Una costumbre ancestral dice que se deben tomar tres sorbos en ayunas de esta especie con caña. El ritual también se asocia a la celebración del Día de la Pachamama.
- 4 minutos de lectura'
Mencionada por Shakespeare en Hamlet como la “yerba santa de domingo”, muchas historias se han tejido en torno a la ruda, una planta que se nombra hasta en la Biblia.
La creencia en sus poderes mágicos es ancestral y forma parte de la tradición popular de muchas culturas. Un ritual guaraní tiene especial relevancia en esta fecha, se trata de una costumbre ancestral para “ahuyentar los males del invierno” y consiste en tomar 3 sorbos de caña con ruda en ayunas cada 1 de agosto.
Según la tradición, esos tres sorbos (que también pueden ser de té de ruda) bastan para ahuyentar los males. Los guaraníes utilizaban la ruda como un elemento clave de su medicina, especialmente contra los parásitos, malestares estomacales y la irritación de picaduras de bichos.
Hoy en día en el campo se conserva la tradición de llevar un gajito de ruda al entrar al mes de agosto o colocarlo debajo de la almohada para evitar embrujamientos.
Según la tradición, para que la ruda cumpla su función mágica debe ser tomada de un jardín ajeno, robada o regalada.
Pero estos aspectos mágicos de la ruda no se limitan a una creencia guaraní. En la antigüedad, los romanos eran cultores de esta hierba. Era común que los jueces llevaran consigo algunas hojitas cuando debían estar en contacto con algún prisionero, pues existía la creencia de que la ruda los preservaba de las infecciones, los piojos y del mal de ojo. Plinio también contaba que, en la antigua Roma, la ruda fue utilizada por pintores y grabadores para agudizar y preservar su vista.
En la antigua Grecia y en Egipto, la ruda se empleó para estimular el sangrado menstrual, inducir abortos y fortalecer la vista. Hipócrates la recomendaba para aliviar dolores y combatir epidemias.
Contra los hechizos
En la Edad Media y aun más tarde, para una poderosa defensa contra las brujas; fue utilizada para combatir hechizos por los pueblos celtas y druidas, que pensaban que dicha hierba les otorgaba una “segunda visión”.
Se dice que este rito proviene de los guaraníes, que utilizaban la ruda para la medicina, especialmente contra los parásitos, malestares estomacales y la irritación de picaduras de bichos.
¿Macho o hembra?
En el ámbito popular, se la discrimina como “macho” y “hembra”, en la creencia de que una posee los órganos masculinos y otra los femeninos. Pero la ruda es una planta hermafrodita, es decir, tiene los órganos masculinos y femeninos en la misma planta. ¿Por qué, entonces, la gente considera a las plantas como macho y hembra? La respuesta está en que son diferentes especies.
Ruda hembra
Ruta graveolens, originaria del sur de Europa, considerada por los especialistas como ruda hembra, es una planta perenne, glauca, arbustiva que puede alcanzar una altura de entre 50 y 60 cm.
Tiene hojas aromáticas, compuestas por varios folíolos, los laterales alargados y el terminal ovalado o blanquecino, de consistencia algo carnosa.
Contienen unas glándulas aromáticas con un sabor ligeramente picante, pero este queda oculto por el intenso aroma de la planta.
A principios del verano produce flores de color amarillo brillante a verde, que se agrupan en ramilletes cuya flor central posee cinco pétalos (las demás solo cuatro).
El fruto es una cápsula redondeada con cinco lóbulos y sus semillas tienen forma de media luna. El valor ornamental reside en el delicado follaje verde azulado.
Las hojas son tóxicas si se ingieren y el manejo de las plantas puede causar dermatitis.
Ruda macho
Ruta chalepensis, a la que denominan ruda macho por su mayor tamaño, puede alcanzar un metro de alto y tiene hojas notoriamente más grandes.
Originaria de la región del Mediterráneo, es muy usada para numerosas afecciones en medicina popular, entre otras, como emenagogo, abortivo, antiespasmódico, antirreumático, para el dolor de oídos y digestivo.
Estas propiedades se deben a la presencia de aceites esenciales con ácido rutínico, que le confieren a la planta un olor característico y desagradable. Es muy común verla cultivada en jardines por la creencia popular de que trae buena suerte y aleja maleficios.
Se cultivan fácilmente en suelos bien drenados, a pleno sol. Toleran suelos pobres y sequía una vez establecidas; no toleran encharcamiento. Funcionan bien en sitios cálidos y secos. Son esquivadas por caracoles y nunca comidas por hormigas. Se pueden propagar por semillas o por esquejes.
Especialista consultada: Gabriela Benito, ingeniera agrónoma.
LA NACION