Rojo
La obra de teatro Red, de John Logan, con Julio Chávez en el papel de Rothko, es una master class de pintura y de vida
Rojo que te quiero rojo, así podríamos parafrasear a García Lorca para reemplazar el verde complementario de su famoso poema y subir a escena al colorado, uno de los primarios.
Rojo pasión, rojo sangre, rojo ira, rojo arrojo, rojo revolución, rojo impulso, rojo riesgo, rojo Rothko.
¿Quién mejor que ese gran pintor abstracto norteamericano, nacido en Letonia, Mark Rothko, para reflejar la potencia del colorado en sus impactantes telas?
La obra de teatro Red, de John Logan, con Julio Chávez en el papel de Rothko, es una master class de pintura y de vida, impartida a su asistente en la pieza, Ken, encarnado por Gerardo Otero. Red en la mirada de Rothko es la metáfora del arte en sus dos facetas: la sensual y la espiritual. Es la intensidad de un pintor impregnado, poseído por su búsqueda, por la fuerza de su expresión, por la vibración del color, y el complejo vínculo con su discípulo. ¿Quién mejor que Julio Chávez, actor, director y artista plástico, para materializar esa indagación? Ese red, ese rojo intenso, llameante, visceral, pura vehemencia, pura emoción, característico de Rothko, planea sobre esa relación padre-hijo, maestro-alumno, en sus más profundos vericuetos.
Rothko, con sus excesos, lleva su pasión, su compromiso y su intensidad vivencial hasta sus últimas consecuencias. El rojo sangre. El rojo se oscurecerá, llegando al negro, y lo acompañará hasta el final de su vida, autoinmolada.
El rojo es un color muy de moda hoy. En la ropa, en los accesorios, en la decoración. Nos habla de una irrupción de los sentidos, de una explosión de vitalidad, de impetuosidad, de emociones extremas. Es el color de la audacia, del protagonismo, de la violencia, de la fogosidad.
Coincide acaso con signos de estos tiempos, donde priman el instinto sobre la razón, el escándalo sobre la prudencia, el grito sobre el susurro, la fuerza sobre la caricia. Carnal y escandaloso, el rojo nos enceguece en su descontrol, pero a la vez nos incita más que nunca y, a la manera de Rothko, a la búsqueda de lo absoluto, de una exaltada y mística liberación.