Una redada y un número de teléfono eterno para recordar como indicadores de una época, sin celulares ni redes sociales, donde era más difícil encontrarse
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El 19 de octubre de 1997 con motivo de su cumpleaños, Gonzalo decidió salir a festejar con sus amigos en el icónico boliche Pachá. Salió con un amigo a la terraza para disfrutar de las primeras noches primaverales cuando vio a Loli y no dudó en acercarse a hablar. Estuvieron un buen rato charlando, pero era la época en que cuando se armaba un lío incontrolable dentro del boliche venía la policía, se empezaba a llevar a la gente y llamaban a tus padres para que fueran a buscar por la comisaría. No era algo que sucediera con frecuencia, pero esa noche pasó. Entonces aparecieron las amigas de Loli al grito de “Vamos, vamos”, para salir antes de que las agarraran. Gonzalo le pidió rápido el teléfono.
“Yo vivía en Club Newman en Benavidez y mi característica era 033274 y después el número de teléfono, eterno, yo dije este pibe no se lo acuerda nunca más”, cuenta Loli. Es que en aquella época sin celulares y donde a pasos de capital aún era larga distancia, los números de teléfono había que memorizarlos o llevar una birome para anotarlo en la mano. Pero lo que Loli no sabía es que la familia de Gonzalo tenía un campo en la zona con lo cual la característica era la misma, solo tenía que recordar los últimos números.
“¿Este te invitó a salir? No sabe ni quien sos”
Pero el teléfono en la casa de Loli nunca sonó. Llegó diciembre y unos amigos decidieron festejar la culminación del año en una casa en San Isidro con una fiesta abierta. Cuando Loli llegó a la fiesta encontró para su sorpresa que estaba Gonzalo. No fue ella quien lo vio sino su amiga que le dijo “Están los mellizos”, Loli no recordaba, pero su amiga se los mostró. Gonzalo tenía un hermano mellizo idéntico y además estaban vestidos muy similares. Loli tenía que descubrir cuál de los dos hermanos era con el que ella había estado hablando en octubre y que nunca la había llamado. Decidió entonces pasar bailando por adelante, actuó como si se le cayera un trago, pero el plan de que alguno de los hermanos la recordara no estaba funcionando. “Loli, ninguno te mira, olvídate”, le dijo su amiga a las carcajadas.
Toda historia de amor tiene dos caras, y hasta que cupido logra juntar a los enamorados cada uno ignora lo que piensa y siente el otro. Aquel 19 de octubre cuando Gonzalo la conoció a Loli le dijo a un amigo “conocí al amor de mi vida”, él venía de una adolescencia con un noviazgo detrás de otro, pero con Loli el flechazo había sido certero. Después entre una actividad y otra, viajes al campo y la vida misma no la pudo invitar a salir ningún fin de semana. En aquella fiesta al salir le contó a un amigo que aquella chica era la del boliche, el amigo lo incentivó a encararla, pero Gonzalo no se animó. Entonces pasó lo que cualquier buen amigo haría: lo empujó a Gonzalo hacia Loli.
Pero ella lo vivió de otro modo. Desde su punto de vista se estaban yendo de la fiesta cuando ella frenó para asistir a su amiga que se le había roto el taco del zapato, en una especie de Cenicienta de los años `90, Loli se levantó y en ese momento sintió una mano que tomó la suya y le dijo “Hola, ¿te acordás de mí?”. Se hizo la desentendida, él le recordó Pachá, le explicó porqué no la llamó y la invitó a salir.
Eufórica Loli se subió al auto a contar a sus amigas lo que acababa de pasar. De repente lo vio pasar y empezó a saludarlo desde adentro del auto, él la miraba con cara de “¿Quién es esta chica que me saluda así?”. Sus amigas se rieron, “¿Este te invitó a salir? No sabe ni quien sos”, pero su candidato siguió de largo sin siquiera saludar. Es que no era Gonzalo, era su hermano mellizo.
“Este pibe ya fue”
Aquel verano salieron tres veces. Las salidas eran divertidas: la primera vez hicieron una seguidilla de bares que incluyó karaoke, otro día fueron a ver Titanic al cine, la pasaban bien pero los mensajes eran confusos. Un día por ejemplo Gonzalo la llamó diciendo que no podía salir porque supuestamente estaba en el campo y llovía mucho cuando el sonido era claro que procedía de la ducha. Es que Gonzalo había terminado una relación hacía cinco meses, ambos tenían 19 años y si bien quería salir con Loli también quería disfrutar de la soltería.
Llegaron las vacaciones para Loli y se fue a Punta del Este con amigas. Durante sus vacaciones no supo nada de él, pero ella se divirtió con las amigas y decidió que Gonzalo había quedado en una historia de esas tres salidas divertidas y listo. “Este pibe ya fue, si me vuelve a llamar le voy a decir que no”, decidió Loli. Cuando volvió a Buenos Aires Gonzalo la llamó y ella, en lugar de decirle que no por teléfono accedió a una última salida para contarle de su decisión. Era el momento en el que cupido tenía que salir con toda su artillería, era ahora o nunca. “Me acuerdo de que me vino a buscar a la casa de una amiga, abro la puerta y digo wow, este pibe me copa, me encantó”, cuenta Loli aún maravillada, y a partir de ahí nunca dejaron de salir.
Ambos salían con sus amigos y ponían de punto de encuentro algún boliche como el Santo, Coyote Pilar, Pachá o un bar. En una de aquellas primeras salidas donde Loli aún no conocía a la familia de Gonzalo, él decidió hacer una prueba. Intercambió remera con su hermano mellizo quien se acercó a Loli haciéndose pasar por su pareja y presentándole a su hermano mellizo. Pero a Loli le pareció raro, había algo que le resonaba, “Yo los miraba y decía no puede ser. Eran muy parecidos, lo único que yo había identificado era que Gonzalo colgaba una cadena de plata con una cruz, era algo que me había quedado. Entonces ahí le veo la cruz y le digo sos vos Gonzalo. Entonces me dijo prueba superada, nos reconociste”, recuerda Loli.
“Tu novio la encaró a mi amiga”
El mellizo no estaba de novio, él vivía soltero y le gustaba salir. Ellos compartían grupo de amigos y eran muy unidos. “De repente fuimos a un cumpleaños y una amiga me dijo Loli sorry que te diga, pero tu novio la encaró a mi amiga”. Loli no entendía nada, ¿cómo podía ser posible? Entonces lo vio y lo supo: era el hermano mellizo de Gonzalo. Mucha gente desconocía del doble idéntico. “Esas confusiones en las que ellos se reían y yo lo miraba como diciendo “dale, aclará”. Era una rutina que formaba parte de la relación entre ellos, aprovechaban que eran iguales y han horrorizado a más de una. El novio de una amiga le dijo que hablara conmigo porque lo había visto en tal lugar, pero Gonzalo en ese momento estaba conmigo, era su mellizo”, recuerda Loli entre risas.
La unión fue posible también gracias al falcón verde del año `71 que los mellizos amaban y cuidaban. Fue el falcón quien habilitó que Gonzalo pudiera buscarla por Benavides, salir y vivir las mejores anécdotas de la juventud. “Fuimos a los cines de Pilar y cuando volvíamos vemos que estaban filmando Muñeca Brava, era como la una de la mañana. Él me quería asombrar y entonces bajó de panamericana sin importar que estaba todo embarrado por la lluvia para que pudiera ver el set de filmación y a Natalia Oreiro. Pero no solo ella no estaba sino que ni siquiera nos dejaron acercarnos a donde estaba el elenco”, recuerdan entre risas, pero la historia no terminó ahí: se quedaron con el falcón empantanados en la colectora.
“Siempre fue clave para mí el poder compartir con el otro, pero también no perderse en el otro, seguir manteniendo amistades, haciendo programas que nos divertían. Todo el noviazgo la pasamos bomba, estuvimos siete años de novios, el noviazgo fue creciendo con nosotros, se me pasó volando”, dice Loli. Los chicos estudiaban y trabajaban, en parte, para poder pagar las cuentas de teléfono que eran larga distancia y duraban horas entre charlas, peleas, arreglos propios del noviazgo, hasta que pudieron comprarse sus primeros celulares, aquellos “ladrillos” que eran la novedad.
Luego de siete años Gonzalo la invitó a comer a un pequeño restaurante en el bajo de San Isidro sobre el río, “era una cabañita divina, con pocas mesas, iluminado con velas y lucecitas. Estábamos hablando y de repente me dice “Loli, estuve pensando, ¿te querés casar conmigo?”, yo me quedé como pasmada, nunca lo imaginé, me pareció que el tiempo había volado y feliz acepté”, recuerda Loli. El 5 de marzo de 2005 dieron el sí frente al altar.
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