
Santiago Mitre: "La política es la gran obsesión argentina"
Es uno de los cineastas más reconocidos y exitosos. A punto de estrenar un nuevo film en el que Darín interpreta a un presidente, habla de su vertiginosa carrera y de cómo narrar el poder después de House of Cards

"El mal existe. No se llega a presidente si uno no lo ha visto un par de veces al menos.” La frase sale de boca de Ricardo Darín, que interpreta al presidente argentino Hernán Blanco, sentado en las sombras, en una habitación de hotel. Cuando la pronuncia, ya estamos inmersos en el corazón oscuro de La cordillera, la nueva película del director y guionista Santiago Mitre. Apenas antes, el mandatario recuperó un recuerdo profundo, una anécdota sobre su infancia y sus primeros encuentros con una especie de zorro rojo con cuernos que, según le contó su abuelo, no era otro que el Diablo.
Destinada a convertirse en la película argentina más convocante del año, la de mayor proyección internacional, La cordillera habla de la relación entre la política y el Mal. Un mal superior, luciferino.
Entra en escena Christian Slater, cuya participación se convirtió en uno de los factores promocionales del film, a fines del año pasado, cuando el actor de Mr. Robot llegó para filmar con Darín. “Filmamos la escena durante las semanas previas a las elecciones entre Donald Trump y Hillary Clinton –le cuenta Mitre a La Nación revista–. Slater es un demócrata furibundo. Y tiene una postura muy crítica de la política exterior norteamericana. Es muy progresista, o todo lo progresista que puede ser un norteamericano, así que se sintió muy identificado con lo que contaba el guión, y disfrutaba mucho de los diálogos que tenía que decir su personaje; se reía mucho con él. Después, cuando ganó Trump, me llamó por teléfono para ver si podíamos hacer alusiones más directas a los Estados Unidos del nuevo presidente, ya que la película se iba a estrenar en este nuevo contexto. Pero a mí me pareció que no hacía falta. Su personaje es suficientemente claro.”
Al frente ahora de una de las películas argentinas con mayor presupuesto de los últimos tiempos, hace sólo seis años Mitre surgía como una de las grandes revelaciones del cine local con El estudiante, un film de financiación independiente, un pequeño torbellino artístico que obtuvo resultados asombrosos y sacudió el panorama de la producción local prescindiendo de todo apoyo del INCAA. Protagonizada por un entonces poco conocido Esteban Lamothe, El estudiante narraba el ascenso dentro de la militancia política universitaria de Roque Espinosa, un muchacho del interior que llega a Buenos Aires sin mucha idea de qué hacer de su vida. El recorrido de Mitre entre aquella realización, rodada en fines de semana en aulas y pasillos de la UBA, y esta superproducción sostenida por los mismos coproductores de las enormes Relatos salvajes y El clan, ha sido intenso y veloz.

Para La cordillera, Mitre contó con la colaboración habitual de Mariano Llinás en el guión, confirmando una sociedad creativa (y una amistad) que lleva más de quince años. Trabajaron juntos los guiones de El estudiante y luego de La patota –remake libre del clásico de los 60 dirigido por Daniel Tinayre y protagonizado por Mirtha Legrand–, que se llevó el premio mayor en la Quincena de Realizadores de Cannes 2015 y en la que Dolores Fonzi interpreta a una mujer que decide seguir adelante con su embarazo, producto de una violación. Estrenada en los alrededores de la primera manifestación de #NiUnaMenos, La patota fue abrazada y rechazada por distintos sectores de la militancia feminista; pero la actuación de Fonzi fue recibida de manera unánime como una de las mejores de su carrera. Desde aquel rodaje, Mitre y su actriz-musa, que en La cordillera interpreta a la hija del presidente, están en pareja, y la suya se ha convertido en “una colaboración creativa muy potente”, según el director.
No siempre la combinación pareja-trabajo sale bien, pero acá parece funcionar a la perfección.
Para empezar, Dolores es una actriz talentosísima con la cual es muy fácil trabajar para cualquiera, porque es muy entregada a los procesos creativos. Y como tenemos mucha confianza no necesito emplear con ella ciertas estrategias que a veces sí tenés que usar con otros actores. Puedo decirle “esto no está funcionando, probemos esto otro”, y ella lo asume muy bien. Cuando no la estoy dirigiendo, ella me ayuda a mí a dirigir: se sienta conmigo frente al monitor y, como es amiga de Ricardo y de Erica Rivas [N. de la R.: Rivas interpreta a una asistente del presidente], yo podía pedirle que fuera a hacerles indicaciones. Como un director asistente.
El escenario principal del relato es una importante cumbre regional que tiene lugar en Chile y en la que la mayoría de los mandatarios discuten la creación de un ente petrolero multinacional, una suerte de OPEP latinoamericana. Darín interpreta a un personaje que podría ser un lejano devenir de Roque Espinosa, un Roque que llegó casi sin darse cuenta a la presidencia de la nación. Un presidente que se llama elocuentemente Blanco, el modelo del hombre común; una suerte de líder sin atributos, ni mucho carácter ni un carisma destacable, que sin embargo trepó a lo más alto del poder.
“El estudiante era en un principio sobre un personaje que, buscando su vocación, un poco perdido, encuentra la política y la asume desde un lugar práctico, desideologizado, casi como una profesión cualquiera. La historia de alguien que descubre una habilidad –dice Mitre–. Después, como pasa con muchos proyectos, esta historia política se fue desplegando y por el camino encontré cosas en las que quise seguir indagando. Porque una película no es una conclusión, si no la apertura hacia algo más.” La cordillera se presentó en la sección Una Cierta Mirada del último festival de Cannes y su estreno en el país está programado para el próximo 17 de agosto.
La política: pasión y ficción
“Es algo que para los argentinos es muy evidente pero que cuando muestro las películas en otros países tengo que explicarlo”, dice Mitre cuando se le pregunta por el origen de ese interés que surca casi toda su obra: la política. “La pasión o la obsesión en la Argentina no es el fútbol, no es el tango, ni los caballos, ni el psicoanálisis, sino la política. Es de lo que más se habla en los bares, en las mesas familiares, en las reuniones de amigos. La política es una obsesión, un problema, es todo para los argentinos.”

Y es el tema que más presente estuvo en tu familia a lo largo de tu vida.
Vengo de una familia a la que siempre le interesó la política. Mi bisabuelo, Carlos Rodríguez, fue ministro de agricultura y diputado en el gobierno de Hipólito Yrigoyen; mi abuelo, embajador durante el primer gobierno de Perón; mis padres fueron militantes de la juventud peronista, participaron del Frente Grande en los 90, y luego tuvieron un breve paso por el gobierno de la Alianza. Así que en mi casa dedicábamos menos tiempo a comentar los partidos de San Lorenzo que a analizar la interna del PJ de la provincia de Buenos Aires, o el paquete de medidas de un ministro. Mi viejo, el “Turco” Mitre, como le dicen en ámbitos políticos, trabajó varios años en el Mercosur, y ahora en la Aladi, que es otro organismo de cooperación regional. Entonces cuando me preguntan de dónde viene mi interés por la política, me resulta evidente. De todos lados. Pero de todos lados como a casi todos los que vivimos en este país, donde la política es así de devoradora. Lo cual está muy bien. Es algo que llama mucho la atención, y cierta admiración, incluso, en otros países. La pasión y el compromiso de los argentinos con la política. A nosotros nos enferma, pero no deja de tener algo meritorio. Ahora se pelean todos por la supuesta grieta, pero no creo que haya sido nunca de otra manera. Las antinomias estuvieron siempre. Son parte esencial del análisis político.
Dijiste que lo que te interesa es trabajar “la intimidad del poder”, pero tus películas parecen ser sobre algo más grande: la construcción de ese poder.
Esta película, y puede que a microescala también El estudiante, son sobre los entretelones del poder. Sobre cómo se lo construye y cómo se lo ejecuta. Eso que para el resto de los mortales es siempre una incógnita o una fantasía. Algo sobre lo que escuchamos mucho, pero que no sabemos realmente cómo es. La ficción nos da la posibilidad de armar hipótesis posibles. Darles imágenes a esas incógnitas. La política absorbe a la ficción y viceversa. Política y ficción se atraen como imanes. Consumimos la política en diarios, revistas, noticieros, como si fuera un conjunto de ficciones, y los políticos trabajan también construyendo ficción. Todos los elementos a su alrededor se ordenan para producir un mensaje, o un relato, o una codificación determinada. Y cuando uno piensa en los presidentes, o los políticos con mayor exposición, pareciera que no hay nada que quede por fuera de una intencionalidad determinada. Ni siquiera su vida familiar, mucho menos su relación con el pasado. Pero no todo se puede controlar. Siempre quedan cabos sueltos, puntos oscuros, y ahí es donde aparece la ficción para llenarlos.
¿Estudiaron las historias de políticos reales para construir a sus personajes?
Leo muchas biografías de políticos. Es casi literatura chatarra, pero me divierte mucho. Cuando escribía El estudiante me recomendaron que leyera una biografía sobre “el Coti" Nosiglia, que me pareció muy divertida. Luego leí una de Manzano. El otro, la de Duhalde, es increíble. También leí la de Gabi Cerruti sobre Macri, y la de Wainfeld sobre Kirchner. Digo esto y va a parecer que algunos de los personajes de la película están basados en estas biografías, pero ni a palos. Suelen ser tan intencionados estos libros que es difícil sacar algo concreto de ellos. Los consumo como literatura de ficción al cien por cien, y con un poco de morbo también. La verdad es que para construir el presidente Hernán Blanco no hubo nadie en particular, sino que tomamos cosas de varios personajes. En su construcción visual es claramente un político siglo XXI; pero en su extracción no es un funcionario que sale de la nada, sino uno que fue primero intendente, gobernador, finalmente presidente. Había alguna que otra cosa que encontramos en Macri que nos servía para definirlo. La familia como elemento central de la construcción de su imagen. O el hecho de que se trate de un político que llega a la presidencia de un modo sorpresivo, con muchas dudas. Pero creo que el personaje, y la película en general, es más producto del contexto… de vivir en esta época de crisis de los partidos políticos y de representaciones, donde es muy difícil encontrar alternativas a los proyectos problemáticos de años previos.

FILMAR EN LA ROSADA
La cordillera abre con una imagen significativa: los portones de la Casa Rosada, para apenas después ingresar a su interior. Mitre filmó dentro de la Casa de Gobierno, y también en el avión presidencial.
¿Cómo fue filmar en estos dos lugares?
Era importante para mí filmar en la Casa Rosada. Por el procedimiento de la película, que empieza de modo muy realista y luego va virando hacia otras zonas, era fundamental que fuese ahí, en la Casa de Gobierno. Nunca la hubiésemos podido reproducir en otro espacio. Las gestiones fueron largas y difíciles. La autorización definitiva se demoró mucho. Nunca pidieron el guión, creo que en algún momento se habló de unas fotos de Macri con Ricardo Darín, pero luego, como el último pedido fue que filmemos un domingo, no se hicieron. El Presidente no estaba ahí. Entonces, nuestro primer día de rodaje fue un domingo en la Casa Rosada. Un gran inicio para una filmación. En cuanto al Tango 01, sabíamos que había salido de circulación algunos meses después de que asumiera Macri. Se decía que estaba en venta. Así que, como primera estrategia, fuimos a buscar ese avión que no se estaba utilizando. Como siempre en la administración pública, ubicarlo fue difícil y que nos autoricen, aún más. El día de la filmación, con el avión en tierra por supuesto, hubo un temporal con vientos huracanados, tan fuerte que todo el interior se sacudía como si efectivamente estuviésemos volando. Fue dificilísimo filmar ahí dentro en esas condiciones.
En la cumbre en cuestión, el presidente Blanco se ve obligado a asumir conflictos complicados en dos frentes. Por un lado, el familiar, cuando su hija desaparece en medio de un escándalo con su ex marido. Por otro, el diplomático, ya que Blanco debe posicionarse frente a sus pares de Brasil y de México, que encarnan intereses opuestos en la cumbre. En medio de este tironeo, cuando estalla la crisis de la hija de Blanco, la película hace una de sus apuestas más fuertes, ensayando un gradual ingreso en el terreno de lo fantástico. La sugerencia del mentado encuentro con el Diablo es menos metafórico de lo que creíamos hasta entonces.
Esta aparición del Mal parece tener que ver con cierta idea de que el poder verdadero es algo cuya comprensión nos está vedada a la mayoría de los ciudadanos, algo que pertenece al orden de lo misterioso.
House of Cards era nuestro gran cuco a la hora de escribir esta película: una serie contemporánea y muy exitosa que tiene algunas cosas muy inteligentes y divertidas. Pero por suerte está muy lejos de la manera en que queríamos trabajar. Es en esto que digo siempre que Llinás me desafía a correr los límites en todo lo que escribimos: cuando encontramos la idea de meter el elemento fantástico, y esta cuestión en torno a ciertos recuerdos de la hija del presidente y la posibilidad de un crimen cometido en el pasado, la película se volvió un objeto más indescifrable y original. Aparece la idea del misterio. La política es como una ficción, pero una ficción con un montón de huecos y enigmas, de agujeros negros. Uno nunca termina de saber dónde está la verdad y por qué sucedieron las cosas que sucedieron. Los argentinos nos acostumbramos a lo inquietante en la política, entonces hacer una película sobre un presidente era asumir eso también: que se podía jugar con elementos de otros espacios, de otros géneros, casi macabros. La política es como una frontera, delimita territorios. Pendula entre los sectores de más dinero, y las problemáticas sociales más graves. De un lado las grandes corporaciones y del otro la pobreza, la violencia, el hambre. Ser el presidente es estar en la cumbre, en el punto más alto de esa frontera. Pero estar tan arriba implica que hacia los costados hay abismos. El problema, el terror, es mantenerse ahí arriba. ¿A qué costo?
La imagen hipnótica de la cara con tajos de Dolores Fonzi remite de manera muy sugestiva a cierto cine de terror de los 60 y 70, a películas como El bebé de Rosemary y El exorcista, que, un poco como La cordillera, van introduciendo sus elementos fantásticos de a poco, a medida que las respuestas más racionales a lo que está sucediendo dejan de funcionar.
Queríamos que la película se fuera condensando lentamente y esas dos películas fueron nuestros referentes. La entrada en escena del psiquiatra es un momento de una enorme extravagancia, implica endurecer la ficción para poder entrar a esa zona de lo desconocido, de lo que incomoda, con un poco más de estilización. Y jugando con los géneros, que es algo que yo no había hecho hasta ahora de manera explícita. Fue lo que más me divirtió, y el personaje de Dolores es justamente el que contiene esa posibilidad. Ella llega, absolutamente inestable, a romper ese ámbito de control y simulación que es la política. Emocionalmente frágil, desbordada, es un peligro para su padre y su entorno. Dice lo que nadie puede decir, lo que hay que tapar.

En cuanto a otros personajes, ¿cómo es que llegaron a Christian Slater?
No dábamos con nadie que nos gustara y era importante además que cuando la película llegara a los Estados Unidos, hubiera un personaje identificable; es decir, rubio, prolijo, con actitud canchera. Finalmente, decidimos que la escena fuera hablada en inglés, algo que fue instigado por Darín, a quien le parecía que la entrada de Estados Unidos en la historia tenía que ser avasallante, como si la película entrara en un nuevo idioma. Yo había visto hacía poco la serie Mr. Robot, donde Slater está genial; conseguimos el contacto a través de un agente, él leyó el guión en cuatro días, le encantó y aceptó enseguida entrar en negociaciones para participar. Negociaciones que luego fueron arduas, por fechas y reglamentaciones sindicales de la industria americana, que son firmes y difíciles. Pero fueron dos jornadas de rodaje con un actor divertido y buena onda, con un oficio enorme, propio de alguien que actúa en la industria desde los diez años.
¿Y cómo es esto de que Ricardo Darín, el aspiracional del hombre común y corriente del cine argentino, nuestro actor más convocante, pueda convertirse no sólo en jefe de la nación, sino también en un tipo poderoso y diabólico?
La película juega justamente con la idea de que es Ricardo el que está interpretando ese personaje. Uno a Ricardo siempre le cree, le quiere querer. Es algo único lo que irradia. Su característica como político es ser parco, introvertido y dejar hacer; fingir que no está tomando decisiones y dejar que los otros vayan tomándolas para esperar el momento de atacar. Diría que Darín, como el hombre común que representa en el imaginario del público argentino, es la trampa de la película. Ricardo es inteligentísimo en el modo en que trabaja los textos, y en el modo sutil y profundo con que desarrolla los personajes; sabe que el espectador quiere estar de su lado. Y la película tiene que desarmar esta figura del hombre bueno preocupado por su hija y por el país, para ir viendo que un tipo en ese lugar no puede ser nunca un hombre común, ni tan ingenuo ni tan, justamente, blanco. Que nadie llega a presidente así.
1980
Nieto de inmigrantes sirio-libaneses que llegaron a la Argentina a principios del siglo XX, nace en diciembre en Buenos Aires Santiago Mitre.
2004
Tras estudiar cine en la Universidad del Cine (FUC), el hincha de San Lorenzo codirige El amor (primera parte), presentada en el Bafici y la Semana Internacional de la Crítica, en Venecia.
2006
Empieza a escribir para cine y TV. Junto a Alejandro Fadel, Martín Mauregui y Juan Schnitman realizan los guiones de las películas más taquilleras de Pablo Trapero: Leonera (2008); Carancho (2010), y Elefante Blanco (2012).
2011
Desde la productora independiente La Unión de los Ríos, prepara su primer largometraje como director, prescindiendo por completo de la ayuda del INCAA: El estudiante.
2013
Presenta en el Bafici un mediometraje documental que se mueve entre el cine y la danza, titulado Los posibles y codirigido junto a Juan Onofri Barbato.
2015
La patota, su segundo largo como director, se lleva el Grand Prix en La Semana de la crítica del Festival de Cannes, entre otros premios.
2017
La cordillera llega con uno de los mayores presupuestos del cine local reciente y un reparto de lujo. Entre las figuras, Dolores Fonzi
El futuro
Mitre trabaja en una adaptación de la novela Pequeña flor, de Iosi Havilio, a filmarse en Francia el año próximo, y en un guión sobre el Juicio a las Juntas.
Asistente de fotografia: Lucas Pérez Alonso, asistente de producción: Antonella Nicolicchia, maquilló: Giuliana Nicolicchia para Regina Cosmetics City Bell. Silla modelo Nórdica (Unimate)Agradecimientos: Ay Not Dead, Converse, Unimate Mobiliario y restaurant Los platitos, Av. Rafael Obligado Costanera 1750. Tel: 11 4781 1499.Direccionario: Unimate, Thames 1373 ; Converse, Humboldt 1665; AY Not Dead, Gurruchaga 1715.