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Roald Dahl en su versión más oscura
El sarcasmo y la inspección sin concesiones del alma humana son sellos de la obra del escritor británico, que cautivó al mundo con su literatura infantil a la vez que sedujo a grandes cineastas desde su mirada sombría. Llegó el turno de Steven Spielberg
![Dahl, que cumpliría 100 años en septiembre, junto a parte de su familia](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/dahl-que-cumpliria-100-anos-en-septiembre-junto-a-KQ4KDFMTRZE37A57ZVFARY6IT4.jpg?auth=75d719e451baed49970857c4ca9d8af467ca8928a57a40c14355c20a4a34a40f&width=420&height=514&quality=70&smart=true)
Se sabe que el escritor británico Roald Dahl odió la mayoría de las adaptaciones que se hicieron al cine de sus cuentos y novelas, pero seguramente le habrá gustado la de Lamb to the Slaughter que hizo la serie Alfred Hitchcock Presenta, ya que él mismo se encargó del guión y que el propio anfitrión del programa, nada menos que el director de Vértigo, fue quien se ocupó de ponerlo en escena. Su argumento, el de la mujer que les da de comer a los detectives que investigan la muerte de su esposo la misma pata de cordero con la que liquidó a la víctima, tenía los condimentos esenciales que atraían al maestro de ceremonias de aquella serie que no ha perdido vigencia: un humor negro brutal, una mirada cínica y penetrante sobre taras sociales y psicológicas; un comentario mordaz sobre la maldad, y la negrura que subyace a las más ordinarias mentes y en los más aparentemente inocentes corazones.
Probablemente a Dahl, que cumpliría 100 años en septiembre próximo (murió en 1990), le hubiera gustado también el corto que Quentin Tarantino filmó en 1995, un tributo al cuento Man From the South –que ya se había adaptado también en la serie de Hitchcock, en 1960, con Steve McQueen y Peter Lorre–. La versión de Tarantino, titulada El hombre de Hollywood, cerraba el film colectivo en episodios Cuatro habitaciones, y contenía los elementos que cualquier lector de Dahl, o todo espectador de sus adaptaciones, identificaría como sus marcas primordiales. Al igual que en Lamb to the Slaughter, la oscuridad y el sarcasmo; la ligera y a la vez salvaje inspección del alma humana. El argumento de Man From the South es bastante conocido: un hombre millonario le apuesta a un joven al que acaba de conocer que no podrá encender diez veces seguidas su infalible encendedor. El potentado ofrece su auto como prenda; a cambio, si pierde, el joven deberá entregar un dedo meñique.
Estos mismos elementos, notablemente, se mantienen en buena medida –disfrazados, a veces solo a penas– en la obra infantil de Dahl, que es probablemente la que más ha perdurado, alcanzando a varias generaciones de lectores a lo largo de ya más de medio siglo. Títulos que para muchos sonarán conocidos por las películas que se hicieron basadas en ellos –Willy Wonka, que se convirtió en su segunda versión cinematográfica en Charlie y la fábrica de chocolate; Jim y el durazno gigante; Matilda; El fantástico señor Zorro; Las brujas–; varias de las cuales el escritor llegó a ver y a detestar. Como detestó también Chitty Chitty Bang Bang, un clásico infantil hoy algo olvidado que protagonizó Dick Van Dyke sobre una historia de Ian Fleming (creador de James Bond), pero guionado por Dahl; uno de esos encargos que el hombre, que no estaba muy interesado en escribir para cine, aceptaba porque pagaban bien y él tenía cuatro hijos y una esposa (la actriz estadounidense Patricia Neal, con un grave problema de salud), que mantener.
"Tengo la suerte de reírme de exactamente los mismos chistes de los que se ríen los chicos, y creo que esa es la razón por la que tengo éxito con ellos", decía Dahl sobre esa zona de su obra, la literatura infantil. "No es que me siento por ahí todo el día matándome de la risa, pero llevo dentro un montón de maravillosos chistes, todo el tiempo, y tiene que ser excitante, tiene que ser veloz, tiene que tener un buen argumento, pero por encima de todo tiene que ser gracioso. Hay una línea muy delgada que separa la risa descontrolada del desastre. Todos los escritores deben utilizar personajes que tengan algo interesante, pero creo que esto es especialmente cierto cuando se trata de personajes en libros para chicos. Y la única manera que se me ocurre para hacer que mis personajes sean interesantes para los chicos es exagerar todas sus cualidades, buenas o malas, así que si una persona es desagradable o mala o cruel, se volverá muy desagradable, muy mala y muy cruel. Y si es fea, la volvemos extremadamente fea. Creo que es divertido y genera un impacto."
Justamente el compromiso vital de Dahl con su literatura para chicos –el de pensar en los pequeños no como criaturas frágiles a las cuales se les deben ocultar los males del mundo, sino como seres en formación que pueden y hasta deben ser expuestos como parte de su experiencia básica a todas las complejidades y contradicciones y potenciales amarguras de la existencia– era lo que lo enardecía, al encontrarse con que las películas basadas en sus historias sacrificaban rigor con el objetivo de volverlas más accesibles y digeribles para el gran público. La última que llegó a ver fue la versión que Nicolas Roeg filmó de Las brujas con Angelica Huston a la cabeza del reparto y Jim Henson, creador de Los Muppets, detrás de los animalitos animados que plagan el relato. En el libro, el niño protagonista queda convertido al final en un ratón, víctima de la maldición echada por una bruja, y hace las paces con su nueva, extraña naturaleza. Ese final, no feliz en un sentido convencional, fue filmado por Roeg, pero también se filmó otro en el que, alterando el destino de la novela, el niño recupera su forma humana. El estudio se inclinó por el segundo y Dahl se sintió traicionado en uno de los principios esenciales de su obra para chicos: la de contar la crueldad de sus premisas sin concesiones.
![El buen amigo gigante, que se estrenará el jueves próximo, es la vuelta del director a los tiempos de E.T, el extraterrestre](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/el-buen-amigo-gigante-que-se-estrenara-el-jueves-ROYNGHGS3RHOFCXNRFLNMJHY4Q.jpg?auth=b2a3e08461b87e210a6a007401addf5aafdfd54b7a9cec1f6bb45b9a52165fb2&width=420&height=222&quality=70&smart=true)
En el mismo plano especulativo cabe preguntarse qué le parecería hoy El buen amigo gigante, la superproducción dirigida por Steven Spielberg sobre el libro de Dahl conocido en castellano (y reeditado hace poco por el sello Alfaguara) como El gran gigante bonachón; en su título original, The BFG, The Big Friendly Giant. Protagonizada por la pequeña debutante Ruby Barnhill y el actor británico Mark Rylance –que viene de ganar un Oscar por el film previo de Spielberg, Puente de espías– respectivamente como la huérfana Sofía y el infantil, inocente y bienintencionado gigantón del título, no cuesta tanto imaginarse qué significa al menos dentro de la filmografía de su director: un evidente retorno a uno de sus primeros grandes éxitos, E.T., el extraterrestre, porque acá también se cuenta la improbable, pero estrechísima amistad entre dos seres de universos distintos, que conectan entre sí, que abrazan sus diferencias y que encuentran una enorme afinidad el uno en el otro, narrado con la misma sensibilidad de quien no ha olvidado cómo era ser chico, las ansiedades propias de la edad, sus temores, el pulso imparable y la adrenalina. Después de pasarse años demostrando que, a pesar de todas sus incursiones en universos más lúdicos y hasta adolescentes –la nostalgia por el viejo serial de aventuras volcada en las Indiana Jones–, era un autor adulto y muy versátil capaz de abordar la esclavitud, el Holocausto, la Segunda Guerra, la biografía de los próceres políticos de su país, la Guerra Fría, a los casi 70 años Spielberg regresa al mundo de la fantasía que habla, con ternura, pero no sin oscuridad, de cómo nos convertimos en quienes somos.
Sólo se vive dos veces
Antes de hacerse mundialmente conocido por sus libros para chicos, Roald Dahl había publicado varios cuentos para adultos, como los compilados en sus libros Someone Like You (1954) y el best seller Kiss Kiss (1959). Hijo de noruegos, nacido en 1916 en el pueblo galés de Llandaff, tras terminar el colegio Dahl consiguió trabajo en la petrolera Shell (que lo envió a Medio Oriente), y apenas estalló la Segunda Guerra se alistó en la Fuerza Aérea Británica con la, declaró alguna vez, "ferviente intención de combatir a Hitler". Según la leyenda que él mismo cimentó, en 1942 fue derribado por fuego alemán en el desierto libio, aunque su hija menor Lucy lo desmentiría alegando que, todo un fabulador, su padre había inventado esa historia de heroísmo, cuando lo que ocurrió en realidad fue que su avión cayó por quedarse sin combustible. En todo caso, ese accidente fue determinante para su carrera como escritor, ya que las lesiones lo llevaron a una larga internación durante la cual empezó a escribir sus anécdotas de guerra (verdaderas o inventadas). Luego fue enviado a los Estados Unidos, donde –esto no se reveló hasta después de su muerte– trabajó como espía secreto para los Aliados junto a Ian Fleming. La relación entre ambos escritores fue probablemente lo que terminó por convertirlo en el responsable de escribir en los años 60 el guión de Sólo se vive dos veces, uno de los títulos más recordados de James Bond en el cine.
![¨Los contenidos de mis libros no les van a enseñar nada, pero los atraparán por el cuello"](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/¨los-contenidos-de-mis-libros-no-les-van-a-7ATS7FOZOZHM7MG32RA6UYAL7I.jpg?auth=a022c02098bcb1a33131cb332ca23a9e13ac01fbf5f035fb686fbaaffefc423e&width=420&height=562&quality=70&smart=true)
Fue durante esa década que, ya de vuelta en Inglaterra junto a Patricia Neal y los hijos de ambos, debutó en la literatura infantil con James y el durazno gigante (1961). "El secreto es conseguir que los chicos lean. En tanto no haya argumentos sexuales, sediciosos o violentos, no importa qué es lo que leen", decía Dahl. "Quiero que sean capaces de absorber libros, que no les teman. Si les podés enseñar a los ocho, nueve o diez años, tendrán un gran arranque. Los contenidos de mis libros no les van a enseñar nada, pero los atraparán por el cuello, y harán que amen leer."
Una interpretación común de qué es lo que hace que las historias para chicos de Dahl sean tan atractivas para los adultos recuerda algunos de los eventos más trágicos de la biografía del escritor, marcada por la pérdida de su hermana mayor cuando él tenía tres años; la muerte de una de sus hijas a los siete años por una encefalitis, y la apoplejía que sufrió su esposa cuando aún no tenía 40 y que lo forzó a hacerse cargo él solo de la familia, a la vez que se puso al hombro la lenta y dolorosa recuperación de la mujer. Su gran talento acaso fue el de saber canalizar creativamente toda esa oscuridad y algunos de sus miedos más profundos en historias que se corrieron de los lugares comunes más abúlicos de la literatura destinada a ese sector, a menudo subestimado del público. La infancia no es en su obra la absurda reserva de ingenuidad que proponen otros escritores, ni está para nada a salvo: en El gran gigante bonachón (y en la película basada en él, El buen amigo gigante), los niños son el principal alimentos de los gigantes, que salen a cazarlos por las noches a lo largo y ancho del globo.
La lista de Spielberg
Fueron los socios creativos de Spielberg Kathleen Kennedy –hoy al mando de la compañía Lucas Film– y Frank Marshall quienes compraron veinte años atrás los derechos para filmar El buen amigo gigante, y convocaron a Melissa Mathison para que se hiciera cargo de adaptarlo. La incorporación de Spielberg al proyecto ocurrió recién en los últimos años, pero para entonces pareció ser un llamado del destino: no sólo porque el director solía leerles esta historia de Dahl a sus ¡siete! hijos, sino también porque Mathison tiene una larga y amistosa relación con él desde principios de los 80 –cuando ella era la esposa de Harrison Ford– y en particular, desde que escribió el guión de E.T., el extraterrestre (1982). "Prácticamente criamos a nuestras familias juntas", recordó Spielberg en una entrevista que le dio al New York Times, ante el estreno mundial de su película en el Festival de Cannes. La mera mención de Mathison traía consigo una nota de tristeza y amargura: la extraordinaria libretista californiana –que no firmó muchos trabajos en Hollywood después del superclásico instantáneo del extraterrestre– falleció a los 65 años a finales de 2015, víctima de un cáncer. "Melissa podía hacer algo que la mayoría de nosotros no puede: observaba a la gente sin juzgarla. Las únicas otras personas que se me ocurre que pueden observar con curiosidad y sin juzgar son los chicos. Y creo que es por eso que ella los entendía y podía escribirlos mejor que nadie", dijo el director. "En su escritura –agregó Kennedy–, Melissa exudaba un increíble sentido de lo extravagante, y una tremenda empatía. Tenía una habilidad única para tomar historias que se creían limitadas a los chicos y excavar en la profundidad intelectual de esos relatos para conectarlos también con los adultos."
Pero uno de los temas que más convocó la atención de la prensa cuando la película se presentó en mayo último en Cannes fue que, siendo un dato más o menos conocido el que Dahl se confesaba a sí mismo antisemita, nada menos que el director de La lista de Schindler, fundador y activo promotor de la Fundación Shoah, se haya puesto al mando de una las mayores producciones que se encararon sobre una obra de este escritor. Una biografía no autorizada de Dahl, publicada en 1994 por el británico Jeremy Treglown, lo describe como "fantasioso, antisemita, un bravucón y un provocador dedicado a autopromoción". La pregunta se volvió obligatoria en la rueda de prensa y las entrevistas que siguieron a la proyección, y el director respondió: "Yo no estaba al tanto de ninguna de las historias personales sobre Roald Dahl (cuando abordé el proyecto). Sólo me concentré en esta historia que escribió. Es una historia acerca de abrazar nuestras diferencias."
Poco más tarde, en su entrevista con el New York Times, se extendería en el tema: "Creo que todos los que nos apoyamos en los hombros de los gigantes que empezaron la industria se han topado con ese dilema, cuando hablaban de El nacimiento de una nación y D.W. Griffith y la exaltación del Ku Klux Klan. Ahora bien, no sé qué hubiera hecho de haber sabido esto que sé ahora sobre Dahl antes de hacer El buen amigo gigante. No investigué a Dahl, pero eso no es una excusa. Me encontré completamente fascinado por su escritura, por Charlie y la fábrica de chocolate, por James y el durazno gigante, y en especial por El gran gigante bonachón. Así que mi única relación con él consistió en interpretar el libro. Pero debo decir que para alguien que se proclamaba a sí mismo antisemita, contar historias que hacen justamente lo opuesto, que abrazan las diferencias entre razas y culturas y tamaños y lenguajes, como lo hace Dahl en este caso, es una paradoja. Más tarde, cuando empecé a hablar con gente que lo conoció personalmente, me contaron que a Dahl le gustaba decir cosas en las que no creía sólo para provocar una reacción. Y que muchos de sus comentarios antisemitas no eran cosas en las que creía fervientemente, porque todos en su vida, básicamente todo su equipo de apoyo, eran judíos. Y todos sus comentarios –sobre banqueros, ese anticuado estereotipo que escuchamos de la Alemania de los años 30– eran cosas que decía para obtener un efecto, aun si eran cosas horribles. Así que, de verdad, no lo sé: sencillamente admiro El buen amigo gigante, y admiro sus valores y me resulta muy difícil creer que alguien que podía escribir algo así pudiera decir las cosas terribles que se ha dicho que decía. Pero los artistas son complicados."
En todo caso, ha dicho el cineasta, este es el regreso a la libertad que le ofrece "trabajar con la fantasía", en contraposición a las limitaciones que impone a menudo lidiar con la realidad. Y que cree firmemente en la magia, menos como recurso escapista que como fuerza vital, para hacerle frente a las realidades de un mundo que está bien lejos de volverse más amable. "Cuanto peor se pone el mundo, más tenemos que creer en la magia. La magia nos dará esperanza y esa esperanza nos volverá más proactivos. El mundo necesita de nuestra atención más que nunca". La esperanza proviene de la magia, y las películas pueden darle esa esperanza a la gente; proveyéndole una razón para seguir peleando un día más. La esperanza es todo para mí."
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