Como novios habían sido muy felices, pero las fricciones de los mandatos familiares los distanciaron; diez años después se reencontraron: ¿podrían superar la culpa y ser felices?
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Lucas y Verónica se pusieron de novios apenas un tiempo después de que ella ingresara como nueva estudiante de aquel secundario. Estaban en 4to año, épocas de sentimientos intensos con sensación a eternidad. Durante los siguientes cuatro años estuvieron juntos, se amaron y fueron muy felices, pero había mandatos familiares que opacaban la relación. La resistencia del entorno, corrosiva, terminó por separarlos. El dolor de Verónica fue hondo, inolvidable. El de Lucas, igual.
Varios años transcurrieron, mucha agua bajo el puente que les dio la oportunidad de adormecer sus sentimientos. Verónica conoció a alguien y un par de años después contrajo matrimonio. Lucas, por su parte, decidió dejar el país e irse a vivir al exterior con su novia.
Diez años después: un te amo y un no puedo
La primera vez que se reencontraron fue una década después, en el festejo de los 10 años de egresados. Allí, entre charlas nostálgicas y postales de una era que parecía tan lejana, Lucas le dijo que la amaba, “almorcemos juntos”, se aventuró. “No puedo”, replicó ella.
Entonces devino un nuevo vacío, llenado cada tanto con una escueta comunicación a través de las redes. Verónica, casada, ni siquiera se animaba a inspeccionar sus emociones, menos poner en juego la vida “perfecta” que había construido.
Pero entonces, cierto día del 2017, él, casual, le contó que el huracán Irma lo había obligado a evacuar y retornar a Buenos Aires con su novia. A partir de entonces, retomaron el contacto y, sin comprender bien por qué, fue Verónica esta vez la que le dijo de almorzar: “No tenía mayores intenciones”.
“Si te tengo que decir la verdad, en un primer momento me quebré muy mal porque verlo y hablar con Lucas me recordó lo feliz que había sido con él y lo que él aportaba en mi vida. Lejos de despertar en mí una atracción fuerte (que es lo que creo que se imagina la gente), hizo estallar todas mis estructuras y mi creencia de que era una persona feliz que lo tenía todo. Después de ese almuerzo que tuvimos en 2017, no pude parar de llorar”, confiesa.
El enojo, el salto y la profunda culpa: “Él siempre me repetía que no iba a perder la oportunidad de volver a intentarlo”
Tras el almuerzo revelador y la tristeza imbatible, una “emoción violenta” se apoderó de Verónica. Ese profundo enojo por haber dejado pasar al amor de su vida, esa rabia por doblegarse ante los deseos ajenos. Esa frustración por sentir que ya era tarde. Pero lo cierto era que no era tarde, tenían una larga vida por delante, y así, finalmente, el profundo enojo fue el motor para querer dejarlo todo, sin que nada más importara y sin mirar atrás.
“A partir de ese encuentro sufrí una tremenda crisis y me separé de mi marido, hasta ese momento no me había dado cuenta de que no era feliz con mi vida”, cuenta. “Una amiga me dijo algo que me partió al medio, `ya está girando en el aire tu moneda´. Me hizo ver que me había jugado todas las fichas, sin vuelta atrás y sin saber cómo iba a salir esa jugada”.
El salto ya había sido efectuado y la respuesta de Lucas fue inmediata: dejó a su novia y se mantuvo junto a ella por los siguientes dos años, años donde Verónica, lejos de estallar de felicidad, solo quería escapar de la profunda tristeza generada por la culpa, por lo que sentía que había provocado.
“Lucas siempre me repetía que no iba a perder la oportunidad de volver a intentarlo. Me acompañó a trabajar a Colombia y a Austria, otro poco lo acompañé yo en su regreso a la isla donde vivía”.
Dejar de doler y perdonarse: “Me animé a vivir esa vida por la que había apostado todo”
Simplemente no podía perdonarse, Verónica pasó los siguientes dos años llorando por las noches, con y sin Lucas a su lado. Su tristeza era infinita e irremediable. Amanecía hinchada, pensando que había arruinado todo al separarse de una persona que la amaba.
“Parte de lo que aprendimos en este proceso es que no es posible transitar algo así sin lastimar a otros, lamentablemente fue parte de lo que pasó y de lo que fue necesario hacer para llegar hasta hoy. No solo sufrimos nosotros mismos en el proceso, sino que con nosotros sufrieron nuestras familias, amigos y también las de nuestras parejas de ese momento”.
“Finalmente, un día hice ese clic del que mucha gente habla. Un día dejé de llorar, dejé de levantarme hinchada y me animé a vivir esa vida por la que había apostado todo. Fui más feliz que nunca”, sonríe Verónica.
Hoy, Verónica logró perdonarse y liberarse. Vive con Lucas en Buenos Aires desde que firmó el divorcio, en 2019. El lunes 12 de septiembre de este 2022 fueron padres de su primer bebé. Siempre adoraron el tema Wonderwall, de Oasis. Ella no había pedido nada para el quirófano, pero, para su sorpresa, durante el nacimiento comenzó a sonar.
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