Una antigua idea asomó en un momento crítico, una mudanza a Manzanares, y el apoyo familiar, fueron la clave para llegar al éxito deseado
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Es un cálido sábado de sol otoñal. Las hojas de los árboles, de color ocre, anaranjado y carmín, caen sin cesar, dejando su rastro en cada rincón del pueblo de Manzanares (ubicado a 65 kilómetros de Capital Federal) en Zona Norte. En el jardín hay algunas gallinas ponedoras pastoreando, conviven muy bien con los perros de la zona. Al traspasar una pequeña tranquera de campo, se llega a una antigua casona color roja con techos de teja y ventanales de vidrio repartido.
El calor abrasador de una salamandra alimentada a leña invita a ingresar. Aunque la gran protagonista es la parrilla repleta de achuras y cortes de carne (desde un bife de chorizo hasta una tierna entraña). Enseguida, Daniel Alejandro Delaney, con sus distintivos anteojos, camisa y chaleco, te recibe en la entrada e invita a ubicarte en una de las rústicas mesas del salón de “El Colorado”, el emprendimiento familiar que abrió en 2021 en plena pandemia del Coronavirus.
A Daniel todo el mundo lo conoce como “El Colo”, el nombre de la parrilla es en su honor. Él es el alma del proyecto y el gran anfitrión de la casa. Le gusta estar detrás de cada detalle y recorrer cada una de las mesas del restaurante. De hecho, es un clásico encontrarlo sentado en alguna conversación con algún habitué o parroquiano del barrio.
Desde jovencito aprendió el arte de la buena mesa y el sabor inigualable de los platos caseros junto a su abuela materna Genoveva. “Vengo de una familia de ascendencia asturiana con una gran pasión por la comida. Cuándo éramos chicos pasábamos mucho tiempo con nuestra abuela. Ella siempre supo malcriarme con los mejores platos”, cuenta, quien en 1985 ingresó a la empresa de catering aéreo (Buenos Aires Catering) y desde entonces jamás se alejó del rubro.
Luego, en la década del 90 fundó su primera empresa dedicada a eventos corporativos llamada “Catering Plus”. En 1999 fue por más y junto al chef Juan Portela, crearon una distinguida propuesta francesa en Pilar “Le Coq Bleu”, que luego también se trasladó al club francés con sede en Capital Federal. En este bistró con aires parisinos se podía disfrutar de algunos platos tradicionales como la sopa de cebolla gratinada, pollo al sésamo y unos tallarines cortados a cuchillo con salsa de limón y caviar. En ese entonces, el emprendedor también trabajaba en la concesión de varios restaurantes de clubes de Zona Norte. Tras la inesperada pandemia, varias de estas concesiones fueron cerrando. “Como para mucha gente fue una etapa muy dura, de mucha incertidumbre y angustia”, asegura. “El Colo” tuvo que barajar las cartas nuevamente y arrancar de cero.
La idea de una parrilla para amigos y familia
Desde hacía tiempo, que venía dándole vueltas a la cabeza a la idea de armar una parrilla. Un día le comentó su proyecto a su cuñado, Pato. “Quería armar una propuesta simple, donde se disfrute de la comida y que sea un ambiente de familia y amigos. Cuándo encontramos este local en Manzanares, la idea de crear un punto de encuentro en el centro del pueblo terminó de convencernos. Con mi mujer, Sofia, teníamos algunos ahorros y decidimos asociarnos y darle para adelante. La pandemia fue muy dura para todos, fue una forma de salir adelante y hacernos fuertes como familia”, cuenta Patricio. Mientras diseñaban el concepto de la parrilla, “El Colo” y su mujer Lourdes se mudaron a Manzanares. Los enamoró la calma y la amabilidad de los vecinos del pueblo. Fue una casualidad, pero en una de sus caminatas encontraron a la venta el fondo de comercio de una parrilla. El sitio parecía ideal. Tras varios meses de obra y con colaboración de toda la familia, finalmente abrieron las puertas de “El Colorado” el 7 de octubre de 2021, cuando la pandemia parecía dar un respiro. “Queríamos crear un espacio que transmita la esencia del campo dónde cualquiera pueda venir y sentirse cómodo, relajado, como si estuviera en la casa de un familiar o un amigo”, detalla Daniel.
En la decoración predomina la madera y los cuadros con fotografías campestres o de distintos rincones emblemáticos del pueblo. Toda la familia colabora en el día a día del proyecto. “Mi yerno y mi socio, me ayuda con los números y la administración. Una de mis hijas se encarga de las redes. Otra es fotógrafa y diseñadora y hace flyers, menús y contenido. Mi mujer se ocupó de desarrollar las recetas y que la carta tenga recetas familiares que siempre se han hecho en nuestra casa”, adelanta.
En el centro de la casona está la verdadera protagonista: la parrilla que alimentan a leña y carbón. Dani cuenta que la suelen encender a las diez de la mañana para el horario del mediodía y a las seis de la tarde para el turno nocturno. Los cortes estrella son, sin dudas, el ojo de bife y la entraña. También hay asado de tira, costillar (para compartir), vacío y bife de chorizo. Otro clásico es la tabla de achuras con chorizo, morcilla, chinchulín y mollejas. Para comenzar, la gran vedette son las empanadas de carne cortada a cuchillo fritas. Aunque no se quedan atrás los buñuelos de espinaca con una receta de Lourdes o la provoleta especial con panceta, tomates secos y cebolla caramelizada. La panera merece una mención aparte y es una insignia de la casa. “Los clientes la aprecian y la halagan mucho. Ofrecemos panes saborizados y scons de queso, todo casero”, asegura Dani. Aunque el fuerte son las carnes, también ofrecen algunos platos caseros como pastas y minutas de bodegón. Desde unos ravioles de espinaca, sorrentinos de jamón y queso o una suculenta milanesa napolitana con papas fritas y puré.
La pequeña vinoteca en un rincón de la casa: cada uno elige
No cuentan con carta de vinos, parte de la experiencia es que el comensal se acerque a elegir la botella que más le agrade. “Los vinos se encuentran exhibidos en estanterías, como si fuera una cava personal, cada uno con su etiqueta y su precio. Tratamos de armar una selección variada para todos los gustos y bolsillos”, explica. Para el momento del postre, un ícono indiscutido es el flan casero mixto (con dulce de leche y crema). También tiene gran salida el brownie artesanal acompañado con una bocha de crema americana y salsa de frutos rojos o el clásico vigilante, queso y dulce (de membrillo o batata).
“El sueño siempre es expandirse, pensar, tal vez, en abrir una segunda parrilla en otro país”, remata “El Colo” y se dirige a una de las mesas. “¿Qué tal el punto de la carne?”, consulta. Él está detrás de cada mínimo detalle. Este quizás sea uno de los mayores secretos de este gran anfitrión.
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