Lo que en principio fue una casa de veraneo, luego se convirtió en lugar de asiento definitivo de la familia y, en esa transición, era esperable que el jardín, inmerso en medio de la densa naturaleza patagónica, también fuera repensado por su dueña, la paisajista Brígida Pacheco.
La casa fue construida sobre un cañadón, con cascada y arroyo en todo el perímetro, con un bosque autóctono compuesto por cipreses, coihues, robles pellín, maitenes y su respectivo sotobosque. La idea fue insertarla en el lugar, casi como parte del entorno.
El jardín sufrió varios cambios a lo largo de los años y, recién en 2008, cuando la familia se quedó a vivir en San Martín de los Andes, Brígida comenzó con el diseño que hoy rodea esta casa de montaña. Como fue construida en la parte más elevada, se utilizaron decks y terrazas para ir anclando la casa al terreno.
Fue una tarea difícil y un desafío respetar el entorno. Por eso se eligieron materiales de la zona, como basas de roble pellín o coihue para hacer los escalones, piedra bocha para los muros –ya que es el mismo material que el del arroyo– y mucha granza en las circulaciones, del mismo gris que los muros y el agua. Así, en una mirada general, se ve la intervención humana sin contrastar con la naturaleza.
Obra:
El diseño del jardín se dividió en tres partes. Por un lado, el acceso, ya que la calle esta más elevada que la casa.Se construyeron unas pircas salvando niveles y se generó una circulación fácil para los autos. En cuanto a la plantación, las especies elegidas fueron Viburnum tinus y Cotoneaster franchetii, y se agregaron rododendros de diferente floración y colores.
Por último, había que parquizar la zona más amplia y plana del jardín, también a unos 6 metros por debajo del nivel de la casa. Se generaron escaleras con basas de roble pellín y granza, enmarcadas con plantación. Cerca del arroyo también se armaron diferentes espacios de estar, una zona de asados con mesa y bancos de madera de coihue, incluso una playa propia a la sombra de los árboles. Se respetaron dos espacios muy amplios de césped existentes, con bancos ubicados estratégicamente para disfrutar la naturaleza.
Elegir las plantas para convivir en el bosque y que pasen los inviernos fue todo un desafío. En época de nieve, puede llegar a tener 50 o 60 cm. Hubo mucha prueba y error, muchas especies que no funcionaron, como varias rosas. Otras encontraron su lugar, como la Spiraea thunbergii, que tiene el color otoñal de los árboles autóctonos y se plantaron en la circulación de los escalones.
Por otro lado, estaba la gran protagonista: la cascada. La diferencia de altura de unos 6 a 7 metros se resolvió generando espacios dentro del recorrido, como un lugar de estar con vistas a la cascada, una zona de parrilla, una zona de comedor exterior, con escaleras y descansos. Esto fue realizado con diferentes decks, de pino impregnado, al que no se le hace mantenimiento, para que tome el color natural de los fustes de los árboles. Uno de los planos se armó respetando el contorno de un roble pellín, lo que ayuda a anclar el diseño. Se planteó un plano final con un banco para contemplar y disfrutar la caída y el sonido del agua.
La plantación elegida en este recorrido es autóctona, emulando lo existente. Y se agregaron rododendros, Phormium tenax y rosas ‘Golden Wings’ que se integran muy bien con el resto. También se generó un estanque para toma de agua de la bomba de riego.
En el sotobosque, había varias autóctonas que se respetaron, como aljabas (Fuchsia magellanica), nalcas (Gunnera tinctoria), michay (Berberis buxifolia), amancay, sauco, entre otras. Como es un jardín en gran parte sombrío, se trabajó mucho con las texturas de las hojas, usando helechos, lirios, hostas, helleborus y los rododendros, que se dan muy bien en media sombra y con frío.
El jardín y sus estaciones
En el invierno se cubre por completo, así que se disfruta que esté todo pintado de blanco salvo la copa de los árboles. En noviembre se ve cómo todo lo que había quedado escondido vuelve a aparecer, acompañado de las flores de los rododendros, los tulipanes y los lirios germánicos que, aunque no son nativos, se dan muy bien. En el verano surgen las flores de herbáceas perennes como Persicaria amplexicaulis y los lupinos que ya forman parte del paisaje natural sureño. La nepeta es ideal para ese suelo y ese clima, así que se sumó en las zonas soleadas.
Cada estación es diferente. Vivir en el bosque invita a mirar la naturaleza desde adentro, observar el entorno, las sombras, los rayos del sol que atraviesan los árboles, los musgos en las piedras, las estalactitas en la cascada, el sonido del agua, los silencios. "A lo largo de estos años entendí que solo tenía que mirar qué había en el entorno, y utilizarlo. También a tomarme el tiempo para dejar hablar al lugar, y entender que el proceso de un jardín es interminable, que cada cambio es una oportunidad de volver a empezar".
Síntesis del jardín
- ESTILO: Jardín de montaña en el bosque patagónico.
- LO MÁS DIFÍCIL: La inclinación y los diferentes niveles.
- UN LUJO: La cascada, el arroyo, los árboles existentes y autóctonos, los muros de piedra naturales.
- UNA SORPRESA: La intensidad de las estaciones.
- CONTACTO: brigidapacheco@hotmail.com; IG @brigidap.paisajismo; FB Brigida Pacheco. Diseño de Parques y Jardines.
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