La leyenda se remonta a los comienzos del siglo XVII cuando saqueadores holandeses pretendieron desembarcar en Perú
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Como es costumbre a esta altura del año, alrededor del 30 de agosto, se espera la tormenta de Santa Rosa. Según los meteorólogos, las precipitaciones que se producen durante este mes y a comienzos de septiembre, se deben al ingreso de un flujo de humedad que llega desde el norte. Sin embargo, la tradición popular asocia estas lluvias a la santa limeña. ¿Por qué se atribuye a la Santa el fenómeno meteorológico?
Quién fue Santa Rosa de Lima
Nació en Lima, Perú, en 1586 y fue la primera mujer americana declarada santa por la Iglesia Católica. Fue bautizada como Isabel Flores de Oliva, pero pronto su madre comenzó a llamarla Rosa por su belleza y el color rosado de sus mejillas. Tras su confirmación, el Arzobispo le puso definitivamente aquel nombre.
Desde su infancia, Rosa se abocó a la oración y meditación. Declaró que su amor sería eternamente para Dios y rechazó cualquier posibilidad de contraer matrimonio, aunque esa decisión acarreó un disgusto para su familia, según la Agencia Católica de Informaciones (ACI).
Rosa siguió las enseñanzas de Santa Catalina de Siena y decidió vivir como laica, sirviendo a los más necesitados.
El Arzobispado de Lima explica que la joven desarrolló una sensibilidad especial a favor de los indios y negros maltratados del Perú “en el contexto histórico de una sociedad frívola enriquecida hasta el hartazgo producto de la explotación”.
Para acercarse a Dios, Rosa realizaba penitencias, algunas muy rígidas, como el ayuno permanente. Comía y bebía solo lo necesario. Dormía sobre duras tablas, con un palo por almohada y como era costumbre de la época, también se autoinfligía castigos corporales.
Por su vida abnegada y entregada a Dios, en Lima había una convicción generalizada de que la joven era una santa. Su canonización llegó en 1671, por el Papa Clemente X convirtiéndose en la primera Santa de América.
Las invasiones y la tormenta
En 1615, unos barcos de piratas holandeses, al mando de Joris Van Spilbergen, se acercaban a las inmediaciones de la costa peruana con la intención de saquear las arcas del Virreinato del Perú. Al ver la proximidad de las naves, la joven Rosa fue a la Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Lima y pidió a la Virgen la salvación de su pueblo y rogó que ocurriera una tormenta para evitar el desembarco. Y eso sucedió. Se desató una gran tempestad que impidió la invasión de los bandidos.
Los limeños enseguida atribuyeron el fenómeno meteorológico a los ruegos de la joven, porque en la zona había un microclima muy especial y era improbable que lloviera en aquella época. Desde aquel entonces, y en su honor, toda tormenta que ocurra algunos días antes o después del 30 de agosto, se la asocia a Santa Rosa por su fecha en el santoral católico.
Según la leyenda, el Papa estaba escéptico acerca de los poderes y milagros de la Santa y tras oír los relatos, el Sumo Pontífice habría dicho: “¡Hum! ¡Patrona y Santa! ¿Y Rosa? Que lluevan flores sobre mi escritorio si es verdad”. Entonces comenzó a caer una lluvia de rosas sobre la mesa del Papa.
El pozo de los Deseos
Otra de las creencias en torno a la figura de la Santa, es el Pozo de los Deseos, ubicado en el centro histórico de la ciudad de Lima. Todos los 30 de agosto, en homenaje a la Santa, lo visitan centenas de fieles y arrojan una carta esperando que su pedido sea cumplido.
El poder sobrenatural del pozo se remonta a la época en que la joven Rosa decidió atar a su cintura una cadena para hacer penitencia por los pecadores. Al advertir las heridas, los miembros del clero le pidieron que se liberara, pero ella dijo que era imposible porque había tirado la llave del candado al fondo del pozo. Fue entonces, cuando la joven se dirigió hasta el lugar y tras sus súplicas, la cadena se abrió milagrosamente.
El año pasado, a raíz de las restricciones sanitarias por la pandemia del coronavirus, la usual celebración debió ser cancelada y los días previos el Arzobispado recibió alrededor de 4000 intenciones y cartas que luego depositó en el pozo.
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