Salud emocional. Recursos contra la “fatiga pandémica”
Las salidas que eran a cenar, en pareja o con amigos, se transformaron y ese balcón, aclimatado con luces, plantas, banquetas y almohadones, los gatos –cuando quieren– y una selección musical acorde, es el sitio para simular estar en otro lado. “No es que siempre cenamos ahí, pero sí tomamos algo al caer la tarde, ponemos música, y nos relajamos”, dice Betania Petry. “Con mi novio convivimos hace cuatro años en este departamento con balcón que da a un pulmón bastante verde, cerca de Plaza Italia. Eso nos permite pasar tiempo sin los ruidos de la calle y con intimidad”, cuenta Petry, que trabaja en recursos humanos en una empresa a la que no volvió desde marzo, cuando se decretó la denominada cuarentena.
Dejarse tiempo para practicar deportes, maximizar los encuentros al aire libre y readaptar el hogar en el que se pasarán todavía más horas, además de todo aquello que razonablemente ayude en la supervivencia, son algunas de las acciones que, todo indica, deberán ejercitarse también durante este 2021 que es una continuidad del 2020. Tras el año en que buena parte de lo social se vio lesionado y se generaron nuevas (a)normalidades, hay que pensar en rutinas integrales porque la ansiedad y la soledad son un peligro para la salud y la estabilidad emocional. Entonces ante prohibiciones, restricciones, escasa o nula vida social, el riesgo y el temor por la salud de amigos y familiares… ¿Qué estrategia es mejor para intentar que no gane la fatiga pandémica? ¿Cómo afrontar la nueva ola y administrar las ya escasas energías?
Aunque gastada, la metáfora de la ola es apropiada: viene un montón de agua, por momentos se cree que ya pasó, que se la pudo surfear, y enseguida, casi sin respiro, llega otra atrás para la que conviene estar preparado. Tras el descenso de los contagios de coronavirus luego del primer pico, desde mediados de diciembre todo el país aparece con casos de Covid19 en aumento y, sean obligatorias o no por parte de los gobiernos, las restricciones a las actividades premarzo de 2020 vuelven a ser la regla. ¿Cómo sobrevivir sin contagiarse y a la vez sin destrozar ni la salud mental remanente ni la (más bien escasa) vida social que la pandemia nos legó? Mientras los especialistas analizan el asunto en tiempo real, casi como si fuera un experimento sin control, y tratan de dar los consejos y experiencias que tengan a mano, las personas tratan de adaptarse y continuar con sus vidas. "Deporte, encuentros interpersonales (aprovechar lo que se puede hacer y cómo se pueda hacer; el aislamiento es muy negativo en términos psicológicos), practicar yoga, meditaciones si se puede, y tener relaciones sexuales. Además por supuesto de aprovechar a los psicólogos argentinos, que hay muchos que tienen buenos tratamientos; no dudar de que la terapia va a hacer bien", dice Martín Etchevers, profesor titular de Psicología Clínica y Secretario de investigaciones de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, quien menciona al pasar la "avalancha de pacientes" que tuvieron los profesionales el año pasado. Etchevers añade que "está claro que a más restricciones, más malestar; esa es la regla número uno". Y señala que la cantidad de tiempo de encierro "fue prolongada e indiscriminada". Según midieron en la facultad, los jóvenes resultaron la franja etaria con más malestar en los cuatro períodos analizados durante 2020 con más de 10.000 casos. "Es porque los más grandes podemos regular el desastre desde lo emocional, y tenemos más consciencia del riesgo. Un joven tiene menor conciencia y a su vez es menor realmente su riesgo (aunque no es cero). Se le pide una conducta altruista a una edad en que las etapas aún no se cumplieron. Los jóvenes tienen mucho sin resolver, vocaciones, sexo, familias, y demás. El resto de nosotros ya las transitamos, mal o bien", analizó.
Por su parte, la ex presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Claudia Borensztejn, afirmó que “quedan dos cosas por delante: la segunda ola y las vacunas”. En ese sentido, recomendó “tener paciencia y esperanza; estamos cerca, confío en que las vacunas llegarán y esto se va a terminar, el problema es este mientras tanto”. Y agregó que “el coronavirus dejará muchos cambios, e incluso algunos serán positivos, de cuidados personales y cuidados públicos”, pero a la vez pidió campañas de comunicación para que quede claro que hace falta “resistencia y solidaridad para con el personal de salud que está exhausto y harto de que la gente no se cuide”.
Borensztejn y Etchevers coinciden en que hay que centrarse en lo positivo para transitar los meses que restan. "Desde agosto la depresión aumentó mucho, la negatividad y la falta de esperanza. Eso ahora está gobernando el espectro psicológico, y el rebrote es un golpe más. Es lo que se llama indefensión aprendida, cuando se pierde la esperanza, la gente queda como los pájaros que no salen de la jaula aun con la puerta abierta. Acá podría haber algo así, hay muchos amagues, ilusiones exageradas rápidamente creadas y arruinadas. Cuanto más se elevan las expectativas, más bajo se cae en el estado emocional si fallan. Las personas se cargaron de expectativas y la desilusión es de igual proporción", dice Etchevers. A nivel personal, remarcó que "hay que buscar el desarrollo de cualidades que no teníamos y que todos hemos visto como positivas, por pequeñas que puedan parecer".
Rehabitar espacios
A Betania Petry, como a tantos que tenían jornada completa afuera del hogar, aquel primer encierro de marzo no le pareció terrible porque lucía como un cierto descanso (de esa época es el sticker de whatsapp del presidente Alberto Fernández con la frase "No son vacaciones"). "Al principio, me parecía bien estar en casa. Y resulta que ahora hay que inventar cosas nuevas para salir de la rutina de estar siempre adentro. Todos los días son iguales. Nunca está uno del todo preparado, por un lado es el aburrimiento y por otro la sorpresa constante que es vivir la pandemia", remata Petry.
"No se nos cruza por la cabeza irnos de vacaciones a ningún lado", dice por su parte Débora Zarlenga, que trabaja en importación y con su marido tienen dos restaurantes en Nordelta. "Como tenemos la suerte de vivir en lugar con espacio al aire libre, con parque para los chicos (uno de 12 años y otro de 9), disfrutamos de la casa y el espacio verde. No nos vamos de vacaciones también por solidaridad en medio de esta segunda ola", agregó. Ella y su marido (que tuvieron Covid en septiembre y no la pasaron nada bien, aunque no necesitaron internación) tratan de hacerse fuertes y enfocarse en el trabajo ahora que volvieron a abrirse los restaurantes, pero reconocen que los chicos la pasan mal por la casi total ausencia de vida social. "Ellos son los que más extrañan y lo sienten desde lo emocional. En noviembre se habilitó fútbol y duró dos meses; ahora con la segunda ola ya no van, por decisión mía, pese a todos los protocolos que tenía el club. Tenemos mucho diálogo y desde el principio tratamos de hablar, que vean poca televisión, y les contamos todo. Sin mentiras. Después que pasamos la enfermedad, y del susto, entendieron que no nos iba a pasar nada grave", contó. ¿Cambió la vida dentro de Nordelta? "Hay menos gente paseando, eso cambió mucho, pero creo que los jóvenes podrían usar más barbijo", cree Zarlenga.
Gonzalo Lantarón es Director de Migraciones en Pilar y junto con su hermano armaron una pista y escuela de skate, también en la zona de Nordelta pero abierta a todo público, para el uso de quienes no se van de vacaciones y necesitan alguna actividad, que distraiga y a la vez genere placer. "Somos un grupo de amigos que tenemos más de 40, de los primeros que anduvimos en skate en zona norte. Armamos un lugar con amenities para el resto de la familia, para que se puedan sentar y ver el concepto de la cultura skate", dice. Para él, es una actividad perfecta para la situación pandemia porque "es imposible estar con un skate a menos de dos metros de un colega, no hace falta juntar gente, ni un territorio, tomamos la temperatura de todos los que entran y tenemos un esquema de turnos para que no haya aglomeraciones ni que se crucen chicos de distintas edades". La escuela tiene tres años y le fue bien desde entonces, pero Lantarón cree que algo se potenció con los colegios cerrados y las pocas posibilidades de hacer cosas.
En análisis
¿Alcanza? ¿Qué más conviene hacer, cómo no volverse locos? O, más académicamente: ¿qué herramientas psicológicas existen para hacer frente a este nuevo repliegue o retroceso que implica la segunda ola? La psicóloga y docente canadiense de la British Columbia University Shimi Kang recomienda acciones para la supervivencia en este contexto de segunda ola. Uno, priorizar la salud mental, en lo que incluye dormir bien, hacer ejercicios y estimularse mentalmente. Además, identificar acciones que bajan el estrés, como respiraciones profundas, caminatas, siestas y listas de música, además de reducir la interacción con la tecnología. "Y aprender de la primera ola y por ejemplo ser proactivos en la búsqueda de la conexión social", dijo para una nota de la cadena CTVNews. Y agregó que cada uno elabora una estrategia diferente, acorde a una manera de ser en el mundo que es única.
Este último punto en particular lo comparte el sociólogo argentino Daniel Feierstein, que ha estudiado estos meses las repercusiones sociales de la pandemia (sobre todo los mecanismos de negación de la realidad para poder afrontarla) y prepara un libro al respecto para la editorial Fondo de Cultura Económica. "Cada uno responde a su manera y como puede, no daría recetas generales", dijo a sabado. "Lo interesante es que incluso acciones que pueden resultar patológicas en otro contexto pueden ser funcionales en la pandemia, como formas de disociación, formas de la obsesividad, tipos de personalidades que en crisis aparecen como herramientas para resistir; alguien que es miedoso o teme por su salud, ahora está de algún modo más protegido", agregó. Desde luego, admite que eso puede traer otros problemas, pero en todo caso quedarán para su resolución durante el período post-pandemia. "Esto va a dejar efectos, sin dudas; pero cada cosa a su tiempo", agrega. En cuanto a la construcción de la vida cotidiana en los meses de pandemia que quedan por venir, recomienda generar una rutina de cuidado, que se naturalicen esas acciones. "Yo soy muy obsesivo y rígido, algo que me trae problemas, pero ahora me resulta funcional, me permite agarrarme des esas obsesiones para profundizar las lógicas de cuidado, que enfrenten la negación generalizada", agregó, y dijo que enfocarse el trabajo en este contexto también lo ayudó: él lo hizo hasta 18 horas por día.
Producción de Paola Florio
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