4 de enero de 2010. El murmullo aturde frente a las puertas del hospital en Mendoza. De pronto, un hombre canoso de guardapolvo blanco se asoma entre el enjambre de micrófonos y cables, y se hace un gran silencio: "Hoy, el señor Roberto Sánchez dejó de existir". Las voces explotan en una decena de gritos. Una mujer redonda, de unos 50 años, se desvanece en llanto sobre la vereda. Otras eligen desmayarse, acaso, en lo que consideran un final más digno de aquella muerte ya anunciada.
Sandro, la voz, ese 4 de enero dejó de existir, y hoy, 10 años después, la pregunta parece seguir sin resolverse. ¿Quién fue realmente Sandro? ¿El pibe de labios gruesos que salió de los clubes de Lanús o el galán calzado en cuero que con sus espasmos conquistó el Madison Square? ¿El hijo único de Valentín Alsina, o el de maneras de dandi que esculpió cada milímetro su condición de codiciado? ¿El que era querido por todos o el que se largó a vivir tras un muro y se volvió mito?
El loco, el gitano, el que grabó 35 discos y vendió 8 millones de copias, el mismo que durante sus últimos años vivió pegado a un tubo de oxígeno sin operarse por miedo a perder su voz, en ese parte médico dejó de existir, pero aún hoy nadie parece ponerse de acuerdo sobre su existencia, ni siquiera en los orígenes de su éxito: ¿Quién fue Sandro? ¿El baladista o el que definitivamente inventó el rock en Argentina?
Sol naciente
Dicen que todo arrancó una tarde a comienzos de los 60 en el Sportivo Alsina. Un amigo los presentó. Enrique Irigoytía, el Vasco, tenía 18 años. Roberto, el loco, como le decían entonces, había alcanzado los 14. "Me dijeron que tocás la guitarra", le dijo a Enrique. "Y a mí que pateás muy bien el rock and roll", le devolvió el otro. Desde ahí, Sandro no dejó las cuerdas, pero sus pasos como cantante vendrían un poco después. Primero formaron un trío y consiguieron algunas presentaciones en los galpones al borde del Riachuelo. Así nacieron Los de Fuego.
–Al fin, todo llega. ¡Yo siempre dije que el Vasco se merece un reconocimiento!
Mario Barros entra al bar y saluda con esa línea que parece hasta un poco estudiada. Es flaco, lleva una barba de algunos días y camisa planchada para la ocasión. En realidad, Mario es un testigo involuntario en esta historia. Se conoció con el Vasco en 1996, un tiempo antes de que Enrique falleciera. Hacía más de 30 años que la banda había desaparecido y con Sandro llevaban tantos otros sin hablarse. Pero Irigoytía quería darle nuevamente forma a Los de Fuego, y necesitaba un bajista.
–Me citó en una sala de ensayo en Avenida de Mayo al 600, y entonces me preguntó: "¿Conocés «Tutti Frutti?»". Pero claaaaro, ¿sabés cuántas veces la había escuchado? Y bueno nos pusimos a tocar y, al tercer tema, me dice que era lo que buscaba. Yo me quedé, ¿viste? "Mirá que no sé de música", le dije, y él me pone la mano en el hombro y me contesta: "Yo tampoco, ¿cuál es?". Porque, es verdad, yo solo tenía un grupo con el que veníamos haciendo covers de ellos…
–¿Cómo se llamaban?
Mario frunce los ojos con una enorme sonrisa mientras dibuja con las manos un cartel en el aire: Charlo y los Salvajes… ¿Sabés lo que fue para mí estar tocando con el que creó Sandro y los de Fuego? Yo me crié con los Beatles, y ellos fueron los primeros en traducir sus temas… Bah, traducir, de 10 palabras en inglés había traducida una, el resto era pura labia. ¿Vos te imaginás un Vasco cantando en inglés?
En efecto, en 1965, Sandro y los de Fuego trajeron a estas pampas, por ejemplo, su versión de "La casa del sol naciente", un tema emblema de los 60 inmortalizado por The Animals. Mientras la letra en inglés decía: "Hay una casa en Nueva Orleans / la llaman la casa del sol naciente / y ha sido la ruina de muchos niños pobres / Dios, yo sé, soy uno", Sandro y sus amigos de Valentín Alsina acá cantaban: "Fue nuestra casa de amor / por eso se llamó/ el hogar del sol naciente / bendito del señor".
Una noche en La Cueva, vino Litto y me dijo: 'Che, loco, ¿qué te parece este tema?'. Yo le dije: 'Mirá, no está mal, pero no creo que funcione'. Lo que me me había hecho escuchar era La balsa."
–¿El Vasco te hablaba de Sandro?
–Sí, y lo quiso de manera muy especial… Pero es como que fue una astilla para él, ¿viste? Pero sí, fue muy importante. Le recordaba esa época en la que tocaban por una porción de pizza, ¿me entendés?
–…
–Sí, ese momento cuando no sos nadie y vos tocás porque lo único que te importa es eso.
–¿Qué?
–Salir a tocar.
Épocas de rebelde
"Estoy seguro de no equivocarme". Pipo Mancera, micrófono en mano, vestido de traje, mira a la cámara y, como reafirmando sus dichos con las manos, sigue: "Debuta ahora en Sábados circulares el futuro gran astro dentro de muy poco tiempo. Señoras, señores, Sandro y los de Fuego".
Ahí estalló todo. La banda entonces estaba formada por Enrique Irigoytía y Juan José Sandri en guitarras, Héctor Centurión en bajo y Armando "Cacho" Quiroga en batería. Aunque todas las miradas caían en su cantante, Sandro, que emulando a Elvis Presley en clave criolla producía llantos y desmayos en los estudios de Canal 13. Un tiempo después, en 1965, graban el primer álbum con versiones de los Beatles y Jerry Lee Lewis. Sin embargo, a los pocos meses, la banda termina por disolverse y Sandro graba su siguiente trabajo con The Black Combo, acompañado por músicos provenientes del jazz. De hecho, el nombre que eligieron para la formación fue en homenaje a Bill Black, bajista de Elvis.
Son épocas de utopías, vanguardia y revolución. De Fidel Castro irrumpiendo en La Habana. De los hippies marchando contra la Guerra de Vietnam. De los estudiantes franceses gritando "Prohibido prohibir" y de los italianos uniéndose con los trabajadores de las fábricas. De un peronismo prohibido, que seguirá estando prohibido, y de los primeros ensayos represivos bajo el experimento del Onganiato, que estaba confiado en que con el silencio y cortándoles el pelo a los muchachos inmunizaba al país de las amenazas marxistas y todo intento de rebeldía.
Sin embargo, nada podrá frenar esa música contestataria y la potencia de esas notas que habían llegado a estos pagos con Eddie Pequenino y Billy Cafaro, y que ahora Sandro hacía sonar en todas partes.
Mariano del Mazo es periodista y autor del libro Sandro, el fuego eterno. No duda. Para él, tal como sostiene en la biografía, el gitano antes que todo fue el inventor del rock argentino.
–Para algunos, la afirmación puede resultar provocadora…
–Hay como un gran debate en torno a cuándo o cómo nace el rock argentino. Ahí me parece que hay que distinguir entre el rock and roll, y el rock. El rock and roll arranca con Eddie Pequenino y Johny Tedesco. Después, está el rock, el género progresivo, que arranca en Plaza Francia con un círculo que comúnmente se identifica con el circuito de La Perla y La Cueva. Ahí, ya estamos hablando del 66, de cuando Los Beatniks graban Rebelde… Pero vos fijate cómo son las cosas que la guitarra de Moris se la había dado Sandro. Y Moris entra en España con "Zapatos de gamuza azul", que era un hit de Elvis Presley. Te cito otro ejemplo: Litto Nebbia, a quien nadie discute como precursor, en México hace una música muy influida por el bolero. ¿Y quién le discute las credenciales rockeras a Nebbia? Entonces, no creo que haya un inventor porque en realidad son procesos, no hay cosas tan claras. Pero sí Sandro fue el primer tipo que grabó acá temas de los Beatles, casi en simultáneo con los discos que iban saliendo en Inglaterra. Fue también el que hizo una versión de "Blowin’ in the Wind" de Dylan. Por eso, creo que fue dejado de lado injustamente. La historia está llena de malentendidos.
–Tal vez esto ocurre por ese giro musical que después termina definiendo su carrera…
–Cuando lo conoce a Oscar Anderle. Anderle es quien le dice que el rock and roll tenía un techo.
No creo que haya un inventor del rock porque en realidad son procesos, no hay cosas tan claras. Pero sí Sandro fue el primer tipo que grabó acá temas de los Beatles.
–Pero Los de Fuego estaban en la televisión, venían grabando discos. Tan mal no les iba.
–La verdad es que no llegan a hacer una gran carrera. Sí llegan al programa de Mancera. Pero ahí el que destaca particularmente es el cantante y llega el momento –lo cuento en el libro– en el que la CBS les dice que ellos no quieren a Los de Fuego, que solo quieren a Sandro. Ahí se produce el distanciamiento con los que eran sus antiguos amigos del barrio y del bar Pancho, y Sandro empieza a encarar una carrera profesional, con un público más transversal.
–¿Te referís a las mujeres, sus "nenas"?
–Sí, pero él tenía un gran carisma en general, también les gustaba a los hombres. El movimiento escénico para la época era muy poderoso. Yo siempre digo queSandro fue el más Stone de los baladistas…
–¿Por qué?
–Y tenía algo muy sexual que destacaba de la media.
Esa atmósfera pesada
"Es nuestro Elvis, así te lo digo. No es cualquiera, ahí arrancó todo".
Del otro lado de la línea, la voz rasposa parece jactarse de tamaña afirmación. Cuesta definir el tono, que oscila entre jocoso y burlón.
"Y yo prefiero que hagamos la entrevista por teléfono, ¿sabés? Porque en un bar no se escucha, vienen y te interrumpe todo el mundo… –y, sin pausa, sigue–: Así que querés escribir sobre Sandro… Cómo nos gusta añorar a los argentinos… Pero la nostalgia tiene un componente bastante pelotudo, ¿no creés? Una nota histórica… Prefiero eso. Hablemos de una nota histórica".
No hace falta que asienta. Ni que intente contraponer el argumento. Javier Martínez, cuando habla, no espera. Y es cierto que los títulos que ostenta lo habilitan para aspirar a tal autoridad. Pionero del blues en castellano, fue el creador de Manal, una de las bandas consideradas precursoras del rock nacional. Dicho de otro modo: mientras él asegura que fue Sandro, para la historia fue con Martínez donde prácticamente arrancó todo, o al menos una parte.
–¿Se conocieron en La Cueva?
–Sí… En aquella época todo era más estricto. Si no eras mayor, no entrabas a ningún local. Entonces en el 64, cuando cumplí 18, un tipo al que le daba clases de natación –mi viejo administraba un hotel por Vicente López– me lleva a La Cueva, a la de Pueyrredón y Juncal. Era un boliche de jazz, en realidad… Dicen que era en un sótano, pero estaba ahí, bajando cuatro escalones. Era un lugar chiquito, con olor a humedad, asientos de colectivo de cuerina roja y una bruja mal hecha en la puerta. Era horrible.
–¿Y por qué se hizo tan famosa?
–Y porque el encanto lo tenía la gente que iba. Además abría todas las noches. Yo ahí laburaba en una casa de divisas, entonces me iba todos los días y, claro, llegaba en traje. Y ahí caía Sandro, con su Fiat Cisitalia blanco. Un día me invita: "¿Me acompañás al Bajo?". Viste, por la calle 25 de Mayo, había unos cabarets. Y me dice: "Me gusta invitarte porque venís siempre de traje, tenés buena pilcha".
–Eran, sin embargo, épocas difíciles…
–Sí, siempre venía Coordinación Federal y nos metían en cana por llevar el pelo largo. Todas las semanas, caían los de la [comisaría] 19 y 17. Nos llevaban por "averiguación de antecedentes". Un día me canso y les digo: "¿Por qué me estás llevando de vuelta, si ya me agarraste el jueves pasado?". Se confesaron, tenían que hacer estadística. Así me dijeron: e-s-t-a-d-í-s-t-i-c-a.
–Volviendo a los orígenes…
–A ver, con "La balsa", Moris o Manal empezaron una etapa. Pero eso no quiere decir que lo anterior no haya sido válido –y entonces, primero, hace un silencio e inmediatamente empieza a tararear–: "Cuando yo la vi pasar, no lo pude creer. Que tuviera tanto encanto aquella mujer...". Cuando la escuché, era pura dinamita. Esas guitarras… Qué me van a decir a mí, eso era rock. Escuchá ese tema, "Atmósfera pesada". No te olvides del título. Ahí vas a entender de lo que te hablo.
–¿Por qué?
–La música no se explica, se escucha.
Cuando escuché 'Atmósfera pesada', era pura dinamita. Esas guitarras… Qué me van a decir a mí, eso era rock. No te olvides del título. Ahí vas a entender de lo que te hablo.
El mito
En 1980, Sandro se presenta en el Casino Las Vegas, de Chile. Tiene 35 años, aunque aparenta más. Mantiene las patillas y todos los tics del escenario que lo volvieron mito. La voz honda, los silencios, el micrófono rozándole la boca mientras mira de reojo… Dice:
–Este es el número más difícil porque es donde comienza auténticamente el show. No sé si puedo transmitir exactamente lo que siento. Dense cuenta de cómo será para mí, porque yo me lo creo, y empiezo a transpirar –y casi ya susurrando concluye–… y cómo transpiro. Así que, con el permiso de ustedes, quisiera sacarme la parte de arriba de este traje de comunión.
Y con movimientos perfectamente sincronizados mientras se saca el saco de espaldas, moviendo las piernas y los brazos como Mick Jagger, suenan unas guitarras jazzeras. Y casi jadeando Sandro arranca: "Cuando yo la vi pasar, no lo pude creer…".
Ya habían pasado 13 años de Beat latino, considerado su último trabajo de esa primera etapa, 14 de su primera película, y una década de su presentación en el Madison Square Garden, donde lo llegaron a ver 250 millones de personas –sí, 250 millones– por transmisión satelital. Le pregunto a Del Mazo:
–¿Tuviste oportunidad de hablar este tema con él en las entrevistas? ¿Él se consideraba un rockero?
–Sí, pero mucho no le importaba…
–¿Pero cómo se definía?
–La verdad es que no sé si le gustaba afirmarse como algo. Lo que sí sé es que cuando ya le costaba mucho cantar, siempre trataba, como sea, de hacer un rock and roll. Con los pulmones maltrechos, como podía, se ponía a vibrar y, con el poco aire que le quedaba, se cantaba un tema de rock.