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Cuando Danisa Lovatto (24) tenía 17 años consiguió su primer trabajo como niñera en Monte Caseros (Corrientes), aunque vivía en el campo, en San Francisco, a unos 35 kilómetros de esa ciudad. Desde chica, y pese a las dificultades que había tenido durante su infancia, siempre soñó con poder superarse, estudiar, tener su propia casa y dinero para poder elegir qué comer, entre tantas cosas.
Lo peor que tuvo que pasar fue cuando a los seis años falleció su mamá, su ángel de la guarda. Además, como si esto fuera poco, se crió en un hogar donde la violencia era constante, especialmente cuando su padre bebía de más. Demasiados golpes para una niña que parecía indefensa y que, por momentos, se sentía sola.
“No tenía una casa fija donde dormir y todo el tiempo me estaba trasladando”
Si bien su intención era mudarse a Monte Caseros, no tenía la plata suficiente para alquilar. Razón por la cual fue nómade, como ella misma se define, quedándose a dormir en cualquier sitio donde le abrieran las puertas ya que trabajaba todo el día y solo necesitaba un lugar donde bañarse y descansar por las noches.
“Los días que no conseguía casa deambulaba con mi bicicleta por la costa, era verano y podía estar tranquila. Las noches las pasaba en cualquier casa donde me alojaran, estuve así unos cinco meses. No tenía una casa fija donde dormir y todo el tiempo me estaba trasladando, siempre llevaba conmigo un bolsito o una mochila con mis cosas esenciales: cepillo de dientes, ropa, perfume y desodorante”, recuerda Danisa.
De esa forma pasaba sus días, con el “corazón destruido, con mala racha”. Una tarde, un “amigo” le dijo que él tenía una protección y que gracias a eso no le llegaban las envidias. Justo lo que ella necesitaba. Esas palabras la dejaron pensando. Y al estar vulnerable y con falta de contención decidió tomar un camino que no era el adecuado.
Vulnerables y solitarios
En esa situación en la que estaba, con una autoestima que no era la mejor y con la necesidad de aferrarse a algo que le diera identidad y algo de esperanza, Danisa, casi sin darse cuenta, se fue metiendo en una secta Umbanda en Monte Caseros.
“Mi primer día fue normal, fui a ver de qué se trataba y me preguntaron qué era lo que quería hacer, te dicen que podés hacer todo, podés pedir lo que se te ocurra. Yo solo pedía protección, salud, amor, paz, necesitaba salir adelante, atraer dinero y abundancia y, bueno, la religión salía cara, recuerdo que invertí mucho dinero en trabajos para las famosas bandejas”.
Cuando Danisa menciona a las “famosas bandejas” se refiere a las bandejas (que incluían frutas y velas, entre otras cosas) que se dejan en la ruta o se llevan a un río como una ofrenda que le hacían al pai Ogum, líder de la secta.
“Me esforzaba muchísimo por cumplir porque tenía miedo de que la bendición se cortara. Una vez que estás ahí, sentís que no hay vuelta atrás, que es el camino que elegiste y que si salís de ahí te va a empezar a ir muy mal. Ellos juegan mucho con esto en tu cabeza porque saben que estás débil, que sos manipulable y que vas a dar todo por estar bien: tu tiempo, tu dinero, todo con tal de conseguir ese bienestar y la paz. Pero en el fondo te sentís vacía y seguís con miedo de que si esa persona se enoja y te maldice, te ira mal. Con el tiempo descubrís que no es así, que es sano alejarse y encomendar tu vida a Dios que siempre pondrá un ángel que te proteja, que te de una mano, que te ayude”, expresa Danisa.
¿Cómo fue que logró salir de la secta?
Para ese momento Danisa vivía en la casa de un amigo. Una de esas noches fue a una gala de incorporación en la secta y conoció a Betty, una mujer bastante mayor que ella.
-¿Por qué estás acá? –le preguntó Betty.
-Yo estoy viviendo en la casa de un amigo, pero como esta noche invitó a una chica no me iba a poder quedar a dormir –le contestó Danisa.
-Te invito a que vengas a dormir a casa –le propuso Betty.
“Me sorprendió tanta amabilidad y generosidad. Me ofreció su casa, me llevó a dormir con ella, me compró un par de zapatillas y me ayudó a recolectar mi ropa que estaba por todos lados. Y así fue como tuve mi primer ´hogar´. Teníamos un trato: yo limpiaba y ella cocinaba. La relación que tuve con ella fue como la de una mamá con su hija, las dos salimos juntas de ahí, pero ella me dio las fuerzas necesarias dándome un hogar. Y todo lo que necesitaba”, se emociona.
Betty fue la llave que necesitaba Danisa para poder darse cuenta de que el camino que estaba tomando no era el indicado. El amor de esta señora, su mamá del corazón, fue el puntapié inicial para recalcular y recomenzar su vida. Esa vida de una adolescente de 17 años que estaba perdida y que no había estado en buenas manos, pero que en el fondo sabía lo que quería.
“Salimos juntas, mamá se hizo cristiana y me fue hablando más de Dios, ella se bautizó y salió adelante, yo dejé de creer en las vírgenes y en los santos y puse a Jesús como ni único y suficiente salvador, pero no estaba lista para bautizarme. Lo hice un tiempo después cuando me fui a vivir a Buenos Aires. Ella me regaló una biblia y me dijo que buscara una iglesia. Congregué y como me sentía sola me aferré muchísimo a Dios y, sobre todo, a la iglesia. Y de esa manera me dediqué a trabajar y a estudiar. Fue un proceso largo, pero las muchas charlas con Betty, que es una mamá del corazón con todas las letras, me ayudaron”.
A partir de ese cambio radical en su vida, Danisa comenzó a encontrar ese bienestar y esa paz que tanto deseaba. Consiguió varios empleos más como niñera y los fines de semana trabajaba en el campo. Como ella misma dice “siempre metiéndole para adelante”.
“Sentí la libertad financiera, que la plata me podía rendir, que me podía comprar ropa, computadora o cosas que necesitaba y no desperdiciarla en cosas que no valían la pena”.
El desafío de ser modelo
En el año 2018 unos fotógrafos amigos, maquilladoras y hasta algunas tiendas de ropa de Monte Caseros le propusieron hacer unas fotos para lucir sus productos. Al principio, cuenta, lo tomó como una diversión y como un hobby. Pero, además, se trataba de todo un desafío por algunas críticas que había recibido, dice, de una sociedad que habló mal de ella sin conocerla y sin ninguna justificación.
“Antes, no me animaba a ponerme tal o cual ropa, o sacarme tal foto. Me reprimía por el hecho de vivir en una sociedad que siempre juzga y está todo el día pendiente para ver qué chisme puede inventar o qué deducen de tus fotos o qué quise decir o por qué hacía algo. Me han criticado mucho mis fotos sensuales como modelo, pero después lo hace más gente y es normal. Por esa razón siempre me inhibía, estaba mal, es triste saber que hay personas que solo se dedican a juzgar y a criticar porque el otro es libre y ellos se mueren de ganas, pero no se animan”.
Además, la posibilidad de mostrarse tal cual es (por dentro y por fuera) significó para Danisa la oportunidad de poder superar algunas situaciones de celos y hasta de violencia que había vivido con ex parejas.
Lo que al principio empezó siendo un hobby y hasta una revancha por todo lo que le fue pasando durante los últimos años de su vida, comenzó a transformarse en un trabajo, que si bien no es full time, le dedica una parte importante del día.
En cuanto a las fotos, generalmente la contactan marcas o tiendas a las que siempre compra y apoya. Hizo fotos para Perpetua en Buenos Aires, para Albert Jiménez, un reconocido fotógrafo, para Sorprendeme Boutique y Tanzanita Joyas, entre otros.
“Una amiga, Eugenia, que me hacía electrodos, se reía siempre porque una de mis frases de cabecera es ´perdoname por ser tan linda´ que la uso siempre y lo tomo con humor porque siempre había gente que me quiso hacer sentir fea o compararme con tal o cual. Y eso está super mal, no debemos compararnos con nadie, cada uno tiene su estilo, su belleza, su sonrisa y todos somos hermosos a nuestra manera. Entonces, para empezar a ser más lindos el primer paso es aceptarnos, querernos, mirarnos y decirnos cosas lindas”.
Cada vez que Danisa sube alguna de las fotos a su instagram (danisa_lovatto) sus seguidores la llenan de elogios y le preguntan cómo es su dieta, su rutina de ejercicios en el gimnasio y cómo hizo para cambiar su cuerpo. “Me dicen que me admiran, que gracias a la energía que trasmito y a mis cambios los animo a ir al gym, recibo una cantidad de mensajes hermosos”, se enorgullece.
A eso que llamamos normal
Sin embargo, Danisa es mucho más que lo que muestran sus fotos. De hecho, al vivir tantas cosas en tan poco tiempo es una mujer con muchas inquietudes para su edad. Y una de ellas es la literatura. En 2019 escribió el libro A eso que llamamos normal, que si bien es autobiográfico invita a la reflexión sobre muchos temas que, quizás, tendemos a naturalizarlos.
“Escribir este libro fue para desahogarme, para sacar lo que con palabras no podía expresar. La terapia me ayudó a descubrir que mi cable a tierra estaba ahí. Es un libro distinto, de una chica que abre su corazón y cuenta las experiencias dolorosas que tuvo que atravesar para poder salir adelante y decidir quién quería ser. Un libro que habla de las cosas que normalizamos como sociedad, pero que en realidad están mal, lastiman y no nos damos cuenta hasta que pasamos por ellas”, resume.
Actualmente, Danisa está estudiando Inglés, una materia pendiente que tenía desde chiquita, por un lado, pero también por sus ganas de querer vivir en otros países. Además, en su horizonte figura la idea de estudiar Psicología, una carrera que la apasiona.
“A las personas que están atravesando un momento adverso les diría que no dejen de soñar por más que les digan lo que les digan. Que se repitan mil veces que se merecen ganar, que son lo mejor, que nacieron para ser triunfadores y que luchen. Que todos los días busquen una cosa que los lleve a donde quieren llegar, que no bajen los brazos, que disfruten la vida, con lo simple, y que den mucho amor”.
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