Los nervios se habían adueñado de ella. Los minutos pasaban en la Convención de Cómics de San Diego de 2013 y la física Rebecca Thompson-Flagg aún no se decidía. ¿Levantarse y enfilar hacia al micrófono o no? ¿Arriesgarse a hacer el ridículo y a que las casi mil personas presentes se rieran de ella? Al final, en un acto de arrojo, se levantó, caminó los 25 metros que separaban su asiento del micrófono y, en el momento que se habilitaron las preguntas del público durante el panel de celebración de los 20 años de The X-Files, le confesó a la actriz Gillian Anderson: "Sé que el personaje de Dana Scully antes de graduarse de médica estudió física. Eso me inspiró a elegir mi carrera y a atravesar mi doctorado. ¡Quería agradecértelo!".
Esta investigadora de la American Physical Society –quien, curiosamente, creó el cómic Spectra: The Original Laser Superhero para incentivar vocaciones científicas en adolescentes– había sido alcanzada por lo que se conoce como el "efecto Scully" (o "The Scully Effect").
Según un análisis del Instituto Geena Davis sobre Género en los Medios, el 63% de las mujeres que hoy se dedican a las ciencias eligieron su profesión influenciadas directa o indirectamente por el personaje de la escéptica y pelirroja oficial del FBI de esta serie que se emitió por FOX durante nueve temporadas –de 1993 a 2002– y tuvo dos películas, antes de regresar a la televisión en 2016.
Según un estudio, el 63% de las mujeres que hoy se dedican a la ciencia en los Estados Unidos se inspiraron en el personaje de Gillian Anderson en The X-Files.
"En el mundo de los medios de entretenimiento, donde los científicos a menudo son retratados como hombres blancos vistiendo batas blancas y trabajando solos en laboratorios –señala el informe–, Scully se destacó en la década de 1990 como el único personaje femenino de STEM (siglas de Science, Technology, Engineering y Mathematics) en un papel prominente de televisión en horario estelar".
De repente tener a una protagonista inteligente, apreciada por su compañero, fue asombroso. Muchas mujeres dijeron: 'Esa soy yo' o 'Quiero ser ella'
En la década de 1990, la irrupción de Scully fue una brusca desviación del estereotipo del científico que dominaba en el imaginario popular: "Hasta entonces, no veíamos ese tipo de mujeres representadas en la televisión –advierte la actriz Gillian Anderson–. Así que de repente tener a una protagonista inteligente, apreciada por su compañero, fue asombroso. Muchas mujeres dijeron: «Esa soy yo» o «Quiero ser ella»".
Si bien es difícil medir o hablar de causalidad directa, hay que reconocer que series y películas sirven para moldear opiniones, creencias y percepciones sobre diversos temas.
The X-Files no es la única serie que ha tenido este efecto. Lisa Simpson ha hecho más por la comunicación científica que muchas universidades. Como ha señalado Matt Groening, Lisa es el centro moral y la voz de la familia y de la serie: lectora precoz, saxofonista, vegetariana, feminista, ecologista, campeona de la razón científica, idealista, oradora y pensadora independiente.
Pero no es la norma. "Podría utilizarse cualquier film de Hollywood –afirma la profesora estadounidense E. Ann Kaplan– para mostrar cómo se ha relegado a las mujeres al silencio, la ausencia, la marginalidad mediante el poder dominador de la mirada masculina".
De ahí la importancia de una cada vez mayor representación femenina: hasta hace no mucho, la presencia de mujeres científicas fuertes que desafiaban al cliché –como la lingüista Nyota Uhura (Viaje a las estrellas) o la ingeniera Ellen Ripley (Alien, 1979)– eran la excepción. Y, si bien continúa habiendo casos en que a las científicas se las presenta exclusivamente como jóvenes, atléticas y con gafas para parecer inteligentes –es decir, intelectual y físicamente seductoras–, con los años se han multiplicado los casos de personajes independientes y para respetar como la doctora Beverly Crusher (Star Trek: The Next Generation), Cosima Niehaus (Orphan Black), la xenoantropóloga Michael Burnham (Star Trek: Discovery). O la astronauta francesa Sarah de la inminente película Proxima, en la que el personaje de Eva Green deja a su hija en la Tierra para pasar un año a bordo de la Estación Espacial Internacional. Allí deberá enfrentarse a un adversario mucho más incómodo y ubicuo que el aislamiento, la microgravedad y la reclusión: el machismo científico.