Su mundo se vino abajo de un día para el otro y gastó sus ahorros en un pasaje para conocer Europa; una misión y una ciudad en auge cambiaron sus planes para siempre
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“La radio cambió de directivos”, con aquellas palabras, Joaquín Daniel supo que se había quedado sin empleo. Hasta entonces, creía estar atravesando una etapa profesional promisoria, luego de tantos años de sacrificio. Desde mediados de los noventa que su carrera iba en franco ascenso e incluso, pocos días antes de su despido, había negociado un contrato para el año siguiente con Radio Nacional, que le prometía grandes avances profesionales y económicos. Pero en vísperas de los trágicos sucesos de diciembre de 2001, la crisis golpeó fuerte y su mundo, tal como lo había proyectado, se vino abajo.
Por aquellos tiempos, Joaquín tenía 28 años y, de pronto, cada amanecer comenzó a asfixiarlo. Había invertido mucho en su carrera, y su presente vulnerable y el futuro incierto lo dejaron en un estado de abatimiento y desesperanza. Fue así que cierto día, sin pensarlo demasiado, buscó en su departamento los dólares que había conservado y compró un pasaje para ir un mes a España con la intención de conocer, visitar a un amigo y olvidarse de todo. Joaquín jamás imaginó lo que Europa provocaría en él: “Fue un shock emocional tan positivo, que decidí posponer mi regreso y tildar al viaje de aventura”, revela con una sonrisa.
Pero, en el fluir de los acontecimientos inesperados en una Barcelona en auge, volvió a modificar las fechas, una y otra vez. Joaquín continuó con sus prórrogas sin sospechar que se encontraba ante un viaje con sabor “permanente” y que recién volvería de visita a la Argentina a los cinco años.
Una aventura y una misión genealógica: “Creo que en buena parte de los argentinos hay algo atávico respecto a conocer Europa”
Joaquín no olvidará los días previos a su partida. Apenas tuvo su pasaje en mano recordó cuánto lo había movilizado desde pequeño la idea de conocer Europa. Y allí estaba ahora, a punto de experimentar la travesía hacia el viejo continente, atraído, entre otras cosas, por la idea de explorar sus orígenes.
“Creo que en buena parte de todos los argentinos hay algo atávico respecto a conocer Europa, seguramente por nuestras raíces culturales y familiares. Mi procedencia es de Portugal, País Vasco y Galicia, y en ese viaje abrigaba la intención también de intentar conocer los lugares de los que vinieron mis antepasados. Llevaba conmigo un papelito donde anoté los pueblos y los nombres y apellidos por si se daba la oportunidad de ir a esos sitios”.
“Siempre sentí que tenía como una misión en ese sentido, una misión genealógica. Una necesidad heredada de cerrar un círculo. En parte, por eso fui alargando mi regreso. Sentía que no podía regresar sin haber al menos intentado esa exploración”, explica.
Joaquín tenía mucho por investigar, tanto de sus orígenes, de la península ibérica, como de aquella Barcelona que lo tenía hipnotizado. Casi sin percibirlo, su política cortoplacista en relación a las fechas de regreso comenzó a desdibujarse a medida que sus posibilidades profesionales crecían y el encuentro con sus raíces se intensificaban: “Al final, me llevó años conocer todos los sitios de mi misión genealógica, pero lo logré”.
Entre empleos transitorios y viajes, el argentino descubrió suelos que lo movilizaron, caminó las tierras de sus ancestros e incluso halló familiares desconocidos. Con su misión concluida, algo en su interior se había relajado.
Una nueva relación con el tiempo: “Volví a experimentar largas sobremesas con charlas y a dormir la siesta”
Algo extraño aconteció desde el comienzo de su travesía. A medida que las semanas pasaban y las posibilidades laborales emergían casi por casualidad, un aspecto de Barcelona -y España en general- causó un impacto profundo en Joaquín: el tiempo. Su vínculo con el tiempo ya no era el mismo, había cambiado.
El centro porteño que frecuentaba, caótico y ruidoso, parecía haber quedado en otra dimensión; Barcelona tenía un pulso vivo, intenso y, aun así, se sentía desacelerado: “Venía del frenesí capitalino, del comer en 15 minutos para seguir funcionando, de pasar horas en trenes y colectivos, siempre corriendo de un lado al otro, y de repente aquí, a pesar de que en los comienzos la situación era precaria, el vínculo con el tiempo, con las obligaciones, con el trabajo, era totalmente diferente”, asegura pensativo.
“Esa fórmula de vivir para trabajar versus trabajar para vivir, me resultó reveladora en esa cultura mediterránea en relación con nuestro vertiginoso ritmo porteño. De repente, en esas primeras semanas volví a experimentar largas sobremesas con charlas, o volver a dormir la siesta. Pueden resultar frivolidades desde el tamiz de la productividad, pero al menos, en mí visión de la vida, creo que España tenía en ese entonces (antes de la crisis del 2008 y los cambios de los últimos años) un vínculo más sano entre todas las variables que nos rigen”.
“Paralelamente fue un descubrimiento impactante el tema de las diferentes culturas que constituyen España. Es curioso cómo en un territorio tan pequeño, la geografía, el clima y las costumbres cambian de manera tan radical. Eso deviene en una riqueza cultural que a mí me provoca, aún hoy, una curiosidad insaciable”.
Una carrera inesperada: “Lo que en Argentina era un hobby, aquí empezó a transformarse en una manera de ganarme la vida”
Para Joaquín, el hecho de emprender inicialmente el viaje con un espíritu de aventura le abrió un portal hacia sucesos no planificados, aunque sí deseados. Ante su mirada curiosa y artística, Barcelona había desplegado sus mejores colores. Pronto descubrió que allí, entre los aires del Mediterráneo y una arquitectura inspiradora, convergían artistas de toda Europa, provocando una transversalidad de colaboraciones estimulantes.
“Pocos meses después de estar en Barcelona comencé a actuar en un barcito del centro haciendo monólogos y cantando tangos, a los que les cambiaba la letra para darle tintes humorísticos. Lo que en Argentina era un hobby, aquí empezó a transformarse en una manera de ganarme la vida”, cuenta.
Y así, sin que Joaquín se lo propusiera, comenzó a desarrollar una carrera artística que, con los años, halló buenos cimientos y le otorgó grandes satisfacciones profesionales, pero, sobre todo, humanas: “Y Barcelona, al menos la de aquellos años, manejaba un entorno fascinante y dinámico para ese tipo de experiencias. Su atmósfera única tiñe toda una cultura, tanto en idiosincrasia, gastronomía, como en ética vital, fue un imán irresistible”.
El auge y la “caída” de España: “La España del 2002 era una fiesta, pero ya no existe”
Los primeros cuatro años fueron de enamoramiento y fascinación. Joaquín observaba casi con incredulidad y, sin dudas, con mucha admiración, cómo en su nuevo entorno todo fluía y cómo el entusiasmo económico llegaba a la mayoría de la gente. El joven disfrutaba de las circunstancias, pero, aun así, no podía dejar de pensar que se trataba tan solo de eso: una bonanza circunstancial.
“Las oportunidades han ido variando mucho con los años. La España del 2002 era una fiesta. Viniendo de la Argentina del corralito, fue un shock ver la abundancia económica que había en ese momento. Esa España ya no existe. Pero en aquel momento, y durante unos cuatro años, fue un aliciente para mi permanencia”.
“Como argentino entrenado en desilusiones, había algo de todo eso que sentía que mucho no podía durar. Y así fue. Pero, dentro de la decadencia que lleva España desde el 2008 hacia aquí, sigue habiendo un piso de calidad de vida importante. Ese Estado del bienestar tan bien ejecutado desde los años 70 ha dejado una base sólida que aún persiste, aunque el deterioro es significativo y la previsión no demasiado optimista”, reflexiona. “Pero en temas como la seguridad, la sanidad pública, y el civismo, están aún a años luz de lo que se puede experimentar en Argentina”.
Volver a la Argentina: “¿Qué hubiera sido de mí si me hubiese quedado?”
“¿Qué hubiera sido de mí si me hubiese quedado?”, se pregunta Joaquín cada vez que viaja a ese tiempo, esa dimensión paralela que significa su querida Argentina.
Para él, volver es abordar una montaña rusa de emociones incontrolables. Es reavivar la herida permanente de estar alejado de sus seres amados: “La primera vez, luego de cinco años sin estar allí, fue tremenda. No paraba de conmoverme, de llorar, de estar con el alma en carne viva”, rememora conmovido.
“Los olores, la luz, los sonidos, los seres queridos, todo era una catarata de información que te hacía colapsar emocionalmente. Sigue pasándome en mis viajes, cada rincón me retrotrae a un sinfín de recuerdos. Es realmente difícil transmitir todo lo que se siente. Lo más duro de todo es la distancia de los seres queridos. No tengo dudas. Perderte como crecen tus hermanos, los festejos, el día a día, es una herida constante”.
“Por suerte los avances tecnológicos hacen que todo sea mucho menos duro, incluso desde que llegué en 2002 a ahora todo es mucho más fácil. ¡Si hasta veo a Racing online cuando juega! Pero, sí, paralelamente… creo que todo inmigrante tiene siempre latente esa duda: ¿Qué hubiera sido de mí si...?”
Aprendizajes: “Mi vocación innata en Argentina estaba sepultada bajo una serie de propios prejuicios”
Atrás quedaron los días oscuros del 2001. Para Joaquín, un viaje de un mes para huir del agobio se transformó en la aventura más transformadora de su vida. Siempre con el motor de la curiosidad y el deseo de aprender, su personalidad artística comenzó trazar su nuevo camino, uno inesperado, pero fascinante.
Barcelona, con sus tiempos especiales y su aire místico, alteró para siempre sus planes: “Comenzó a regir en mis decisiones sobre el tiempo que iba quedándome en este lado del charco”, rememora sonriente, más de dos décadas después.
“Lo más importante que le debo a esta experiencia, además de un maravilloso hijo catalán que es el gran motor de mi vida, es mi florecimiento como artista. La inspiración de la gran tradición cultural europea, sumado a mi curiosidad y mi vocación innata, que en Argentina estaba sepultada bajo una serie de propios prejuicios, han sido el gran regalo de esta experiencia”.
“Y el ejercicio que como creador debo hacer para dar vida a obras que conecten con un imaginario colectivo que no es el de mi origen, me ha llevado a hacer tránsitos personales muy enriquecedores y de los que ya no hay vuelta atrás”, agrega. “Y en Cataluña y en España en general, a través de estos años, he tenido la inmensa suerte de encontrar gente que tuvo gestos de generosidad inmensos, que me han ido ayudando en diferentes momentos y sin los cuales hubiera sido imposible mi permanencia en estas tierras. Esto siempre me demostró la cercanía que existe entre España y Argentina”.
“Esta experiencia también me enseñó a forjar coraje, humildad, y ubicuidad, regalos de todo viaje iniciático. Veinte años pasaron, muchas crisis surgieron en el camino, pero, sin dudas, los primeros cuatro años sobreviviendo e inventándome la vida sin tener papeles han sido una escuela de humanidad insoslayable”.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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