Robert Capa, leyenda también en colores
El fotógrafo de guerra más famoso del siglo XX amó y murió en las trincheras. Una exposición que recorre el mundo descubre imágenes –la mayoría, inéditas– que muestran la faceta más relajada y glamorosa de un artista todoterreno
Agraciado, bohemio, mujeriego. Con unos ojos oscuros como de terciopelo, que enloquecían a las chicas y atraían a quienes posaban para él. Robert Capa se movía con una cámara Leica al cuello y un cigarrillo entre los labios. Por sus coberturas de la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, la guerra árabe-israelí de 1948 y el conflicto en Indochina –que lo llevaría a la muerte–, en 1954, Capa es reconocido como el más destacado fotógrafo de guerra del mundo en el siglo XX. "Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es que no estás lo suficientemente cerca", es una de sus frases que hicieron escuela.
Su trabajo en blanco y negro le valió portadas de revistas como Life, que vendía unos 30 millones de ejemplares por semana en 1940. Por ejemplo, aquella con las imágenes del Desembarco de Normandía catapultaron su fama. Más desconocido fue su muestrario en color, si bien trabajó con este tipo de película desde 1941 hasta sus últimos días. En Capa en Color, una muestra que se exhibe en el museo francés Jeu de Paume hasta el 29 de mayo próximo, se revela esta faceta del célebre fotógrafo. Parte de estas imágenes aparecieron en las revistas de su época, aunque la mayoría son inéditas. La exposición –que se presentó en Nueva York y Budapest y, próximamente, será llevada a Lille, Madrid y San Pablo— incluye más de 150 tomas provenientes del Robert Capa Archive del ICP (International Center of Photography) de Nueva York, que contiene unas 4200 transparencias en color, junto con otras miles de impresiones en blanco y negro.
Cynthia Young, curadora de la exhibición, le cuenta a La Nación revista que "la fotografía a color le permitió a Capa ofrecerles algo a las revistas. Era un nuevo medio para el fotoperiodismo, incluso más usado que en publicidad y moda. Las revistas informativas estaban comenzando a imprimir en color a comienzos de los 40, cuando Capa inició su trabajo serio en ese formato. Debido a las limitaciones técnicas, éste no tiene la acción o la intensidad emocional de sus mejores fotos en blanco y negro. Sin embargo, sus retratos capturan en detalle gente y circunstancias que realzan nuestro común entendimiento de los hechos".
A fines de los 40 y comienzos de los 50, Capa viajó alrededor del mundo como corresponsal de Magnum Photos, la agencia que fundó en 1947 con Henri Cartier-Bresson, David Chim Seymour; William Vandivert, y George Rodger. Así capturó muchísimas escenas, tanto callejeras y militares como del glamour de Hollywood y la riviera francesa, al igual que retratos de amigos y personajes famosos, entre ellos Ernest Hemingway, John Huston y John Steinbeck. Las fotos exhibidas permiten apreciar, por ejemplo, a Pablo Picasso y su hijo Claude, casi recién nacido; a Humphrey Bogart y Peter Lorre, en el rodaje de La burla del diablo (1953), y a Ava Gardner, en el set de La condesa descalza (1954).
"Esta exposición también es sobre cómo Capa se reinventó a sí mismo durante los años en que no cubría la guerra ni eventos políticos. Su trabajo en color tuvo mucho que ver con tratar de mantener la agencia Magnum a flote, porque las revistas querían más y más color en la era de la posguerra", analiza Young. Para ella, Capa "permanece como una figura importante para muchos reporteros gráficos que trabajan hoy, por su fanático compromiso con historias en las que se involucró y su coraje para cubrirlas de cerca, a pesar del peligro". De hecho, destaca, existe la Robert Capa Gold Medal con que el Overseas Press Club of America premia anualmente a los mejores reportajes que exigen excepcional valentía y empuje.
Los tres mosqueteros
Nacido en 1913 como André Friedmann en una familia judía de Budapest, Hungría, Capa creció en una ciudad bulliciosa y de contrastes. Sus padres tenían una sastrería. Ella era una mujer de carácter fuerte y él, un aficionado a las cartas, con don de gentes, decían. "Yo heredé el carácter de mi madre, y mi hermano se convirtió en apostador", dice Cornell Capa, el hermano menor de André, en el documental Robert Capa: In love and war (2003). Cornell siguió sus pasos en fotografía hasta que falleció, en 2008.
Inquieto, André –quien se convertiría en un aficionado al póker y a la bebida—, demostró un temprano interés en la literatura y la política, y fue arrestado por ser un estudiante de izquierda. Huyendo de la represión fascista, en 1931 se mudó a Berlín –donde la fotografía estaba floreciendo– para estudiar periodismo, aunque terminó trabajando en el cuarto oscuro de la Agencia Dephot. Un día en que no había fotógrafos disponibles para cubrir un discurso de León Trotski, pidió que lo dejaran probar. Aunque sus imágenes del exiliado ruso tuvieron éxito, el creciente antisemitismo alemán lo forzó a exiliarse en París. En realidad, fue una persona desplazada toda su vida.
Los primeros tiempos en la Ciudad de la Luz fueron duros para André, que pasaba hambre y tenía que empeñar su cámara para sobrevivir. Cuando la situación lo superaba, iba a un café, pedía un croissant y robaba la bandeja completa. Fue precisamente entre los cafés de Montparnasse donde conoció a dos fotógrafos de los que se volvería inseparable: el polaco Chim, refugiado como él, a quien Henri Cartier-Bresson definía como "un filósofo, un rufián", y al propio Bresson, un parisino de clase alta que se codeaba con los pintores surrealistas. Los tres eran muy distintos, pero les gustaba retratar la vida cotidiana y los dramas políticos imperantes. Se hicieron tan amigos que la gente los llamaba Los Tres Mosqueteros.
En 1934, a Friedmann le encargaron fotos publicitarias para una compañía de seguros suiza. Así convenció a una refugiada suiza, Ruth Cerf, de posar para él. Ruth le pidió a una amiga, Gerda Pohorylle, una judía alemana pelirroja y menuda, que siempre estaba riendo y quien más tarde se haría llamar Gerda Taro, que la acompañara.
Gerda había nacido en una familia acomodada de Stuttgart, en 1910, y había perdido un amor en Praga, a manos de los nazis, recientemente. La conmovió la rebeldía de André, mientras que a él le sedujo su espíritu independiente. Ella se había unido a una organización comunista en la época en que André se mudó a Berlín, y distribuía panfletos antinazis en las calles. En 1933, la habían arrestado para interrogarla sobre un supuesto complot para derrocar a Hitler.
Ambos, André y Gerda, eran activistas veinteañeros y exiliados cuando se conocieron. A pesar de que la relación se volvía, a veces, tormentosa, él le enseñó a ella las bases de la fotografía y le encontró un trabajo en una agencia emergente: Alliance Photo. Gerda, en tanto, le dio la disciplina y la orientación que a él le faltaban cuando pasaba las noches hundido en la bebida.
Un nombre para dos
Los trabajos escaseaban y ambos decidieron hacer algo al respecto: dijeron en Alliance Photo que habían descubierto a un misterioso y famoso fotógrafo estadounidense llamado Robert Capa, por cuyas fotos los medios norteamericanos pagaban fortunas. Y que se encontraba en ese momento en Europa. Así comenzaron a tomar fotos que firmaban con ese nombre y las vendían al triple de su valor. Fueron descubiertos, pero el seudónimo Capa permaneció. Luego, André se lo quedó. Actualmente, según Young, aún hay imágenes que no se pueden atribuir a Capa ni a Taro, ya que en los créditos figuran juntos: Photo Capa et Taro.
Además de haber sido pioneros del fotorreportaje, los dos compartían agallas y la convicción de que la fotografía podía formar opinión y cambiar el mundo. Determinante fue, en 1936, su ida a España, en un avión contratado por la revista francesa Vu, que se estrelló al llegar a los alrededores de Barcelona. La dupla cojeó hasta la ciudad para retratar a republicanos jóvenes que partían a combatir el fascismo. Luego, en septiembre, viajaron juntos al frente, en una aldea cerca de Córdoba, donde fotografiaron a multitudes que huían de sus casas. Entonces Capa capturó La muerte de un miliciano, foto que muestra a un soldado anarquista cuando lo impacta una bala y que le daría la gloria y suscitaría debates sobre su autenticidad durante décadas. "Era un asunto doloroso para él. Nunca lo hablamos. ¿Quién va a querer lucrar con el dolor de una persona, un camarada?", se pregunta al respecto John G. Morris, veterano ex editor fotográfico de Life, en el documental Get the picture (2013).
Capa tampoco hablaba de Gerda, aunque su nombre y el de ella están unidos inevitablemente, por el amor compartido y por la Guerra Civil Española que cubrieron. Fue una historia con el peor final. En 1937, ella desoyó las advertencias de colegas y regresó a Brunete, al oeste de Madrid –donde había sacado fotos que le dieron prestigio–, con el entonces reportero canadiense Ted Allan, a quien Capa encargó su cuidado. Ahí murió producto de las heridas que le produjo un tanque que la aplastó por accidente. Tenía 26 años. Como dice Young, "sólo recientemente ha sido recuperada como una fotógrafa por derecho propio".
En cuanto a Capa, luego de la muerte de Gerda, se refugió en el trabajo y siguió en las trincheras, en África o donde fuera. Vivía rodeado de amigos y de mujeres, pero no podía atarse a ninguna. Lo supo Ingrid Bergman, a quien conoció en 1945, en el Hotel Ritz de París. Isabella Rossellini cuenta en Robert Capa: In love and war que, a su madre, Capa le pareció encantador y divertido. "De hecho, se enamoró de él", aunque ella aún estaba con su primer marido, dentista. Meses después, Capa llegó como fotógrafo de rodaje al set de Tuyo es mi corazón (1946), de Alfred Hitchcock. Necesitaba aires nuevos, y hasta hizo una aparición como sirviente en la película clase B Tentación (1946), pero terminó asqueado de Hollywood ("el mayor vertedero que he pisado", resumió).
Bergman, en tanto, estaba dispuesta a divorciarse para casarse con él. "No puedo casarme contigo –le dijo Capa–. No soy de los que se casan." El fallido romance habría inspirado a Hitchccok para su película La ventana indiscreta (1954). En los últimos años, la figura de Robert Capa, autor de imágenes legendarias–como dice su epitafio– y fotógrafo celebrado, hasta que murió a los 40 años al pisar un campo minado, ha motivado libros, películas y homenajes. El hombre que se inventó a sí mismo no deja de ser leyenda, ya sea en blanco y negro o en colores.