Se cansaron de la rutina, renunciaron a sus trabajos y tomaron una decisión que descolocó a su familia
Cuando tenían 54 años, envueltos de miedos por renunciar a una vida de lujos, decidieron armar las valijas y emprender un camino de aventuras
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Marta Cecilia Jaramillo, de 60 años, odontóloga de profesión y viajera por convicción, y Felipe Serrano, un administrador de empresas que estuvo 34 años de su vida al servicio de Jarris, una empresa de pollo creada en Santander (Colombia), decidieron dejar todo lo que estaban haciendo en su vida profesional y soltar su éxito laboral para dedicarse a conocer el mundo.
Fue la decisión más dura de sus vidas y para su ego: ninguno de los dos recibió su jubilación cuando, sin pensarlo, eligieron desapegarse de todo lo material y comenzar a conocer las culturas y tradiciones que les regala el mundo a través de sus visitas turísticas.
El plan de renunciar a todo comenzó a rondar en sus cabezas en 2015, cuando por costumbre viajaban en sus vacaciones anuales. Entonces, se cuestionaron el hecho de tener plata guardada en una entidad bancaria, pero sin disfrutarla.
Fue ahí cuando Felipe decidió tomarse un año sabático para planear el primer recorrido que duró dos años y medio y lo hicieron en auto, mientras que su esposa seguía con su trabajo.
“Yo seguía trabajando y estábamos planeando las próximas vacaciones y él dijo vamos a América del Sur. Todos los años salíamos a viajar a algún lado. Le dije a mi esposo ‘vamos a Chile’, se regaló un año sabático y comenzó a buscar en internet cómo viajar en auto por otros países. En septiembre del 2016 dejó de trabajar, nos metimos de lleno a armar el auto. Fueron 19 años trabajando y comprendí que no quería ser más odontóloga y pedí mi bono pensional “, recordó la mujer.
Finalmente, el plan para durar dos años y medio fuera de casa fue de ocho meses. Ellos, quienes estaban estables económicamente y, según dicen, en su mejor momento laboral, renunciaron a sus trabajos. Felipe le contó a EL TIEMPO que cuando iban a viajar hicieron un análisis financiero para poder balancearse económicamente durante los siguientes años. En medio de risas, dijo que se gastaba más dinero pagando servicios que conociendo el mundo.
“La situación más difícil fue entender que nosotros somos los directores de nuestra vida, el dejar de producir dinero en una etapa productiva fue lo más duro para esa decisión, hicimos un análisis financiero en el que planeamos seguir viajando tranquilamente siendo overlanders, no en los lugares caros, sino basado en que la aventura es el camino y no el destino”, relató Felipe Serrano.
La aventura comenzó en enero de 2017. La pareja de esposos inició su recorrido en Punta gallina, más al norte del continente sudamericano, y comenzaron a bajar por Colombia, a conocer su propio país, fueron a Santa Marta, Barranquilla, Medellín, el Eje Cafetero, el desierto de la Tatacoa, para terminar saliendo a Ecuador por el Putumayo. Luego recorrieron países como Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil.
Sus hospedajes eran en hostales, alquilaban apartamentos a través de Airbnb o se quedaban en el auto que acoplaron para el viaje. Ese vehículo fue particular, ya que lo acomodaron para que pudieran cocinar al interior de él. Arriba crearon su carpa para poder descansar y en la parte trasera guardaban su closet, el alimento y el vino que no les podía faltar en cada aventura.” “La libertad es infinita, solo hay barreras mentales”, dijo Felipe al preguntarle sobre el recorrido del viaje.
El hombre contó que en ese viaje los retos fueron duros, el primero: el miedo de convivir con su pareja las 24 horas del día, toda la semana, sin embargo, fue una prueba superada y lograron entenderse y comprender que en algún momento cada uno necesitaba su espacio de silencio.
“En los primeros dos años, el reto es que íbamos a convivir todo el día. Estudiamos, leímos, vimos videos, y es una prueba de las parejas y nos fue muy bien, es un proceso de aprendizaje. Entendimos que cada uno merece el espacio, ella quería estar en silencio, no es que pase nada, es normal que se moleste por algo, es aprender a manejar eso, y a ver qué tan recursiva es la pareja a resolver”, dijo Felipe.
El segundo reto en este viaje fue el miedo que tenían de su seguridad. La pareja precisó que una cosa es lo que sale en los medios de comunicación y otra muy diferente lo que se vive conviviendo como sociedad. Para Marta y Felipe, con la primera experiencia de viaje que tuvieron, descubrieron que el 99% de las personas son buenas y tienen las mejores intenciones.
Esta primera experiencia de overlander solo les dejó el robo de una placa del auto y una pimpina de gas. El tercer reto y que para ellos fue muy difícil, fue la capacidad de recibir. Por ejemplo, dejarse invitar de una comida u hospedaje de un extraño y desconocido, por el miedo a que les hicieran algo o no fuera la mejor atención.
“Estando en Perú, en islas Paracas, llegó señor de una buseta, se acercó y nos pusimos a hablar, cuando se iba a ir, nos invitó a la casa, yo apunté el número, al llegar al Valle Sagrado, yo me pregunté, ¿dónde vivirá?, es un conductor, no lo conocemos, no se sabe. Finalmente, le escribí, llegamos a unas casas mal construidas, encontramos una tapia pisada, y abrimos la puerta, así como la película de Disney, la cocina era grande, un sector lleno de vinos, con almohada de plumas de ganso, nos recibió, era un tipo muy rico de allá y maneja buseta porque es su hobby”, dijo sorprendido Felipe, al entender que como ser humano no se enseña a recibir.
Finalmente, llegaron el cinco de abril de 2019 a Santander, luego de recorrer 80 mil kilómetros y conocer nueve países en auto. El único inconveniente que tuvieron en su vehículo fue una pinchada.
Felipe Serrano describió su primer viaje de la siguiente manera: “Lo esbozamos en un papel, sentados frente a la computadora. El viaje se lo hacen las personas de los sitios, nos dicen, ¿ya fueron a tal sitio, y los guían, la ruta inicial de recorrer 9 países se cumplió, pero los destinos fueron cambiando a medida que íbamos conociendo gente”.
Otro de los aprendizajes que tuvo Felipe y su esposa fue el no bañarse durante uno, dos o tres días. “Nos dimos cuenta de que no causaba la muerte”, entre risas relataban. Las mejores experiencias que se llevaron en este viaje fue conocer la gente. Marta Cecilia contó que conversaron con un señor de 80 años que llegó a Chile, luego de siete años de estar pedaleando en bicicleta desde Alaska. También hicieron amistades con otra señora de 80 años, de Argentina, que vendió todo para conocer el mundo en un camión.
En el camino de sus viajes se encontraron a adolescentes de tan solo 14 años que con mochila y bicicleta recorrían varios países. “Sale más barato viajar en overlander que estar en casa, gastamos menos, no se cree, pero es verdad, el viaje lo cambia a uno. No usás nada de marca, comes de todo, necesitás una computadora y una cámara buena, no pagás servicios, administración, los costos son el alojamiento, nafta y la alimentación, en cada país se come la comida tradicional”, explicó la pareja.
La nueva aventura
Desde el 2019 a la fecha Felipe planeó un viaje con más retos, porque este será de ocho años. La pareja tiene programado recorrer y conocer más Colombia como lo son los nevados del Cucuy, Ruíz, Tolima. Ir al Huila, Meta, Guaviare, Casanare, antes de salir del país.
Luego, su plan es ir por América del Sur e ir a Alaska, si el transportar el auto en los puertos no sale tan costoso, de lo contrario, se van a Brasil, Monte Video, recorren Europa, África, Asia Central, luego norte América y regresarían a Colombia.
Esta vez el viaje tiene un toque especial: cambiaron de auto, tiene como nombre, “la parcerita” y acoplaron el vehículo con más comodidades para las necesidades que tuvieron en el anterior viaje. Ahora tienen nueva cocina, luces, ventanas, camas, carpa, mosquitero, sobre carpa, espacio para aire acondicionado, entre otras cosas que las aprendieron por Internet.
Su aventura la iniciaron el 13 de marzo, y el mensaje que entrega la pareja de esposos santandereanos para quienes aman la aventura y el viaje es: “Todos somos iguales, uno aprende a sentir la energía del que está al frente, cada viaje es una huella digital”.
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