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Decían que vivían en una burbuja, especialmente en el aspecto material. Tenían exitosas carreras profesionales, estabilidad laboral y económica y oportunidades para seguir creciendo en esos ámbitos. Cobraban en dólares y trabajaban para una de las cadenas de hoteles más importantes del mundo. Pero buscaban algo más.
Ese año y después de haber atravesado el cimbronazo de la pandemia, Florencia Oriolo (34) y Mariano Salaberry habían recibido con sorpresa la noticia de que esperaban un bebé. “Fue una mezcla de emociones, miedos y preguntas. Estábamos felices, pero sentíamos que no era el momento indicado. En mi caso, siempre había sido muy exigente y me costó parar. Desde el inicio de mi carrera había tomado mi trabajo con mucha responsabilidad”, recuerda ella. “Pero cuando fuimos a la consulta de los tres meses, recibimos un baldazo de agua fría. Nos dijeron que el corazón del bebé había dejado de latir. Nos invadió la tristeza y el dolor. Estábamos en otro país y tuvimos que pasar solos la operación quirúrgica, el reposo y la vuelta al trabajo como vía rápida de escape”.
“Quería escapar de la ciudad”
Criada en la localidad costera de Mar del Tuyú, Florencia creció en un pueblo donde la palabra turista era muy frecuente. Fines de semana largos, vacaciones de invierno y verano, los viajeros que llegaban y los que adoptaban el balneario como segundo hogar, fueron impregnando en ella la pasión y el interés por los viajes y el turismo. “Luego de una disputa familiar -ya que mi papá quería estudiara para ser maestro mayor de obras- me mantuve firme y me dejaron anotarme en la tecnicatura en turismo que llegó por primera vez a una escuela técnica secundaria de la región”.
Una vez que terminó el secundario, decidida, regresó a la gran ciudad para estudiar en la universidad la licenciatura en administración hotelera. Tenía muy claro cuál sería su destino. Concluida la etapa en la universidad y con algunas experiencias laborales provechosas en el ya inexistente Bar Uriarte de Palermo y el Home Hotel Buenos Aires. “Lo único que quería era escapar de la ciudad”.
Una oportunidad del otro lado de la cordillera
Viajó a Estados Unidos para perfeccionar el idioma, imprescindible para la industria hotelera, y luego comenzó a trabajar en pequeños lodges en San Martín de los Andes y El Calafate. Hasta que recibió un llamado que cambiaría su vida con una propuesta para trabajar del otro lado de la cordillera, cerca del Parque Nacional Torres del Paine, en el pueblo de Puerto Natales.
Llegó allí sin conocer a nadie, con mucha expectativa de crecer, aprender y poder dedicarse a la hotelería de lujo. Arrancó como recepcionista y llegó a ser gerente de turno en Singular Patagonia, al que califica como uno de los hoteles más maravillosos del mundo.
“Nos enamoramos a primera vista”
Hacia 2015 se sumó al equipo de trabajo un nuevo colaborador: el chef Mariano Salaberry. “Nos conocimos y enamoramos a primera vista. Fue algo especial, sentí que lo conocía de antes, me gustó su forma de ser y como profesional. También me sucedió algo que imagino le debe pasar a quien vive afuera: es súper lindo encontrarse con alguien del mismo país. Me contó que era oriundo de Baradero, un pueblo en el norte de la provincia de Buenos Aires, que conocí y empecé a frecuentar cada invierno junto con él, mientras el hotel cerraba por receso de temporada”.
Durante la época de trabajo fuerte, ambos vivían en una casita que les había facilitado la empresa, justo enfrente del hotel y con todas las comodidades. “Teníamos libres los domingos y aprovechábamos para pasear. Comíamos muy rico, íbamos a recoger calafates -un fruto típico de allá- y preparábamos dulces. Mariano es fanático de la pesca así que íbamos bastante seguido a la laguna y cocinábamos al lago del agua”.
“Yo quería seguir viajando y aprendiendo”
Mariano ya había hecho carrera en diferentes países. Incluso había sido asistente de Dolli Irigoyen. “Pero yo quería más. Así fue que lo convencí y juntos nos desplazamos hacia el propio Parque Nacional Torres del Paine. Nos hicimos cargo de la administración, él como chef ejecutivo y yo como subgerente residente del Awasi Patagonia”.
Luego de una maravillosa temporada y de sentir que estaban en el mejor momento laboral, Mariano se sinceró con Florencia y le contó que su objetivo era terminar la casa que estaba comenzando a construir en Baradero para algún día regresar a Argentina. “Teníamos ese miedo de no saber muy bien qué hacer en un futuro no muy lejano. Trabajábamos entonces en el rubro de hotelería de lujo internacional, lo cual no es para nada común en su pueblo natal. Por mi parte, quería seguir viajando, aprendiendo, creciendo profesionalmente, y él por suerte me acompañó”.
El destino los llevó a instalarse por cinco años años en el desierto de Atacama para trabajar en el hotel Nayara Alto. “Lo que más me gustó aparte de su gente, era que todos los días estaba despejado y había sol. ¡Nunca tuve tanta energía en mi vida!”.
“Ya no estaba en mi eje”
Fue en ese contexto que tuvieron que atravesar la triste noticia del embarazo que no pudo llegar a término. “Yo ya no estaba en mi eje. Sentía que lo que nos había pasado era un momento bisagra y nos invitaba a pensar realmente qué queríamos, más allá de nuestras exitosas carreras profesionales, estabilidad económica y laboral. En pocas palabras teníamos que pensar más allá de tener el trabajo perfecto, de cobrar en dólares y de trabajar para una cadena de hoteles de lujo. Y, en el fondo, lo que queríamos era ser padres, estar en nuestra casa, cerca de la familia y dedicarnos a lo que nos apasiona pero de una forma más equilibrada”.
En forma paralela a todas esas reflexiones, Florencia comenzó a estudiar coaching y gracias a las herramientas que conoció, pudo hacerse cargo realmente de su vida y de lo que quería realmente más allá de lo que hay o se debe hacer. “Así fue que tomamos la decisión: renunciamos al hotel en el mejor momento”.
Un gato, muchas valijas y una noticia inesperada
A comienzo de mayo de 2022 llegaron a Ezeiza con mucha incertidumbre, muchas valijas, su gato Robertino y la noticia de que Florencia estaba nuevamente embarazada. Pasaron meses con mucho miedo, dudas, pero esperanzados. Finalmente la pequeña Martina nació en diciembre de ese año.
En lo laboral, actualmente Florencia se dedica a dar clases en la carrera de hotelería de la Universidad de Belgrano para seguir conectada con la hotelería, pero desde otro lugar. “En toda mi carrera me especialicé en hoteles de lujo. Pero eran propiedades en destinos remotos, por lo que aprendí a entender el lujo desde una nueva concepción no tan relacionada con lo ostentoso, sino todo lo contrario, el lujo de la privacidad, del contacto con la naturaleza, de lo prístino, de la calidad de un producto de estación recién cosechado”. A la distancia, esas experiencias la marcaron profundamente.
Con su esposo armaron una pequeña consultora para hoteles, restaurantes y afines, para poder compartir todo lo que aprendieron en más de diez años trabajando en la industria hotelera de lujo. “La vida en Baradero es más tranquila y más equilibrada. Disfrutamos mucho a nuestros afectos y ver cómo ellos disfrutan también de tener a Martina cerca lo valoramos un montón después de tantos años viviendo afuera”.
“Un año después, con esa sensación de volver que sólo entienden quienes lo vivieron, podemos respirar con el alivio de que estamos acomodándonos de a poco. No es fácil irse pero tampoco es fácil volver. Se compara no solo lo económico sino también la inseguridad, el funcionamiento de los servicios, la facilidad para un montón de cosas. ¿Para qué volvieron, por qué no se quedaron allá, si cobraban en dólares? Esas son algunas de las frases que más escuchamos en el último año. Y me parece que más firme hay que estar con lo que significa para cada uno el éxito, más allá de lo impuesto por la sociedad. ¿Qué es el éxito para cada uno? Para nosotros vivir con mayor propósito, equilibrio y bienestar”.
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