No conformes con sus trabajos en CABA y muy preocupados por la inseguridad, Paula y Esteban querían un cambio, el camino no fue sencillo, pero la convicción de querer otro estilo de vida fue fundamental para concretar ese proyecto
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“Nos daba mucho miedo estar lejos de la familia, pero ese mismo verano nos fuimos de vacaciones a Merlo (San Luis), estuvimos descansando y realmente nos dimos cuenta de que ese era el lugar en el que queríamos estar y seguir criando a nuestros hijos. Así que decidimos dejar a los chicos (que ya eran adolescentes) en Merlo y regresamos para buscar a los perros, vender algunas cosas y cerrar la casa. Lo que habíamos planificado hacer en tres meses, lo terminamos haciendo un poco más apurados porque empezaban las clases”.
Parece que se trató de un impulso, que fue un salto al vacío. Pero lo cierto es que hacía tiempo que Paula Rufino (39) y Esteban Cirino (38) venían pensado la idea de imprimirle un cambio radical a sus vidas y a las de sus hijos.
La mayoría de los empleos que tuvieron fueron en CABA y todos los días debían trasladarse desde zona Oeste y viceversa. Además, sentían que no se habían desarrollado profesionalmente como lo habían soñado. También los asustaba el tema de la inseguridad.
Una nueva vida en San Luis
“Estábamos muy acostumbrados a todo nuestro entorno, familia, amigos que realmente estaban muy cerca y los veíamos a diario, pero nos preocupaba no tener la posibilidad de criar a nuestros hijos con un poco más de libertad, ya que tanto Esteban como yo la habíamos tenido de niños. Sentíamos que sin cambios no íbamos a poder darle un vivir más tranquilos y en un entorno con naturaleza”, dice Paula.
Al principio de la llegada a Merlo los dos salieron a buscar trabajos con sus currículums que se destacaban por una amplia experiencia en ventas y marketing. Sin embargo, al poco tiempo de iniciar el proceso se dieron cuenta de que no estaban en el lugar indicado para trabajar en relación a esa trayectoria.
“Los primeros meses parece que estás de vacaciones hasta que te vas adaptando. Después ya te vas dando cuenta de que lo que está pasando es real, que realmente te mudaste. Así que uno al principio disfruta un montón, después empieza a tener que adaptarse a que hay horarios como la siesta y a otros ritmos. Siempre con mucha alegría y con la certeza de que la decisión que habíamos tomado era la correcta. Así que enseguida notamos cambios en nuestro estado de ánimo, nuestras ganas. Esteban comenzó cortando el pasto, limpiando piletas. Yo arranqué administrando cabañas y vendiendo distintas cosas para poder sostenernos. Esos fueron los principios porque la decisión era clara y había que hacer lo que aparecía”.
Sin embargo, en ese disfrutar de la tranquilidad del lugar, del ritmo de vivir en la sierra con un contacto privilegiado con la naturaleza fue lo que les abrió la puerta para pensar en algo diferente, propio y original.
A Paula se le encendió la lamparita
Esos momentos de conexión que Paula tenía con ella misma se transformaron en un sitio ideal para recordar esos dulces caseros que hacía en Buenos Aires a la hora de tomar el té. Se trataba de un hobby, su gran cable a tierra.
“Siempre esperaba a mis amigas para tomar el té los fines de semana. Era como el momento de desconexión de toda la semana. Así que comencé a compartir los dulces que hacíamos con la receta de mi abuela y empecé a recibir elogios de amigos, familiares y conocidos que me decían que estaban buenísimos”.
A partir de la inspiración de su mujer, a Esteban se le ocurrió que ella podía preparar dulces para vender. Sin saberlo, estaban arrancando un emprendimiento que con el tiempo los iba a llenar de satisfacciones.
“Hicimos todos los trámites y comenzamos ese proyecto. Vivíamos en una cabaña de 60 metros cuadrados, así que comenzamos la producción en jornadas largas, fue nuestro sostén durante más de un año. Vendíamos los dulces en los comercios regionales de la zona”, recuerda Paula.
Luego de esas primeras producciones a Paula se le prendió la lamparita. Pensó en incluir el mundo del té, algo que le fascinaba. “¿Por qué no hacer también algo directamente relacionado con la producción de lo que podía ser un blend?”, se preguntó para sí misma.
Un prometedor proyecto con una gran facturación
De esta forma al año del emprendimiento de los dulces, donde ya habían incorporado licores y conservas, ella decidió capacitarse como diseñadora de líneas de té. Y a los pocos meses fueron incorporando la producción de blend de té al emprendimiento que sigue dando sus frutos.
De esa forma nació “Los Caminos del Té”, una pyme con más de 10 años de historia donde instalaron una casa de té y una fábrica para hacer blends de té, especias, yerba mate, dulces y más.
Con una inversión inicial de U$S 4.000, en la actualidad facturan U$S 380.000 por año. Tienen presencia en todo el país y en los próximos meses van a desembarcar en Miami, y comenzar a exportar a países limítrofes.
Hubo un momento clave, cuenta Paula, que fue en el 2020 en el cual empezaron a tener un crecimiento exponencial en muy poco tiempo cuando descubrieron que a raíz de la pandemia todas las personas estaban pasando por la necesidad de generar hábitos de consumo más saludables. “Nuestro producto realmente acompañaba esta intención y, a su vez, una necesidad muy grande de la gente de tener un segundo ingreso o un emprendimiento propio y de esa forma nosotros brindamos la posibilidad de que las personas puedan emprender con Los caminos del Té. Eso nos ayudó a tender puentes con el consumidor y llegar cada vez más lejos, tener presencia en todas las provincias”.
Para tal fin se apoyaron mucho en las redes sociales, en una “comunicación muy real” y en que la gente sienta la cercanía.
Actualmente tienen 700 puntos de venta y emprendedoras en todo el país, a quienes les brindan apoyo y capacitación constante. “Vamos a hacer siempre lo mejor de nosotros y trabajar con muchísimo compromiso para que también crezca el emprendimiento de quienes apuestan por nosotros”, resume Paula.
¿Pensaban cuando dejaron todo para comenzar esta nueva vida que les iba a ir tan bien?
Creo que intuitivamente sabíamos que nos esperaba algo mejor. Si la pregunta es si me imaginaba hoy coordinando una pyme, no. No fue lo que me imaginé. Pero sí, tanto Esteban como yo sabíamos que nos esperaba algo distinto y grande que nos permitiera poner nuestros dones al servicio con mucho amor y que eso en algún momento se iba a dar. En ese momento buscábamos realmente un cambio de vida radical y lo logramos.
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