San Antonio de Areco: la escapada gauchesca más fuerte que nunca
Pulperías, almacenes, tiendas de cueros, una picada en una vieja sodería, pastas caseras en una posta, asador a la cruz, feria de antigüedades y artesanías, cabalgatas, noches de tango y bares notables, fogón entre paisanos que hacen de su estilo de vida un trabajo y mucho más en plan familia o amigos. A tan sólo 113 km de la Capital Federal, la pequeña ciudad de San Antonio de Areco brinda todo lo que se necesita para una escapada perfecta. Podemos definirla como un hermoso cóctel con la identidad de los pueblos gauchesco de Buenos Aires y sorprendentes toques de sofisticación que crecieron, especialmente, con la llegada del turismo interno de los últimos años. Este es el plan perfecto para conocerlo profundamente, en 48 horas.
¡En camino!
La forma más rápida de llegar es ir en auto: desde el centro de Buenos Aires, el viaje dura apenas una hora y media. Hay que tomar la Panamericana y luego empalmar en la Ruta Nacional N°9. Después, en la segunda bifurcación, girar sobre el lado izquierdo por el Acceso Norte, para seguir por Ruta Nacional 8 hasta el Kilómetro 113. Desde Retiro, el micro tarda dos horas en llegar. Y aún hay otra propuesta ideal para quienes no quieren manejar: servicios de camionetas privadas que trasladan hasta cuatro personas.
¿Por dónde empezar?
¡Por el vermucito! Una salida temprano significa llegar bastante antes del almuerzo, un horario perfecto para visitar Lo Bessonart (en Zapiola y Segundo Sombra), un bodegón que tiene más de 200 años y durante estas últimas décadas fue un Almacén de Ramos Generales atendido por la misma familia. A pocas cuadras, Los principios (Bartolomé Mitre 249) es una de las despensas más hermosas de Buenos Aires. Ofrece cositas para picar antes de empezar una caminata por los barrios centrales.
¿Qué visitar?
Quienes sepan valorar el paso del tiempo y también los oficios, no querrán perderse los anticuarios y platerías más famosos de la zona, como M. Rodríguez (Arellano 36) y sus facones. Maximiliano Rodríguez nació en 1987 en Areco y se inició desde muy joven en la orfebrerí, que luego fusionó con las artes visuales. Su inédita combinación de platería arequera con platería olavarriense y un criterio actual, le otorgan un cincelado distinto que lo distingue. Quienes quieran ver su trabajo de cerca, pueden hacerlo en su taller (eso si, hay que realizar cita previa escribiendo a contacto@mrodriguezorfebre.com).
El paseo se puede extender con los artesanos que trabajan la plata, como Platería de Campo (Alsina 86), La Marca Solís (Lavalle 318), Patricio y Mariano Draghi (Arellano 45 y Lavalle 387). Además, en sus ateliers, la joyera Marina Massone elabora piezas de disruptivas y Carmiña Inés Pérez (Aristóbulo del Valle 127) ofrece esculturas y vajillas.El Montepío (Matheu 322) y Landhäus (San Camilo 86) sorprenden con lo inesperado, en ellos hay desde muebles hasta tapices y adornos que sus propios encargados van seleccionando por pueblos de interior de Buenos Aires.
Hay más: la ciudad cuenta con una docena de museos criollos súper interesantes y uno muy particular: del frascos de perfumes. Por supuesto, quienes deseen otra adrenalina, pueden salir de cabalgatas o presenciar una doma. Para la agenda: los festivales gauchescos, son en noviembre.
¡ A volar!
Los campos de Areco brindan un buen escenario para practicar parapente: si siempre soñaste con acercarte a este deporte, es la oportunidad. El vuelo de bautismo biplaza es la manera más inmediata y segura de empezar. Es indispensable que el equipamiento sea nuevo y que el instructor sea bien experimentado, para mayor seguridad hay que chequear que tenga todas las licencias necesarias. ¿Qué llevar? Zapatillas y ropa cómoda de abrigo.
Placeres comestibles
A la hora del almuerzo, el Almacén de Ramos Generales (Zapiola 143) es un referente local. Con más de 20 años reúne en su mesa carnes a la parrilla, pastas caseras y otros iconos de la carta como el conejo con papas doradas y el txangurro, una cazuela de origen vasco. Los postres caseros como el flan mixto y el arroz con leche, y sus múltiples opciones de vino lo convierten en una apuesta segura. Si la idea es comer más al paso, El Batará (Arellano 59) ofrece picadas de embutidos caseros y quesos de campo saborizados naturalmente. Hay también empanadas de carne fritas, sándwiches, aperitivos y cervezas. Habemus pastelería (Alsina 130) es el emprendimiento de Los Bazán, una familia unida por la pastelería que decidió hacer de la plaza central de Areco un epicentro de la pastelería francesa. Con recetas traídas directo desde París, estos maestros pasteleros asombran al turismo y mantienen encantada a la ciudad.
"Nuestros clientes son un 50% de vecinos de la zona y un 50% de turistas", explica Ayelén que, junto a Julio Bazán, son fundadores de este rincón encantador. "En este último tiempo, notamos un cambio en la dinámica del turismo. La gente está prefiriendo escaparse un finde a Areco y eso impacta en nuestro local también", observan. Para ellos, la forma de responder a la creciente demanda es, simplemente, ser mejores. "Ahora mismo, estoy volviendo de un curso de perfeccionamiento en pastelería en París junto con el Maestro Osvaldo Gross del Instituto Argentino de Gastronomía, en el que recorrimos distintas culturas a través de los sabores. También incorporamos saberes de cocina para elaborar recetas sin TACC", revela. "Queremos vender una experiencia, no un producto y la llegada de nuevos clientes nos inspira tanto como cuidar a los que ya tenemos."
La noche en el pueblo es encantadora. Para una cena especial, El Mestizo (San Martín 383) es el proyecto del chef local Federico Bovetti y la sommelier chilena Yenifer Mella. Presenta una cocina de fusión con una carta acotada pero deliciosa con propuestas de maridaje que no fallan. Su cava cuenta con 50 etiquetas nacionales. Abren de martes a sábado y también los sábados y vísperas de feriados, a las 20.30. Durante la semana, La Cervecería (Zapiola 76) también es una buena salida.
¿Dónde dormir?
Areco tiene propuestas de todo tipo y para todos los bolsillos, siempre con el estilo rural de una auténtica escapada campestre. Desde posadas familiares tradicionales hasta la última tendencia en turismo sustentable. Dentro de esta última se encuentra Raucho Eco Guest House, una antigua casona transformada en el medio del campo, que utiliza energías renovables, recicla residuos, tiene su propia huerta y trabaja con acuerdos de comercio justo y local.
LA NACION