 50/50 y no contento con esto pedí la ayuda del público que entre risas puso un definitivo 90% en la opción del brochudo pescado que aún me atormenta.
Lo bueno fue que pasado el impase me sentí fuerte y respondí con confianza las siguientes preguntas, algunas incluso de manera irresponsable. Contestaba rápido y sin estar 100% seguro, tanto así que Paulo Laserna detrás de cámara me dijo que tomara las decisiones con calma y pensara bien mis respuestas.
Uno de los momentos más emocionantes fue durante un intermedio entre prueba y prueba, el presentador me acusó de ser bueno enredando y mencionó algo que yo llamé “el truco de la billetera”, que consistía en tomar la billetera o la cartera de alguien y a punta de análisis sacar rasgos de su personalidad. Laserna lo mencionó porque antes de presentarme llamaron a mi novia, le preguntaron historias de mi vida y ella contó que yo le había hecho eso para llamar su atención.
Él ni corto ni perezoso me pidió durante el programa que hiciera lo mismo con su billetera. Era normal, bastante pulcra y formal. Intenté sacar alguna deducción profunda, pero mi mente corría a mil por hora, así que inventé cualquier frase y se la devolví. Y no, no estaba llena de billetes, como por un momento llegué a pensar.
Las preguntas pasaron una tras otra sin que me diera cuenta, cuando fui consciente ya estaba a tan solo tres preguntas del premio mayor, tenía el seguro de los 10 millones de pesos y virtualmente 20 millones de pesos en mis bolsillos.
Jamás voy a olvidar el interrogante con el que el perdí el jugoso premio mayor, de hecho me persiguió durante mis pesadillas por meses:
¿Quién fue la segunda esposa de Jorge Luis Borges?
A) Una bibliotecaria
B) Su amor de infancia
C) Una estudiante universitaria
D) Su asistente personal
Aún me quedaba una ayuda, así que decidí gastarla llamando a mi cuñado, pues previamente le había pedido que se quedara sentado frente a un computador con buen internet y listo para usar Google.
Para mi sorpresa, cuando lo llamé no sirvió de mucho, pues no pudo encontrar la respuesta en el buscador. Esos 30 segundos de espera en el teléfono se me hicieron eternos y cuando no obtuve la respuesta quedé de nuevo paralizado y diciendo groserías. Luego caí en cuenta de que eso iba para televisión y rogué en mi interior que editaran esa parte.
Paulo Laserna me observaba impávido, me preguntó si sabía cuál de las opciones era, pero le respondí que aunque lo había leído alguna vez en ese momento no lo recordaba. A su manera me animaba a intentarlo, lo pensé mucho durante minutos, pero decidí irme por lo seguro y retirarme.
Lo más triste fue que cuando me pidió que le dijera la respuesta que pensaba era la correcta dije “asistente personal” y atiné inútilmente. La rabia de no haberme arriesgado aún me persigue ¡Siempre tuve la respuesta correcta! ¿Saben que es lo peor? Entre la lista de personas a las que podía llamar por lo menos tres conocían con certeza la respuesta. Pensar en esto es toda una tortura mental.
¿Tiempo de bonanza?
Durante el programa te entregan un montón de billetes de mentiras, apenas sales te hacen firmar un papel donde te toman los datos de la cuenta y al mes llega la plata. Ese día me marché a mi casa con 20 millones de pesos, menos impuestos.
Durante el artículo utilizo la palabra “millonario”, entre comillas, como una alegoría al nombre del programa. Pero sé que este concepto puede variar según el contexto de la persona que lee, lo que para muchos puede ser una suma menor para otros es muchísima plata.
En todo caso, estaba contento, era dinero que no esperaba tener en ese momento. Al final el premio se volvió un poco amargo por la presión de algunos amigos y familiares que me recriminaban en son de burla, o en serio, el no haber tomado otros caminos o decisiones.
Eso me deprimió, me metí en la cama y le dije a mi novia que no quería saber de nadie. Aunque ella trataba de subirme el ánimo recordándome que había ganado 20 millones de pesos, yo solo pensaba en que habría podido ganar más.
Con el dinero intenté hacer algo que parecía inteligente, invertir en un restaurante de comida costeña, pagar un par de “culebras venenosas” que me andaban persiguiendo y sacar un millón de pesos para “patinármelo en cositas”.
Me di caprichitos como una aspiradora robot que limpiaba sola la casa, libros, ropa, salir a comer con la familia y una bicicleta eléctrica. Esos gustos personales terminaron convirtiéndose en un gasto de cinco millones de pesos y una pelea con mi novia por no ser moderado.
Luego, por inexperiencia, orgullo y mal manejo, quebré inexorable y rápidamente. Quería vender la mejor arepa de huevo y carimañolas de la capital. Muy inocentemente compré materias primas, arrendé un local sin asesorarme sobre el manejo de un restaurante o la viabilidad del producto y fracasé.
Había mucho gasto y llegó un momento en el que entendí que era demasiado esfuerzo para lo poquito que me daba de rentabilidad, así que preferí cerrar. Fue como estudiar administración de empresas a punta de lo que no debía hacer.
Salí de la quiebra gracias a otros negocios que tenía por fuera de eso y aplicando lo que aprendí de mis errores. Con eso obtuve enseñanzas como el manejo de clientes, la creación de presupuestos y el darle prioridad a lo realmente rentable.
Eso sí, cumplí con mi promesa de matrimonio y al año me casé. Creo que fue lo mejor que me dejó ese programa, mi esposa. Ella es mi premio mayor.
Para que no le pase a usted o para que aprenda de lo que viví
De mis pocos días de “millonario” y hasta la quiebra de mi negocio me quedaron tres grandes principios de vida que les dejo para que esta nota pase de ser una artículo más a algo que puedan aplicar todos los días.
1. Sueñe como loco
Los sueños por locos que sean sí se pueden cumplir, desde niño siempre quise presentarme en ese programa y mal que bien... ¡Fui!
2. La plata no soluciona nada
La solución de todos los problemas no es la plata, sin educación financiera no importa cuánto le des a alguien, volverá a su punto inicial. Por esto, decidí leer cuanto libro y curso de finanzas personales pude.
3. Agárrela suave
Hay que aprender a tomarse las situaciones con serenidad y cabeza fría, muchos de los errores que cometí en toda esta historia fueron por no sentarme a pensar con tranquilidad.
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