Salvador Sammaritano: un hombre de cine
Un verdadero erudito y defensor del arte fílmico, el director de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica relata todas las intimidades del cine nacional
De chico no le daba tregua al proyector de juguete: los otros pibes se agolpaban para ver esas imágenes -recortadas por él de El Tony- que revivían hazañas de piratas y superhéroes sobre una sábana iluminada. Claro que antes debía rearmarlas, cuadro a cuadro. "Las manos se me acalambraban, pero aquellas películas imaginarias me hacían sentir como los hermanos Lumière. Había fabricado mis propias películas con un epidiascopio; en buen criollo, un proyector de imágenes planas."
Los lunes, miércoles y viernes, en el Alvarez Thomas, era el turno de las cintas de cowboys y las de episodios. Y casi dos décadas más tarde, el 24 de agosto de 1954, Salvador Sammaritano inauguraba con un vetusto proyector Kodascope el Cine Club Núcleo, fundado por él "junto con otros cinéfilos y melómanos: pasábamos cine y conciertos fonoeléctricos; Stravisnky nos volvía locos". No sólo iba a ser uno de los cineclubes más duraderos de América: también fue el primero que funcionó en horarios normales, para solaz del casi millar de socios.
Hoy, deshojadas muchas hojas del almanaque y dueño de un ancho prestigio internacional como erudito y difusor del arte fílmico, asumió al inicio del presente ciclo lectivo la dirección de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica, ENERC, dependiente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales.
Simultáneamente, tras una larga ausencia de la TV de aire, regresó con su mítico programa Cine Club al remozado Canal 7. Y prosigue su fervorosa labor al frente de Núcleo.
En múltiples sedes, algunas que son sólo recuerdo como los cines Lorraine, Arte, Alfil o Dilecto, Núcleo acumuló, entre revisiones y preestrenos, legiones de fanáticos. "Nosotros proyectamos lo mejor nacional y extranjero, respetando siempre la creación artística, del signo que fuera; inclusive el documental nazi Los dioses del estadio, de Leny Riefensthal. Un miércoles en trasnoche dimos Diario de un cura de campaña, del católico Robert Bresson, una obra maestra lentísima y sin subtítulos; y a la semana siguiente todos se apiñaban para Alejandro Nevsky, de Serguei Eisenstein. Una monja maravillosa, la Hermana Amalia, nos ofreció más tarde la sala del Instituto Superior de Cultura Religiosa: por cierto, es la misma sala -ahora, cine de la Comedia- donde seguimos funcionando los martes, mientras los lunes damos revisiones en el Cosmos.
"En aquellos viejos tiempos pasamos allí La vía láctea, de Luis Buñuel, en una de cuyas escenas ¡fusilan al Papa!... Le pregunté a la Hermana Amalia qué le pareció la película, y me dijo: «Ah, este Buñuel era genial, pero para mí que tenía un complejo de Edipo con la Santa Madre Iglesia.» Cuando los censores locales exageraban su celo, esos cineclubistas fogueados en mil batallas llegaron a alquilar hidroaviones para armar tours fílmicos a Montevideo: complotados con la Cinemateca uruguaya daban hasta ocho películas censuradas por día. Toda una maratón anti-tijera.
En 1984 Sammaritano ocupó la presidencia de la Federación Argentina de Cineclubes. Durante la gestión de Manuel Antín -1983/89- fue asesor del Instituto; también, profesor en las universidades de México y Cuyo, y en la Escuela de Cine fundada por el mítico Fernando Birri en la Universidad del Litoral. En el 94 ganó por concurso el cargo de Director de Fomento del Instituto, concurso que el director del ente anuló de un plumazo... Sin descuidar el cineclubismo, Sammaritano se ha entregado con alma y bagajes a la Escuela, de cuyo nuevo y polémico edificio dice: "Es enorme y bastante antifuncional; fue restaurado a todo costo por la gestión anterior pero en muchos aspectos lo recibimos desmantelado." Aquí, algunos tramos del diálogo con este "hombre de larga carrera y escasa fortuna".
-¿Cuáles son los proyectos en curso en la actual -y saneada- época de la Enerc?
-Queremos darle nueva vida a la Escuela. Incluso, que en un futuro cercano otorgue título terciario. Ante todo trataremos de elevar el nivel académico; hicimos cambios buscando que los alumnos amplíen lo más posible su base cultural: con la técnica sola no basta. Para dar un ejemplo, proyectamos dictar seminarios y cursos de apreciación musical, aunque ya se venía dando Historia de la Música. Y es que una película no es perfecta si no lo es musicalmente, como señaló Orson Welles. También suprimimos cátedras innecesarias, creadas -es obvio- para los amigos; como una de Prensa y Marketing.
Y quiero nombrar a una valiosa colaboradora, la subdirectora Dolly Pussi, que fue alumna mía en la Escuela de Birri, en Santa Fe. Es un placer trabajar con alguien de su capacidad.
-Es sabido que el presupuesto del INCAA se integra con gravámenes a las entradas, a la publicidad radio-televisiva de películas y a los videos. Pero también son conocidos los recortes presupuestarios aplicados por ley hace varios años. ¿Cómo enfrentan esto?
-Nuestro mayor problema es el freno económico. La situación es seria pero no vamos a desanimarnos. Ahora dirige el Instituto alguien que ama el cine, José Miguel Onaindia; un hombre muy correcto y culto, empeñado además en liberar esos fondos. Por eso quiero ser optimista una vez en mi vida. Algo habrá que hacer. Por ahora pagamos la fiesta de los "divertidos"...
-¿Qué lugar ocupa la Historia del Cine, en el marco de los cursos del Instituto?
Ocupa esa cátedra un joven valor, Fernando Martín Peña, que empezó a interesarse por el cine a los ocho años con viejas películas Pathè Baby. Cuando a mí me dicen: "Usted sí sabe de historia del cine", respondo: "No, hay un chico que sabe más que yo".
-¿Cómo están en el rubro equipos?
-Contamos con un moderno sistema de montaje. Ahora queremos comprar cámaras digitales, hasta por una razón de costos. Fue de este modo, que se filmó entre otras «La Celebración», del grupo danés Dogma. Eliseo Subiela filmó en digital. Buena Vista Social Club, de Wim Wenders, se rodó con dos cámaras: una convencional y una digital. Hasta George Lukas está preparando con este tipo de cámara su nueva saga galáctica.
-¿Y la crisis del cine?
-Cine va a haber siempre. Yo digo a los chicos que cuenten una buena historia y que lean mucho. Los buenos directores norteamericanos son tipos que fueron a Harvard, y además filman bien. Las películas argentinas de éxito, y hoy tenemos varios ejemplos, son ésas en que la gente se reconoce, como en las italianas o en Woody Allen: ves una de él, y a los dos minutos sabes qué piensan los personajes."
Sammaritano es una usina de opiniones polémicas. Lo enorgullece que el público argentino de cine nunca aceptara el doblaje, "muy peligroso además: los censores hacen decir cualquier cosa.
"Además, aquí, si decís que querés hacer muchas retomas te maldicen hasta el día del Juicio Final." Afirma que "sólo los mediocres son solemnes; he conocido a muchos tipos importantes, como Resnais o Welles, y a cual más sencillo." Y respalda toda búsqueda formal, si no se olvida el lema de Hitchcock: "El cine es el arte de llenar una sala vacía". A lo que acota: "Claro, porque hay que creer lo que el film te dice. Si el cine no refleja la vida, no refleja nada".
La pasión cineclubista
A los 18 años Sammaritano entró en Gente de Cine donde, desde 1942, remaban Rolando Roland Fustiñana, Edmundo Eichelbaum, Nicolás Mancera. Nacían los cineclubes de provincia. Hasta Borges junto al fotógrafo Horacio Coppola y el poeta y crítico Aldo Pellegrini arrimaron intentos cineclubistas en los años 30, proyectando los primeros films de vanguardia. León Klimovsky y Elías Lapsenson fundaron el Cine Arte: "¿Podrás creer que Lapsenson trajo una vez al país una copia en nitrato de El acorazado Potemkin envolviéndosela en el cuerpo, para burlar a la censura? Si alguien prendía un fósforo volaban todos..." Núcleo estrenó films que luego harían suceso, como La Tregua, Darse cuenta, La historia oficial u Hombre mirando al Sudeste. Un hito memorable: sus proyecciones a cielo abierto en el parque Rivadavia.