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Había aparecido en sus sueños. Era un ser libre, rebelde, de pelaje negro y profundo que la había cautivado por completo. Aunque vivía en el campo, cerca de la naturaleza y en contacto con la vida al aire libre, la realidad era que Victoria Pareta no podía costear los gastos que implicaba adoptar y cuidar de un caballo. Sí, porque el maravilloso ser que la había visitado en sus sueños, era, nada más y nada menos, que un precioso equino.
La ciudad de Lincoln en la provincia de Buenos Aires se había convertido hacía relativamente poco en el lugar donde pasaría unos años. Allí había decidido apostar por un proyecto personal y laboral: se había mudado con quien era su pareja en ese momento y su perrita Coki, una mestiza viejita y muy dulce. Victoria estaba dando sus “primeros pasos” en el mundo del emprendedor: le había dado forma a un pequeño negocio de arreglo de ropa, venta de accesorios y feria americana, entre otros.
“Su carita me enamoró por completo”
Y fue una tarde de noviembre de 2015 cuando vio la imagen de un perro en una publicación de Facebook. “No me olvido más. Estaba por dormir la siesta -en el pueblo la siesta es sagrada- y, chusmeando Facebook me encontré con una carita que me enamoró completamente. En una publicación de A.L.P.A Lincoln, que es un refugio canino de la zona, vi que habían rescatado de un baldío a una mamá con sus bebés de unos 35/40 días aproximadamente. No sé si puedo explicar racionalmente lo que me pasó. Algo me dijo que ese cachorro tenía que venir a casa, que teníamos que compartir la vida, que ese perrito era mi Gitano y que aparecía en mi vida luego del sueño con el maravilloso caballo que precisamente se llamaba Gitano”.
Se contactó con el refugio, preguntó por el perrito y completó el formulario correspondiente para iniciar el proceso de adopción. “Mirá que es hembra”, le aclararon en el lugar. Automáticamente la bautizó “Gitana”. Aunque era notoriamente más pequeña que el resto de los perritos de la camada, estaba en buen estado de salud general. Eso sí, estaba completamente llena de pulgas, incluso tenía lastimaduras en lugares donde no llegaba a lamerse ni rascarse con sus patas cortas. “Tuvimos que pasar un día entero sacándole pulga por pulga, porque era muy chiquita para pipetas y productos de ese tipo”.
Al segundo día en su nueva casa, después de haber molestado intensamente a Coki, la perrita mayor que desde ese momento se convertiría en su compañera, se dedicó a romper cualquier objeto que pudiera atravesar con sus pequeños dientes. Fue en ese momento que Victoria prestó atención a la televisión que tenía prendida y se escuchaba de fondo. “Un conductor decía: la única forma de ver quieto a un gitano es en una foto. En ese instante, la historia me cerró por completo, estábamos destinadas la una a la otra”.
“Rompió todo lo que encontró en su camino”
Después de unos meses en Lincoln, Victoria se separó y sintió que era tiempo de regresar a la capital. “Fue una decisión muy difícil para mí sacar a Gitana del campo, del verde, de la libertad que yo sentía que le había dado y llevarla a la ciudad, a un departamento en Colegiales. Además, tuve que empezar a trabajar fuera de casa. Pasaba casi ocho horas diarias en el centro, por lo que se empezó a quedar sola bastante tiempo”. Fue en ese tiempo que conoció su verdadero potencial”.
En sus momentos de soledad, y con sus flamantes seis meses de vida, Gitana se dedicó a romper todo lo que encontró en su camino: auriculares, billeteras, papeles de todo tipo, botellas de vidrio, un termómetro y hasta un colchón, que atravesó de lado a lado.
“Fue una cachorra muy intensa, muy curiosa, compañera, extremadamente inteligente y bastante malcriada, hay que decirlo. Pero con un carácter fantástico. Siempre hizo lo que quiso y me enamoré de su personalidad, así que la dejé ser. Gitana me salvó la vida, me dio rumbo y me acompañó en episodios de angustia en los que me ganaba la ansiedad”.
De abandonada a empresaria
Hoy aquella perrita abandonada en un baldío se convirtió en empresaria. A fines de 2019, Victoria fundó una marca de indumentaria que lleva su nombre y fueron dos los motivos que la llevaron a tomar esa decisión. “Primero, porque necesitaba homenajear al ser que vino a completar mi vida. Y, segundo, porque todo lo que ella me transmitía era lo que yo quería comunicar en mi emprendimiento: compañerismo, empatía, amor absoluto, esa sensación de estar en casa y en confianza. Y, por supuesto, el constante movimiento. Me atraía la idea de tener una marca de ropa que acompañe a la gente en sus actividades diarias (ya sea ir a trabajar o ir a la clase de baile, ir a una marcha, ir a visitar a la abuela o comprar al supermercado), sentirme un poco presente en cada momento cuando llevan puesta mi ropita, ser parte de una comunidad que no te deja solo, porque eso es Gitana para mí”.
Victoria y Gitana pasan mucho tiempo juntas. Salen a caminar o van a la plaza, visitan parientes y “no hay día que no me paren en la calle para decirme: es un perrito feliz y sonríe”. También duermen, trabajan y comen juntas.
Victoria asegura que Gitana es su compañera de vida. “Me obligó a salir adelante en momentos en los que yo no quería ni salir de la cama. Cambió mi forma de ver la alimentación, gracias a ella dejé de consumir carnes y comencé a informarme mucho más para que ambas tengamos una buena alimentación. Me ayudó a cambiar mi trabajo y crear mi propio negocio. Tenemos un vínculo muy especial: nos entendemos con miradas, conocemos nuestros tiempos, nos acompañamos en todo y sentimos amor incondicional por la otra. Para ser honesta, yo creo que ella me adoptó a mí”.
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