Romina Richi: "Hoy no tiene sentido dar algunas peleas"
Con una trayectoria marcada por una personalidad rebelde, hoy elige el teatro (con dos obras en cartel) y ver crecer a sus 3 hijas
Hace unos años Romina Richi dejó una serie de El Trece para hacer una película. Y luego se dio cuenta de que no tenía ganas de volver. Pero no a la tele; a la actuación. "No le encontraba sentido", cuenta. "Empecé a escribir, a filmar cortos, a trabajar con la escritura y con la cámara. Hasta que una vez me lo encontré a Norman Briski, mi maestro cuando empecé. «Estoy medio perdida, no sé si quiero seguir actuando», le comenté. «Vení», me dijo. Y regresé a sus clases, a compartir con otros compañeros y colegas. Me reencontré como actriz", relata Richi, que empezó muy chica a actuar, tuvo pasos estelares por Naranja y media y Resistiré, y suele ser percibida como una actriz "de carácter"; de esas que dejan marca cuando aparecen.
"Ahora estoy más tranquila", reconoce quien tras aquella crisis fue mamá por tercera vez y estrenó dos obras: la reciente Rabia Roja (los miércoles, en el Teatro Regio), un retrato sobre Salvadora Medina Onrubia, militante anarco-feminista de los años 30, y La hora de la calabaza (los sábados en el Payró), un unipersonal en el que monologa, canta, cambia de look y ahonda en todo eso que pasa cuando se termina el enamoramiento: ese momento tan conocido por todos, pero poco abordado en las ficciones más difundidas.
-¿Cómo describirías esa "hora de la calabaza"?
-Como el instante preciso en que el hechizo se empieza a caer y se te viene con todo la realidad. Ahí te planteás: ¿qué hago? ¿Me adapto a esto nuevo que estoy viviendo para transformarlo en amor? ¿O le digo chau a la relación, "nos vemos en otra vida"? En la obra lo original es que Marlene, mi personaje, no le plantea todo esto a su marido, sino a su ex amante. Le dice: "¿Por qué no me dejaste cuando se acababa la pasión? Así te habría comparado con mi marido y seguramente habrías perdido. Pero no, ¡te tenías que ir antes!".
-Y en tu caso, cuando te pasó, ¿cómo lo resolviste?
-Lo resolví atravesando el dolor, metiéndome hasta el fondo. Si no, ¿cuál es la gracia? Hay que sufrir todo lo que necesitás sufrir para luego poder continuar.
-Arrancaste en la tele desde muy chica. Pero a diferencia de otros que crecieron en pantalla, a vos se te vio siempre segura, con una impronta clara. ¿Era así?
-Sí, aunque no es algo que en el momento me diera cuenta o que lo tuviera tan presente. Estaba en mi carácter. Y hoy lo veo, es cierto. Cuando lo escucho a Norman (Briski) decir en las clases: "Escúchense a ustedes mismos y no transen con lo que les piden si no están cómodos con eso", pienso: ¡Sí! ¡Yo siempre fui así! ¡Siempre me rebelé! (risas) Incluso diría que hoy me rebelo menos, me di cuenta de que no tiene sentido dar algunas peleas.
-¿Ejemplo de esas rebeldías en tus inicios?
-Una muy típica es que por ahí tenías que hacer una escena con un personaje que debía estar muy lookeado y para el cual te habías preparado con mucho detalle. Entonces te decían: "No, el sombrero sacatelo porque tapa la luz. ¿Cómo que tapa la luz? ¡Cambiá la luz entonces! ¿Cómo voy a cambiar algo que hace al personaje? Ahí, sí me ponía firme, se armaba toda una discusión que terminaba generando un ambiente de mierda. Y, si no, era pasarla mal actuando. Cosas de la tele, de la ley del menor esfuerzo.
-Y en general no accedías.
-Y... no. No me sacaba el sombrero. Pero eran momentos puntuales. Más allá de eso creo que hay que saber aprovechar cada oportunidad que vas teniendo. Porque cuestan.
-También fuiste mamá muy joven, a los 20. ¿Cómo impactó en tu vida y en tu carrera?
-Con mi primera hija, Valentina, fue aprender muchas cosas juntas. Pero todo en mi vida fue desde muy temprano. El colegio secundario me lo pagué yo, por ejemplo. Tuve responsabilidades desde muy chica y me parecía normal.
-¿Y cómo vivís ahora ser madre de tres hijas de generaciones diferentes?
-Sí (sonríe). Tengo una beba (Bethania), una niña (Margarita) y una adolescente (Valentina). Requiere mucho detalle porque cada una demanda cosas muy distintas. Pero está bueno. La del medio no me trae muchos problemas y la mayor tampoco, aunque tiene otro carácter. La chiquita sí: se viene con todo (risas).
-¿Y qué particularidades tiene una crianza con tres padres distintos?
-Con cada uno tengo que amoldarme a cosas diferentes. Un tema muy debatido es el colegio. Con Fito (Páez), el papá de Margarita, no hay problemas, nos pusimos de acuerdo rápido. Eso sí, si después no sale bien te pasa la factura: "Viste, el colegio que vos elegiste...". Aunque reconozco que también te da la derecha cuando las cosas resultan. "¡Qué bien el colegio que elegiste!" (risas). Con Maxi (Gutiérrez, cineasta), papá de Valentina, tenemos más desacuerdos en el tema colegio: que sí, que no, que éste cuesta un poco más, y así. Pero al final nos ponemos de acuerdo. Y con Walter (Abud, DJ), todavía no tocamos el tema colegio porque Bethania aún es chica, pero seguramente no habrá problemas.
-Viven en la zona de Retiro. ¿Qué les atrajo del barrio?
-Sí, yo siempre viví en el centro y cuando quedé embarazada de Bethania al principio nos mudamos a un lugar más tranquilo: Martínez en zona norte. Y no me hallé. Al jardín que teníamos no salíamos nunca. Y como mucho habremos hecho dos asados. Extrañaba el cafecito, las callecitas, lo onda más bohemia de los barrios. Y Walter también. Para él es una gran diferencia porque es de San Pablo, donde todo es mucho más gris.
-¿Pequeños hábitos que tengas en Retiro?
-Sentarme a leer en un cafecito. Descubrir lugares nuevos. Caminar los fines de semana cuando no hay nadie. Ir a la plaza. Todo eso me encanta.
-Briski estuvo presente al inicio de tu carrera y también ahora. ¿Qué te dio y que te sigue dando?
-Me enseñó que hay que actuar desde la verdad. Vivir la situación. Porque las dudas surgen cuando durante demasiado tiempo hacés cosas que no querés hacer. Y eso tarde o temprano te empieza a afectar.
Un café que ayude a pensar
A la hora de elegir su bebida favorita, Romina Richi elige el café, un producto que vive toda una revolución en cuanto a variedades y formas de beber. "Me encanta. Amo tomar un café con mi compañero todas las mañanas. Me resulta ideal para compartir ese momento y planear el día. También para parar aunque sean diez minutos y conversar un rato. Me gustan mucho el café de Colombia y el de Brasil".
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