Rodolfo Terragno: "El capitalismo necesita transformarse"
No es la primera vez que el jefe de gabinete de Fernando de la Rúa ocupa un alto cargo político. Afiliado al radicalismo en 1987, el ex ministro de Obras Públicas de Raúl Alfonsín admite que uno de sus sueños es ser presidente
Sabe que la carrera política no es un jardín de rosas. Ejemplos sobran. Cuando Rodolfo Terragno ingresó en la Facultad de Derecho, en 1962, acababan de destituir al presidente Arturo Frondizi y cuando salió con el título, en 1966, terminaban de desalojar a Arturo Illia. En este último año se inició formalmente como periodista en el semanario Confirmado, de Timerman. "El periodismo -sostiene- era una forma de literatura, pero también una posibilidad de la política." Impulsor de la Fundación Argentina Siglo 21 y apasionado de la investigación histórica, Terragno presentó, en 1999, su último libro Maitland & San Martín, producto de una búsqueda en el país y en Londres. La entrevista se realizó en la mismísima mesa para doce personas en la que el Gabinete dirime sus cuestiones, instalada en el piso 10 del ex edificio de Somisa, en la Diagonal Sur, con su jefa de prensa, María Chimondeguy, presente.
-Tan paradigmático, la Argentina siglo XXI le puso frente a los ojos a mucha gente, hace más de 15 años, la idea de la proximidad del nuevo siglo. ¿Cómo empezaste a pensar en ese libro?
(Piensa largamente.) -Aquél era un momento en el que la Argentina había decidido repensarse a sí misma. Después de la dictadura, todo parecía abierto a la imaginación. Era una época en que se abusaba de un neologismo: todo era fundacional. El gobierno hablaba de una nueva Constitución, de una nueva república, de una nueva capital. Pero entre los deseos y los contenidos había una distancia. Cuando salió ese libro, mucha gente pensó que era resultado de mi experiencia en Europa, pero en realidad lo que me llevó a necesitar organizar el futuro fue mi paso, anterior, por Venezuela. Y otras cosas. Desde mi adolescencia había sido desarrollista y participé de muchas discusiones sobre el tema. Cualquier teoría que se barajara tenía un punto en común: se suponía que la causa del subdesarrollo era la insuficiencia de capital. Cuando llegué a Venezuela, en 1976, en pleno proceso de revaluación internacional del precio del petróleo, el barril había pasado de costar 1,90 durante años a valer 35 dólares. Mágicamente, Venezuela resolvía el problema de insuficiencia de capital. En un momento tuve la oportunidad de incorporarme como asesor del gobierno de entonces, y lo que se discutía en Caracas era qué hacer con el excedente.
-¿De barriles de petróleo?
-No, ¡de dinero! Montones de dinero puestos a trabajar en el extranjero que rendían intereses. Tuve la sensación de estar frente a alguien que se ganó el Loto, que sabe cómo consumir esa riqueza, aunque no cómo reproducirla.Una cosa es un millón de dólares en manos de una persona común y otra, un millón de dólares en manos de un financista avezado. En mi caso fue necesaria esa experiencia para entender que la capacidad de un país para multiplicar su capital dependerá de la educación, de la cultura, de la capacidad industrial y gerencial, del entrenamiento de su mano de obra, de las vinculaciones con el mundo exterior. Ya cuando dejé Venezuela y me establecí en Inglaterra, lo hice pensando que debía revisar todas las teorías sobre el desarrollo. En Inglaterra vi de cerca lo que, irónicamente, los ingleses denominaban, hablando de su propio país, una economía en vías de subdesarrollo. Cuando regreso a la Argentina, encuentro aquella vocación fundacional de la que te hablaba y pensé que sería el momento de exponer en un libro lo que, a mi juicio, era una política de desarrollo a largo plazo.
-¿Acostumbrás a releer tus libros?
-No, pero en el caso de La Argentina siglo XXI acabo de firmar un contrato con una editorial y eso me obligará a releerlo, a revisarlo y a anotarlo íntegramente. El libro reaparecerá este año: eso me dará la oportunidad de darme cuenta en qué acerté y en qué me equivoqué.
-¿Tenés en la cabeza algo en lo que hayas acertado y algo en lo que te hayas equivocado?
-La memoria es benévolamente selectiva. Uno siempre se acordará de aquello que acertó. Pero el ejercicio que me propongo hacer será más exigente: marcar párrafo por párrafo, lo bueno y lo malo, los comentarios y la reflexión. Los comentarios vendrán manuscritos en azul en los márgenes de cada página.Y en recuadros de fondo grisado desarrollaré lo que exija un lugar especial. El mundo cambió mucho desde entonces. Había comunismo y no había Internet. Voy a tener que valorar todos esos cambios. Lo que más me decepciona de esta Argentina, comparada con lo que yo esperaba que fue- ra en el 2000, diría que es el estado de la cultura y la educación. Desde ahí podría afirmar que nos hemos quedado muy rezagados, incluso respecto de países que estaban por detrás de nosotros.
-Tampoco yo volví a reunirme con el libro, pero la sensación que tengo es que preveías para los argentinos un futuro un poco más luminoso del que estamos teniendo...
-Es posible. También me obligará a un ejercicio de autocrítica, no sólo en cuanto a los errores que haya cometido en ese ejercicio de anticipación, sino en aquella parte de responsabilidad que me corresponde por lo que pasó en estos 15 años.
-Muchísima gente, y también Alfonsín, te conocen por ese libro...
-Claro, él me ofrece incorporarme al gobierno para empezar a hacer todo aquello que en el libro eran propuestas o teoría. De modo que el libro me dio una oportunidad inesperada y extraordinaria. En el libro hay algo importante y que se destacó poco: esa parte que propone bases para una sociedad más igualitaria, mediante el ataque al determinismo biológico. Basado en conocimientos contemporáneos de biología y genética, ataco la idea de Platón que sostiene que Dios puso oro en manos de unos, plata en la de otros y bronce en las de los menos favorecidos. Nadie está condenado a ocupar escalas inferiores en la sociedad.
-A pesar de tu condición de analista calificado, ¿hay algo de lo que pasa en el mundo que te haga decir que no lo entendés?
-Todos tenemos perplejidades... pero una de las cosas que más dificultad tengo para entender es cómo hacer para que la dinámica del capitalismo no lleve a injusticias sociales intolerables. El socialismo y el comunismo surgieron como una forma de reacción ante un capitalismo sin rostro humano; hicieron grandes avances, sobre todo el comunismo, pero terminaron en derrota. O sea que la respuesta que ofreció fue incorrecta o tan sólo correcta por un tiempito y después dejó de serla. Me cuesta comprender hoy cómo el capitalismo se arriesga a reeditar errores que durante casi un siglo lo condujeron a confrontación y retroceso. Si el imperio soviético pudo desarrollarse es porque millones de personas -desprotegidas, marginadas, agredidas- vieron en el otro sistema una nueva esperanza. Hoy, parecería que el capitalismo se solaza en su triunfo sin comprender la necesidad de transformarse. La diferencia que hay en la lectura de La riqueza de las naciones, de Adam Smith y otros libros escritos por liberales contemporáneos es la diferencia existente entre leer el Catecismo y la Summa Theológica. Smith es un gran pensador, con una visión clara. El pensamiento de hoy es pre-Smith.
-En 1985 hiciste aquél libro y te pusiste 15 años adelante. La semana última se supo que trabajabas en el Plan Bicentenario, el proyecto de la Argentina 2010. ¿Cómo ves a la Argentina para dentro de 10 años?
-Me interesa poco la anticipación, si está entendida como adivinación. Al futuro, la verdad, hay que hacerlo y se lo puede hacer de distintas maneras, según para donde uno trabaje, condicionado por razones históricas, geográficas, culturales, hegemónicas. Pero no podemos proponernos cualquier cosa, una Argentina que sea Suiza para el 2010. Eso sí: para bien o para mal, será un país distinto.
-Hiciste una gran carrera en la reflexión, en la teoría, estudiando muchas cosas. En un momento decidiste pasar a la práctica. ¿Qué grandes diferencias existen entre la teoría y la práctica política?
-Creo en lo que decía Keynes: cuando se dice que algo es cierto en teoría, pero no en la práctica, se está diciendo que no es cierto en teoría o se está diciendo una estupidez. No pueden ser dos cosas diferentes. Muchas veces se llama teoría a algo que, simplemente, es expresión de deseos, o presunciones con escasa información, o conocimientos con fuerte carga emocional. Viví el estudio como preparación para esta actividad, de modo que no corro esos riesgos. Desde chico supe hacia dónde poner la proa.
-¿Es real que cuando le anunciaste a tu padre que te ibas a dedicar a la política él , además de parecerle bien, te aconsejó que si a los 30 años no eras diputado mejor que largaras?
-Sí, así fue.
-¿Qué te provoca el recuerdo de esa frase?
-Me parece una frase sabia.
-¿A qué edad fuiste finalmente diputado?
-Lo fui mucho más tarde, porque en ese momento ni mi padre ni yo sabíamos que la democracia volvería a interrumpirse en la Argentina. Me lo dijo en un momento de euforia. A los 30 años yo estaba en el exilio. Ni yo ni nadie podía ser diputado.
-¿A qué edad te dijo tu padre esa frase?
-A los 18 o 19 años.
-Pero desde mucho antes vos decías que ibas a ser presidente.
-Sí, sí, lo cual prueba que mejor que no me dediqué a la futurología.
-¿Recordás cuándo dijiste por primera vez en voz alta ese deseo?
-Supongo que fue en el colegio Mariano Moreno, en el secundario. El interés por la política venía de mi padre. Tendría yo 8 o 9 años y mi padre me llevaba a actos públicos, a conferencias a escuchar a Crisólogo Larralde, Ricardo Balbín, Arturo Frondizi. En mi casa se recibía el diario de sesiones, y yo lo leía y hasta descubría personajes, como si fueran los textos de Salgari. Me acuerdo de un tal Absalón Rojas, nadie lo conocía y yo sí. Eran tiempos de romanticismo, de oratorias inflamadas y conmovedoras. Me impresionó la lectura de la biografía de Yrigoyen, por Félix Luna, escrita en 1954: fue el primer libro que leí, de adulto. Pero en mi formación, en mi visión del mundo, de la vida, nada fue tan importante como mi paso por el Mariano Moreno. Ciertos profesores, ciertos compañeros: Alejandro Cavalieri, Edmundo Macchi, profesores como Golzio, que nos estimuló a leer a Romain Rolland. La frase aquella que recordaste, que me dijo mi padre, fue la culminación de un debate que tuve conmigo mismo. Me interesaba la literatura, me interesaba la ciencia y me interesaba la política. Con esa ambición febril y frívola del adolescente, hacer ciencia me llevaba a pensar en ganar el premio Nobel de Medicina, hacer literatura me exigía escribir una obra como El Quijote, y militar en política significaba no menos que ser presidente. Nunca me imaginé siendo un otorrinolaringólogo, que escribía y editaba poemas de autor e incidentalmente era diputado. Mi ambición o imaginación era demasiado desbordada. Había leído a Aníbal Ponce y me había marcado una frase: Escoger es siempre renunciar a algo. Desde chico sé que elegir sin renunciar es el mejor camino para la frustración. Y allí fue cuando le dije a mi padre que mi camino no iba a estar ni en la ciencia ni en la literatura, sino en la política. El, al decirme lo que me dijo, reforzó mi ambición.
-¿Le hubieras dicho eso mismo a tus hijos?
-No. Y es curioso, porque por un lado agradezco a mi padre que me lo haya dicho así pero por otro lado admito que no sería capaz de decir algo así a mis hijos. De hecho no lo hice. Es una contradicción, difícil de explicar. Tiendo a tener una gran prescindencia respecto de las decisiones que toman mis hijos.
-¿Cuál sería una buena edad para ser presidente? Digo, si es que hay una edad ideal.
-A medida que pasan los años (para mí) tiendo a afirmarme en la creencia de que es necesario que el presidente tenga suficiente experiencia de vida.(Se ríe.)
-¿Cómo te ves en el 2010?
-¿No te acabo de decir que no soy un buen futurólogo? Me contentaría con verme (Risas).
-Esto que se ha denominado la alternancia política, ¿cómo creés que va a progresar en la Argentina?
-De aquí al 2020 vamos a tener elecciones en el 2003, en el 2007, en el 2011, en el 2015 y en el 2019. No me imagino una alteración de esa secuencia. Lo importante sería saber qué significará ser presidente y ser gobierno en 20 años. El poder político está amenazado, la democracia representativa está debilitada. Uno debe imaginar formas de recuperación de la política. Habría que examinar el rol de los medios en el debilitamiento de la democracia. La democracia representativa se basa sobre la idea del mandato. El período por el cual uno es elegido se llama mandato; al presidente se le dice primer mandatario. Como no puede gobernar por sí mismo, la gente elige un mandatario, vale decir que otorga un poder. ¿Qué es otorgar poder? Cuando por razón de la materia o del lugar donde se desarrolla el acto uno no puede actuar por sí mismo, cuando es- tá ausente o cuando la materia lo impide, uno le otorga poder a un abogado para que lo defienda y represente. La democracia representativa se asienta en esa idea: es imposible colocar en el poder a toda una población. Entonces, la gente otorga poder. Pero hoy la gente convive virtualmente con sus mandatarios: los ve, los oye todos los días, aprende sus gestos, identifica sus vacilaciones y trastabilleos. La interactividad no sólo hará convivir a la gente con sus mandatarios, sino que les hará cambiar su modo de ejercer el poder.
-Quiero hablar un poco de la jefatura de Gabinete. ¿Hay suficiente experiencia en el cargo o es demasiado nuevo?
-Es totalmente nuevo. Fue creado por la Constitución de 1994. La Constitución dice que el jefe de Gabinete es el encargado de recaudar las rentas de la Nación, de ejecutar el presupuesto nacional, de ejercer la administración pública, de intervenir en nombramientos, y algo muy trascendente: es el responsable político ante el Congreso, que tiene la facultad de removerlo. No es un primer ministro, porque no le resta facultades al presidente, pero es casi un primer ministro porque, además del presidente, tiene otro jefe que es el Congreso. Durante el gobierno anterior, el partido oficialista tenía mayoría y quórum propio en ambas cámaras. El jefe de Gabinete no estaba expuesto y se le procuró un perfil bajo. Ahora eso no será así, no sólo porque a mí me cuesta adoptar un perfil bajo y tengo ideas propias que procuro defender con vigor, sino porque el Congreso opositor no me lo permitiría.
-A la hora de ejercer el cargo, ¿te viene a la cabeza la figura de alguien conocido?
-No, y en cualquier caso pensaría en algún jefe de gobierno. No me veo como un ministro más. Mi responsabilidad es tratar de que el Gabinete, en su conjunto, funcione, propiciando una tarea de gerenciamiento político que es más afín con la que puede realizar un jefe de gobierno.
-Una confidencia. ¿Son chistosas las reuniones de Gabinete?
-Son bastante formales, lo cual no significa que sean todo lo ordenadas que a mí me gustarían. Se sigue más el modelo de un panel. Pero, notoriamente, se habla casi siempre en serio, no se hacen chistes. Aunque a veces me río interiormente. Mucho.
-¿A qué se parece más una reunión de Gabinete? ¿A una sesión de terapia grupal o a una reunión de consorcio?
-Yo diría que más se parece a una reunión del directorio de una empresa.
-¿Qué es lo que hacés en las reuniones con los ministros?
-Anoto mucho. Parezco un taquígrafo. A mí me gusta anotar. La política en la Argentina es ágrafa. Me preguntabas por las bromas dentro del Gabinete. Estoy muy preocupado por una corruptela establecida en los últimos años: el Congreso suele dejar abiertos los presupuestos. Cualquier presupuesto es la culminación de una larga disputa. Sucede que los recursos son siempre inferiores a las demandas, y resulta imposible satisfacer a todos. Llegará un momento en que el presupuesto se cierre hasta el año que viene y habrá, necesariamente, ganadores y perdedores. Sé que mucha gente puede llegar a envidiar ciertas facultades (reasignar partidas, aumentar gastos externos) que, se supone, otorgarían a mi función un enorme poder político. Pero mi interés, más que favorecer a unos y perjudicar a otros, es asegurar la disciplina fiscal. Cuando un presupues-to queda abierto, los perdedores tienen revancha cotidiana, la puja continúa, la discusión no se cierra nunca. Entonces el otro día advertí sobre esto en la reunión y dije que en este tema el jefe de Gabinete sería muy antipático. Y el vicepresidente de la Nación agregó: Eso de la antipatía de Terragno está completamente asegurado. (Se ríe.)
Datos personalísimos
- Nombre completo: Rodolfo Héctor Terragno
- Nacido: el 16 de noviembre de 1943
- Estado Civil: casado, con Sonia Pascual, abogada
- Hijos: dos, Danila, licenciada en administración de empresas y Julián, barman.
- Profesión: abogado esde 1966, doctorado en 1973; London School of Economics, Londres; doctorado en filosofía política en la Universidad de Londres, a partir de 1980.
- Libros: Los dueños del poder, 1972; Los cuatrocientos días de Perón, 1974; Contratapas, 1976; Muerte y resurrección de los políticos, 1981; Memorias del presente, 1983; De Cámpora a Videla, 1983; La Argentina del siglo XXI, 1985 (un súperbest seller en ese momento); Proyecto 95, 1990; El nuevo modelo, 1994; Maitland & San Martín, 1999.
- Publicaciones propias: revista Cuestionario, Argentina, 1973-1976 ; ALA, agencia latinoamericana, 1976 -1989; El Diario de Caracas, Venezuela, 1979- 1983; Latinoamerican Newsletter, Gran Bretaña, 1982 en adelante.
- Hobby: la historia, el tango, la biología, el fútbol (hincha de San Lorenzo), aunque aclara que de este tema cada vez entiende menos, y navegar por Internet.
- Momentos políticos: en 1993 pierde las elecciones internas de la UCR por una senaduría frente a De la Rúa; en 1995 fue elegido presidente del Comité Nacional de la UCR, pero declinó su candidatura en favor de De la Rúa.
- Sueño: pintar. Pero, afirma, que tiene demasiado respeto por la pintura. Sin embargo, admite que no dibuja mal.
Declaración jurada
Debo decirlo, casi como en una declaración jurada: conozco a mi entrevistado desde que ambos teníamos 13 años.Fuí compañero de Rodolfo Terragno durante los cinco años en la escuela secundaria, en el Mariano Moreno y desde entonces somos queridos amigos. Esto lo digo, primero porque el que avisa no es traidor y porque podrá haber gente que diga: ´ Ah, es amigo. Entonces no va a correr sangre ´. Efectivamente: si hay fluídos reconocibles en esta entrevista son los del reconocimiento, el afecto y la inteligencia del entrevistado. Que los dos mantengamos esta amistad es - seguramente - un homenaje a la consecuencia de ciertos principios y a la adolescencia común.
A mediados de 1959, cuando cursábamos tercero, comenzamos a hacer una revista a la que, probablemente con inmodestia, titulamos Orbe. Hace unos años le pregunté a Terragno por qué, entre tantos compañeros, me había elegido para que fuera su compañero de fórmula periodística y me respondió algo que fue una emocionante revelación: "Porque leías el diario todos los días ". No es el único dato que me permite decir que aquel temprano paso, dado a los 15 años, despertó y hasta afianzó mi clara vocación de periodista.
Todavía guardo cinco de los siete números que sacamos. El más antiguo, de octubre de 1959, estaba hecho a mimeógrafo; el último, de agosto de 1961, cuando estábamos a punto de egresar, fue terminado en offset, con tapa a cuatro colores. En ese tiempo egresamos junto a una camada integrada por varios muchachos que después tendrían actividad pública, como el muñeco Mateyko, el humorista Mellino, el cantante Dany Martin y los músicos, los hermanos Kapusta. La tarea periodística que Rodolfo y yo elegimos tuvo múltiples beneficios. Nos dio popularidad y prestigio dentro de la población colegial, algún mayor ascendiente entre profes y preceptores, nos posibilitó ratearnos una respetable cantidad de horas con excusas y nos otorgó la chapa suficiente como para que nos encargaran la organización del acto de fin de año de quinto.
Abrir las hojas de Orbe me abre los ojos y a veces me los hace cerrar, doblegados por la ensoñación y el recuerdo. Consiento hoy que aquella debe haber sido una experiencia extraordinaria, que nos permitió soñar y jugar a ser inteligentes. Y hasta a equivocarnos sin saber que lo hacíamos. Muchos de nuestros entrevistados eran las personas que nos despertaban admiración. Muchos de los lugares a los que llegábamos -redacciones, bibliotecas, estudios de televisión, academias científicas, partidos políticos, estudios de cine, radios- eran aquellos en los que deseábamos estar. El tiempo ha pasado y, por suerte, cada uno está en su lugar. En lo que eligió.
Cada tanto pienso en Orbe y en cuando en tercer año nuestro compañero Rodolfo nos dejó patitiesos a todos (al Roby Schverdfinger, al turco Haladjián, al tano Macchi, al flaco Cavalieri, al gordo Vorobeichick, al vasco Aguirregabiria, a mí, a todos) y le largó a una profesora, con su mejor sonrisa de bebe, que él, cuando fuera grande, iba a ser presidente de la Nación.