La popular actividad fue incorporada a la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, debido a la importancia que tiene en el mundo del mindfulness
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Es una tarde de marzo inusualmente soleada en Estonia, pero yo estoy en el oscuro corazón de un sauna de humo, tumbada en un banco, completamente desnuda. Mis pies están apoyados en una viga de madera cubierta de hollín y mi cabeza descansa sobre un viht, un pequeño manojo de finas ramas de roble que está destinado a azotar mi cuerpo desnudo para eliminar las células muertas de la piel y estimular la circulación. Pero por el momento, es una almohada.
Las hojas secas, empapadas en agua, son flexibles. Su olor a tierra y el aroma del humo llenan mis fosas nasales. El aire está húmedo y gotas de sudor cubren mi cuerpo.
Eda Veeroja, la propietaria de “Mooska Smoke Sauna”, también está desnuda. Rocía agua sobre piedras calientes apiladas sobre la estufa de ladrillo. “Olen tuul üle väljade... Sind hoian, hoian endas [Soy el viento que cruza los campos... Te abrazo, te abrazo]”, canta. La melodía, como una canción de cuna, queda suspendida en el aire como el leil, el vapor que sale de las rocas.
Mooska está situada en el extremo sudoriental de Estonia, a unos 20 km de la frontera rusa en línea recta. Forma parte de Vana Võromaa, o antigua Võromaa, que abarca los actuales condados de Võru y Polva, además de partes de los condados de Tartu y Valga.
Esta remota región de colinas onduladas es el hogar ancestral del võro, una lengua ugrofinesa similar al estonio con unos 70.000 hablantes nativos.
Veeroja pasó las últimas ocho horas preparando el sauna. Durante las seis horas que dura el proceso de calentamiento, alimentó con leños la estufa situada en el interior de la sala de vapor. Como el lugar no tiene chimenea, la sala de vapor se llena de humo y el aire caliente sube hasta el techo, dejando abajo el suficiente aire limpio para que ella pueda seguir atizando el fuego.
Cuando la temperatura interior supera los 80 ºC, abre una pequeña trampilla en el techo para ventilar el sauna durante dos horas antes de que entremos.
Los saunas, de una forma u otra, existen en el norte de Europa desde hace milenios. Las antiguas viviendas de Estonia eran pequeñas estructuras sin chimenea con una estufa en un rincón, lo que significaba que las casas podían utilizarse como saunas o viceversa.
Una excavación realizada en la década de 1980 en el norte de Estonia proporcionó lo que parece ser la primera prueba arqueológica de un sauna independiente construida ex profeso, datada entre los siglos XII y XIII, probablemente antes de la primera mención escrita de la palabra “sauna” en estonio, en 1241.
Tradición milenaria
A partir de las Cruzadas del Norte, la cultura germánica se impuso sobre el comercio y la religión locales, y los germanos bálticos constituyeron la mayor parte de la nobleza terrateniente de Estonia, a pesar de que el control del territorio estonio pasó de los daneses a los suecos y, finalmente, al Imperio ruso.
Durante la Edad Media, los albañiles construyeron “estufas sin humo” (estufas con chimenea) para los ciudadanos ricos y algunos baños urbanos. Sin embargo, la cultura local estonia –incluida la del sauna– permaneció sellada en una cápsula del tiempo durante 700 años, según el libro “Sauna: historia, cultura, salud y construcción” (2023), especialmente en el sur de Estonia, alejado de las ciudades hanseáticas y las rutas comerciales.
La vida de los campesinos apenas mejoró durante siglos, y los saunas del sur de Estonia siguieron construyéndose en su mayoría sin chimenea hasta la década de 1920.
Tras el fin de la ocupación de Estonia por la Unión Soviética en 1991, Veeroja viajó por Estonia y Europa. Pronto se dio cuenta de que las prácticas de sauna habían cambiado debido al aumento de la urbanización y la llegada de los calentadores eléctricos. No obstante, vio que los saunas de humo de Võromaa aún conservaban algo conmovedor que las demás habían perdido hacía tiempo, y se dio cuenta de que tenía algo especial que compartir en su propio patio trasero.
A partir de 2009, Veeroja lideró la iniciativa para que la tradición del sauna de humo de Võromaa fuera incluida en la lista de la Unesco, y en 2014 se incorporó a la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial. La lista incluye el edificio del sauna de humo, su construcción y reparación, y las costumbres relacionadas, como ahumar carne en el sauna, los rituales relacionados con las celebraciones y la curación y la elaboración del viht.
“Útero cósmico”
Los saunas de humo incluso debutaron en el cine internacional el año pasado con el estreno de Smoke Sauna Sisterhood, dirigida por Anna Hints. Hints –natural de Võru, capital del condado de Võru– pasó siete años documentando las experiencias de un grupo de mujeres que visitaron numerosos saunas de humo en el sur de Estonia, incluida Mooska.
En la película, el sauna de humo es como un confesionario. Las mujeres se abren. Ríen y lloran, cantan y guardan silencio. El sauna de humo se convierte en un personaje más –el “útero cósmico”, como lo llama Hints– que está ahí para contener y curar.
Después de casi nueve años en Estonia, estuve en más saunas de las que puedo contar, aunque nunca en uno de humo. No me preocupaba el calor ni la desnudez. Incluso la idea de una zambullida fría entre sesiones de sudor era estimulante. Era el “alma” del sauna de humo lo que me ponía un poco nerviosa.
Cuando hablé con Hints por video para preparar mi visita a Mooska, me explicó que ir al sauna, especialmente a la de humo, puede ser una práctica espiritual. “Siempre ha sido terapéutico... con el calor, la suciedad física empieza a salir de las capas más profundas a la superficie y luego empieza a salir la suciedad emocional... Tienes el calor para sudarlo. Tienes el agua para lavarla”, dijo Hints.
Práctica espiritual
“La abuela siempre decía que en el sauna de humo no sólo te lavas el cuerpo, sino también el alma”. En Mooska, me friego el cuerpo con ceniza, sudo y luego me enjuago en un estanque medio cubierto de hielo.
Después vuelvo al sauna, donde me embadurno de miel, me flagelo el cuerpo, desde la planta de los pies hasta el cuello, con el viht y vuelvo a sumergirme en el estanque. De nuevo en el sauna, me tumbo boca abajo para que Veeroja me aplique el viht en la espalda.
Entre sesión y sesión, me relajo en la acogedora sala de descanso frente a una estufa de leña. En lo que sólo puede describirse como mitad lección de historia, mitad meditación guiada, Veeroja habla de las tradiciones del sauna de humo de Võromaa mientras yo tomo té caliente y savia de arce fría cosechada de los árboles que se talan fuera. Como no miré ni una sola vez el teléfono, perdí la noción del tiempo.
En el pasado, los estonios no habrían considerado que ir al sauna fuera una práctica de mindfulness, aunque sin duda era una oportunidad para relajarse y socializar tras una semana repleta de trabajo físico. La población campesina del sur de Estonia tampoco tenía acceso a los médicos que trataban a los ricos terratenientes y a la gente de las mansiones, así que recurrían al sauna para curar sus dolores y molestias.
En la actualidad, la mayoría acude al médico cuando está enferma, pero Veeroja, al igual que Hints, cree que el sauna puede servir para tratar los males espirituales de la sociedad moderna. Los estudios demostraron los beneficios físicos de la terapia de calor, como la mejora de la circulación y la respuesta inmunitaria, pero la experiencia del sauna en Mooska se centra en los beneficios mentales.
Beneficios mentales
A los visitantes de Mooska no se les golpeará con un ala de ganso si son bizcos, ni se utilizarán helechos para romper maldiciones, aunque estas costumbres fueron antaño práctica común. Sin embargo, el ritual de saludo y agradecimiento al sauna se mantiene. Se trata de dar a los saunistas un espacio para relajarse. Por ejemplo, frotarse con ceniza es una excelente exfoliación, pero también conecta la mente con las sensaciones corporales.
“Las personas que nunca estuvieron en un sauna, pero que hacen prácticas espirituales con regularidad, como yoga o meditación, se sienten como en casa en el sauna”, dijo Veeroja. “Si alguien encuentra comodidad y le gusta lo que hacemos en un sauna de humo, entonces [el sauna de humo] puede extenderse tanto como la cultura del yoga”, agregó.
Con el caché cultural que les proporcionó la Unesco y la popularidad de la película de Hints, los estonios están volviendo a sus raíces y utilizando el sauna de humo para bajar el ritmo y volver a conectar con la familia y la naturaleza, al tiempo que reconocen las ventajas económicas de preservar esta antigua cultura.
En su adolescencia, Anti Konsap, de 36 años, pasó dos años viviendo en un sauna con su hermano mayor mientras sus padres trabajaban para terminar de construir su casa. A pesar de recordar aquellos años como solitarios y oscuros, Konsap nunca perdió su amor por los saunas. Incluso durante su servicio militar, los saunas semanales le proporcionaban el alivio que tanto necesitaba, como le ocurría antes a los trabajadores agrícolas.
Conectar con las viejas almas
El año pasado, recuperó las paredes de un sauna de humo que iba a ser demolida y contrató a un constructor para reconstruirla en un bosquecillo de abedules al sur de Võru. La sauna de humo es un proyecto que le apasiona y que espera poder compartir con los viajeros que visiten Estonia.
Le pregunté a Konsap si tener un sauna de humo le hace sentirse más conectado con el pasado. “No soy demasiado religioso, pero creo que el sauna es un buen lugar para hablar con los espíritus. Piensas en los viejos tiempos, y en los abuelos y en la gente que vivió antes que tú. Es un lugar para conectar con las viejas almas”, respondió.
En la oscuridad del sauna de Mooska, no hablo con los espíritus. No creo en ellos y, si lo hiciera, estarían en Estados Unidos, de donde soy, no aquí en Estonia. Mientras tanto, Veeroja canta en voz baja en inglés: “Estás entero; eres suficiente”. No sé si estoy curada de todo lo que me aflige, pero me siento completa y maravillosamente presente en mi cuerpo y en este lugar. Y eso es suficiente.
*Por Hillary Millán
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