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Cuando Magdalena y Martín decidieron dar el siguiente paso en su relación, de inmediato supieron que él no podría estar ausente el gran día. Es más, el vínculo que la pareja había formado con el perro de raza Akita japonés de 9 años era tan especial, que quisieron que el día de la ceremonia fuera quien llegara hasta el altar con el símbolo que sellaría la unión entre ellos.
“Thor estuvo en mi mente desde muy chica cuando me preguntaban ¿cómo te imaginas cuando seas grande? Yo solo tenía claro dos cosas: que quería vivir sola con un perro y ser médica. Lo de la medicina quedó en el camino, no era lo mío. Pero cuando finalmente me mudé sola, la idea de convivir con un perro se volvió una realidad. Thor llegó a mi vida de una manera revoltosa, complicada y por momentos dolorosa, pero llegó para cambiármela por completo”, recuerda Magdalena.
“Mi sueño se había vuelto realidad”
Lo vio por primera vez en una publicación en Facebook y un sábado de marzo se levantó temprano para limpiar el departamento donde entonces vivía, pasar por la veterinaria para comprar lo necesario para recibir al cachorro y viajar hasta la dirección que le habían pasado para retirar al animal.
“Lo fui a buscar con Belu, mi mejor amiga. El viaje fue 100 % alegría, hubo risas, nos perdimos -por supuesto- y seguimos con mucha charla y música. Finalmente llegamos a la dirección que me habían dado. Me pareció un poco raro: era como una casa vacía y allí solo había una persona con el cachorro. Me dio los papeles de Thor, algunas indicaciones de la alimentación y nos fuimos. Viajó en los brazos de Belu muy tranquilo”.
Esa misma tarde lo llevaron al veterinario. Al médico que lo atendió le llamó la atención la panza hinchada y sospechó de la ficha de vacunación ya que no estaba sellada ni firmada por un profesional matriculado. Le dio un antiparasitario y acordaron una nueva cita para control e inicio del plan de vacunación.
“Algo no andaba bien”
“Los dos primeros días fueron increíbles: verlo caminar con su andar gracioso y elegante a la vez era mágico. Jugaba con todo lo que encontraba en el camino, me despertaba y me seguía por toda la casa. El lunes me fui a trabajar. Cuando llegué de vuelta, abrí la puerta y él estaba acostado arriba de un buzo mío. En cuanto me vio, corrió hacia mí con una alegría indescriptible. Mi sueño se había vuelto una realidad. El martes deseaba volver del trabajo para abrir la puerta otra vez y que me reciba de la misma manera. Pero, cuando llegué, lo encontré acostado en su manta, muy apagado y apenas tuvo ánimo de mover la cola. Había vomitado varias veces en diferentes lugares de la casa. Algo no andaba bien”.
Esa misma noche recibió una triste noticia. A través de Facebook una persona que vivía en La Plata le escribió para contarle que uno de los cachorros de la camada de Thor había muerto porque la madre tenía parvovirus. Todos los cachorros estaban contagiados. Según los especialistas de CanCat -empresa que comercializa los productos para perros y gatos más innovadores a nivel mundial- el parvovirus es una enfermedad que afecta principalmente a cachorros. Es altamente contagiosa y puede llevar a la muerte: ataca los glóbulos blancos, afecta a los intestinos y se manifiesta con vómitos y diarrea sanguinolenta.
“Esa noche Thor no me despertó, no me siguió y no tenía ganas de jugar. A la mañana siguiente me fui a trabajar. Pero sentía que tenía que volver a estar con él, me agarro dolor de estómago en el subte, así que me bajé y me volví a casa. Ahí empezó la peor parte, lo llevé de urgencia a la veterinaria. Thor estaba grave y solo dependíamos de que el suero y los antibióticos dieran algún resultado”.
A partir de ese momento todo fue de mal en peor: vómitos y diarrea con sangre. Magdalena se preparaba para lo peor. “Thor parecía que se alejaba. Pasaba las noches en el balcón, hacía frío, pero yo igualmente lo tapaba y me quedaba sentada con una manta al lado de él. Durante el día venían mis amigos a acompañarme, pasábamos horas en la veterinaria, que por suerte la abrían para Thor hasta el feriado. Llegó un momento donde empecé a pensar las posibilidades, ¿qué podía hacer? ¿Cuánto más podía bancar la situación? Porque la realidad era que no podía faltar al trabajo o seguir llegando tarde y se me estaba terminando el sueldo para seguir pagando los gastos de la veterinaria. Dentro mío me preguntaba si Thor quería seguir peleando o si estaba cansado ya y no quería saber más nada, me parecía mucho sufrimiento para un cachorro tan chiquito”.
“Era la señal que necesitaba”
Fue esa misma noche, mientras estaba sentada en el piso con él pensando que quizá hasta ahí era suficiente, que Thor se levantó y se trepó a lamerle la cara y mover la cola, algo que hacía días no pasaba. “Lloré de emoción porque era la señal que necesitaba para confiar en que iba a salir de eso”. Después de ese momento fue mejorando día a día, y de a poco empezó a comer. Hasta que finalmente recibió el alta.
Recuperado del parvovirus, Thor demoró en poder salir a pasear y sociabilizar con otros perros. “Tuvo varios problemas de conducta, rompió todo lo que encontró en el camino, hasta se comió las paredes del departamento. Según la adiestradora, tenía ansiedad por separación. Por eso me recomendó que tuviera un paseador para que gastara energía. No duró muchos meses con los primeros paseadores. Era mucha plata para mí pagar eso y la adiestradora. Después tuvo una persona que lo buscaba a la mañana, lo llevaba a su casa que tenía jardín y sus perros, y me lo traía a la noche, durante muchos años fue así. Pero con el tiempo empecé a sentir la necesidad de que él estuviera más en casa”.
Fue en ese momento que Magdalena se mudó con Martín, su pareja, al barrio de Colegiales, en la ciudad de Buenos Aires. Allí contrataron los servicios de Luis Melano, paseador orientado en el deporte canino. “Enviamos un formulario que aparecía en la página de ellos y a los días respondió Luis. Primero nos hizo varias preguntas para conocer un poco a Thor y saber qué es lo que estábamos buscando. Después pactamos una entrevista en casa para conocernos. A los días Thor ya era un integrante más de la manada de Colegiales. Así comenzó nuestro vínculo que hoy ya es una gran amistad”.
“El deseo más grande de la pareja: que Thor entregara los anillos”
Thor se presentó ante Luis Melano como un perro joven, con energía y mucha ternura dentro. Pero a la vez dio una muestra de ciertas reacciones que debía mantener controladas. “Los responsables de Thor son clientes desde mucho antes de la pandemia. Cuando se mudaron juntos, buscaron un paseador y me encontraron, por lo que comenzó a formarse el típico vínculo. Con el pasar de los años, pudimos conocernos mucho más. Nutriendo el vínculo entre nosotros, acontece en la vida de ellos casarse. El deseo más grande de la pareja era que Thor les entregara los anillos en la ceremonia. Y, su pedido, justamente, fue que yo hiciera eso posible”, recuerda Melano.
Como es común que suceda en casamientos donde el perro lleva los anillos hacia los novios, pueden suceder ciertos imprevistos o indeseables. Las actividades que Luis propuso para Thor siempre estuvieron guiadas por la primicia de cuidar la integridad del perro, la de su manada y la de los humanos que lo cuidan. “Todo se centraba en una energía de calma que primaba ante todo sobre estímulo. La segunda primicia era hacer algo porque los dos queríamos y no porque yo se lo ordenaba. Entonces comenzamos a recurrir a la correa para que le pudiera comunicar lo que necesitaba sin decir ninguna orden, sino con suaves movimientos: izquierda, derecha, frenar, reducir la marcha, relajarse”.
El día anterior a la ceremonia, Thor descansó en el pensionado de Luis y se mantuvo en calma. Horas antes de presentarse ante el altar, recibió un cepillado al sol, paseó una hora con enriquecimiento de ambiente y descansó un rato.
“Nos convertimos en una familia de tres”
“Ver a Thor con su smoking, acercarme al público y comenzar a escuchar comentarios bajitos sobre lo lindo que estaba, ver a Magu, a Martín, que la distancia se achicaba, me movilizó muchísimo. Cuando llegamos al altar, Martín agarró a Thor y me hice rápido a un lado para que le sacaran fotos. Martín se agachó para retirar los anillos, yo volví a escena, tomé a Thor y me fui por un costado para desestresarlo. Ya fuera de la vista de todos, le puse una correa larga y lo liberé”. Luis sabía que una de las recompensas más grandes de Thor es correr de un lado a otro en espacios chicos, así que corrió y corrió para sacar toda su energía acumulada y luego de eso, fue momento de volver a casa a descansar.
“Thor es mi compañero hace 9 años, Martín llegó a nuestra vida para completarla, así que para mí era muy importante que él estuviera ese día. Nos parecía que el hecho de que él llevara las alianzas era la manera de hacerlo cómplice y testigo de esta unión, porque el compromiso de amarnos y respetarnos también lo involucra a él, nos convertimos en una familia de tres”.
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