Pedro, su hijo de un año y cinco meses, había sido operado del corazón y Gisela tuvo que afrontar ese doble desafío sacando fuerzas desde donde no las tenía.
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-¿Es malo, no? le preguntó Gisela Visciglia Zubelzú a su patólogo tras leer el resultado de la biopsia.
-Sí, tenés un cáncer triple negativo hormono no sensitivo grado 3 -le respondió.
-¿Y cómo va ser el tratamiento? -le consultó Gisela, que ya se había hecho la idea de lo que estaba por venir.
-Tenés que hacer quimio.
-¿Se me va a caer el pelo?
-Sí.
“En ese momento mí mente se puso en blanco, él hablaba y yo solo sentía las palabras cáncer y quimio en mi cabeza. De pronto, me largué a llorar, pero no por mí sino porque pensaba en mis hijos que me iban a ver de esa forma”, recuerda Gisela sobre ese imborrable 6 de diciembre de 2022.
Un bulto grande que no era normal
Si bien Gisela, cuenta, todos los años se hacía los controles ginecológicos ya que tenía el antecedente de su mamá que había superado este tipo de cáncer, en septiembre de 2022 decidió adelantarlos porque notó un bulto en su mama derecha.
“Era un bulto que al tacto se sentía, grande. Al principio, pensé que podía ser un conducto de leche tapado, pero intuí otra cosa, no era normal”.
A partir de ese momento Gisela comenzó una “vorágine” de estudios, una punción y el diagnóstico que se confirmó el mismo día que estaba en Terapia Intensiva con su hijo más chico, Pedro, de un año y cinco meses, que había sido operado del corazón.
“Me sentí triste por tener que cortar la lactancia”
“Tuve que dejar de amamantar porque el tratamiento inmediato era la quimio. Con ambos hijos tuve una lactancia hermosa, pero tener que cortarla fue duro, ya que Pepi, como le decimos en casa, venía con algunos temas de salud y su contención siempre era la teta de mamá. Me sentí triste por tener que cortar la lactancia, pero a la vez era necesario porque necesitaba seguir para ver crecer a Pepi y a Emma. La verdad que los primeros días costaron, pero ellos fueron muy sabios. Lo que si generó es que nuestro vinculo sea aun más fuerte”, se emociona.
Gisela confiesa que tenía miedo de morirse, pero no por miedo a la muerte en sí misma, sino por no llegar a ver crecer a sus hijos. “Pensaba: ´Dios, al menos que ellos sean grandes y no me necesiten tanto como ahora´. Que al menos terminen el secundario, sean personas que puedan valerse por sí solas´”.
En ese momento Emma tenía seis años. “Se lo conté como era, usé la palabra cáncer y le dije que mamá iba a pasar por un tratamiento en el cual iban a haber muchos cambios en el cuerpo, pero que eso era necesario para que mamá estuviera bien. Reaccionó como toda nena, con el temor de que me muera, empezó a dormir conmigo y a estar más pegada de lo que ya estaba antes. Ella me acompañó a cortarme el pelo y juntas practicamos distintos usos de pañuelitos”.
“Jamás pensé en abandonar”
Sin embargo, Gisela sacó fuerzas desde donde, quizás, no sabía que las tenía y acompañada de su esposo, sus hijos, sus padres, su patólogo (Tomás García Balcarce) y su psicológica (María Fernanda Montaña), el 2 de enero de 2023 comenzó el tratamiento de quimioterapia (12 semanales y 4 de las rojas cada 14 días). Además, tuvo sesiones de inmunoterapia cada 21 días y en julio del mismo año le realizaron una mastectomía bilateral. Luego, vinieron 25 sesiones de rayos y la reconstrucción mamaria con lipotransferencia (una cirugía que combina una liposucción con un aumento de glúteos a partir de la propia grasa procesada del paciente).
“No sé cómo lo banqué, solo sabía que tenía que seguir, era algo que me nacía de adentro, no podía no batallarla. Siempre fui muy creyente y me aferré a eso también. Jamás pensé en abandonar, jamás tuve dudas de nada”, dice. Y agrega: “La mastectomía fue muy duro para mí. Al principio, decía ´genial, después de haber amamantado a dos niños voy a tener gomas nuevas y paradas, no caídas´. Pero esos pechos yo los quería, fueron la fuente de alimento de mis hijos, pese a todo los quería. Además, es nuestra parte femenina, simbólicamente hablando, poco o mucho no lo sé, pero sabía que era lo mejor”.
Gisela, que en la actualidad tiene 40 años y es abogada, está convencida que hubo un antes y un después del cáncer y a partir de cursar la enfermedad entendió que la vida pasa por su familia, sus hijos y, sobre todas las cosas, disfrutar de todo como si fuera el último día.
“El cáncer me enseñó a quererme aún más. Siempre pensé mucho en los demás, pero me di cuenta de que soy importante para muchos y aprendí a valorarme. Me hizo ver cuan fuerte soy”.
Fueron muchos tratamientos en poco tiempo. ¿Cómo los vivió tu cuerpo?
Mi cuerpo lo vivió como el mejor. Se la bancó muy bien. Las últimas quimios me pegaron mal, muy mal. Me la pasaba en el baño descompuesta. Mi corazón se agrandó. Creo que después de lo vivido, me siento poderosa.
Por su parte, Pedro salió bien de la cirugía y su evolución fue muy buena. “Así que yo estaba muy contenta porque él estaba bien y porque todo mí yo estaba enfocado en superar estos temas”.
¿Con qué cosas soñás?
Sueño con ver crecer a mis hijos con esas sonrisas espectaculares que tienen y estar al lado de ellos en los momentos más importantes y necesarios. Además, deseo vivir sanamente y seguir disfrutando de este hermoso camino que es la vida, aun con los altibajos que se presenten, pero disfrutarla con plenitud.
Un mensaje para motivar a otras pacientes
Nunca se dejen paralizar por el miedo, sean curiosas, porque por más malo que sea, agarrado a tiempo tiene solución. Quiéranse mucho, así como me quiero yo, porque sin ese querer y sin el amor propio que nos da el empuje, junto al apoyo de nuestros seres queridos, no podríamos llegar a la meta.
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