No está en los recorridos turísticos, pero es elegida por los locales para descansar y disfrutar de la naturaleza
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Los que eligen Río de Janeiro (Brasil) para pasar sus vacaciones disfrutan de la cultura y de la idiosincrasia carioca que se observa y se siente desde las propias calles llegando hasta emblemáticos lugares como El Cristo Redentor, El Pan de Azúcar, el Estadio Maracaná, El Sambódromo y el Jardín Botánico, entre otros atractivos turísticos.
Si bien las playas de la Cidade Maravilhosa no son de las más atractivas de Brasil, comparadas especialmente con las del nordeste, Copacabana, Ipanema y Leblón son las predilectas, sobre todo, para los que paran en la zona sur de la ciudad. Sin embargo, existen otras playas más atractivas pero poco difundidas entre los destinos turísticos, entre otras cosas, por la ubicación en las que se encuentran. Y porque los locales mantienen en secreto.
Bem vindo a Grumari
Es un día sábado y son aproximadamente las 4.30hs. María Monserrat Toranzo, una argentina de 26 años que vive en Río de Janeiro desde diciembre de 2018, se despierta junto a su novio brasileño Mateus Viana, de 22. Como todos los días que se dirigen a la playa de Grumari debieron madrugar, ya que se encuentra a aproximadamente una hora del centro carioca y no porque el tránsito pueda ser un problema. La consigna es llegar no más tarde de las 6hs, el mejor horario para surfear, una de las grandes pasiones de Mateus.
Grumari, ubicada al sur oeste de Río de Janeiro, forma parte del Parque Grumari o Parque Natural Municipal de Grumari que cuenta con más de 966 hectáreas. Con apenas dos kilómetros de extensión, se encuentra rodeada por grandes rocas blancas y por un bosque que termina cerca de la arena. El mar es claro y transparente, pero a veces puede tornarse peligroso con la presencia de grandes crestas de las olas.
“Es una Reserva Ecológica, no hay construcciones ni nada. De un lado está la ´restinga´, flora típica de regiones marítimas con animales y plantas nativas, y del otro el mar. Es bien salvaje, como de otro tiempo, lejos de una visión más comercial. Los pocos pequeños bares están, bien lejos unos de los otros. A Mateus le gusta porque constantemente tiene olas, cosa que no ocurre en la mayoría de las playas de Rio. A mí me gusta porque parece que estás en una película, el paisaje es realmente soñado. Lo que menos me gusta es que el sol se va temprano, en verano a eso de las 16hs ya no hay más sol. Tampoco hay iluminación ni señal de celular”, describe Monserrat.
“Es común ver gente en sesiones de fotos para casamientos y cumpleaños de 15”
Grumari es uno de los lugares predilectos de los cariocas, especialmente los que viven en Barra de Tijuca ya que apenas los separan unos 20 minutos de distancia. Destino ideal para el fin de semana, o para esos momentos en los que es necesario dejar atrás, por al menos unas horas, el bullicio de la ciudad.
Al igual que la vecina playa de Prainha, Grumari forma parte de una reserva natural que todavía no está de moda entre los turistas. La bahía es muy limpia y pura y hasta suele ocurrir que durante la semana se encuentre completamente vacía.
“Durante los días de semana está totalmente vacía. Los fines de semana se llena. Muchas personas van a hacer ejercicio, los ves corriendo, caminando, andando en bicicleta. Es muy común ver gente que va a hacer sesiones de fotos para casamientos y cumpleaños de 15”, cuenta Monserrat.
El principal deporte que practican los cariocas en esta playa es el surf. También es común observar a diferentes grupos jugando a “altinha”, un deporte que ellos mismos inventaron en el que se van pasando la pelota con los pies, pecho o cabeza sin que toque el suelo. Lo raro es, a diferencia de casi todas las playas de Río, que no se han colocado las típicas redes para jugar al voley, por lo que pareciera que en Grumari el popular deporte brilla por su ausencia.
Quienes si dicen presente, solo los fines de semana, son los clásicos vendedores ambulantes. El típico “biscoito globo e mate”, el “picolé” (helados de palito) y el sanduíche natural toman la delantera entre los productos que más se venden. Entre los personajes playeros, se encuentran también los cuida-coches claramente no autorizados. “Cobran aleatoriamente un precio dependiendo de la cara de la persona. Darle R$2 es suficiente”, aconseja Monserrat.
Cada vez que su trabajo se lo permite y, especialmente, cuando decide madrugar Monserrat va con su novio a Grumari. Mientras él desafía a las olas, ella suele dormir un poco hasta que el sol esté más fuerte. Siempre la acompaña un libro y la cámara para tomarle fotos y filmar a Mateus cuando está haciendo surf.
La mayoría de la gente lleva sus heladeritas con frutas, sandwichitos y las infaltables latas de cerveza. Algunos, como Monserrat y Mateus, se dan el lujo de visitar una tienda que se encuentra al final de la reserva para saborear el pastel e caldo de cana, una especie de empanada frita, de la comida típica brasileña.
Debido a que se encuentra ubicada en un área de protección al medio ambiente, no hay personas viviendo cerca de la playa. El movimiento se encuentra en el pueblo de Guaratiba, bastante cerca de la playa, y como los lugareños viven principalmente de la pesca, los turistas podrán encontrar algunos de los mejores restaurantes de mariscos en Río.
Ideal para quienes disfrutan de la naturaleza
Un dato no menor es que esta playa no cuenta con accesos a colectivos de línea ya que están prohibidos en esa zona por lo que se recomienda ir en auto, taxi o Uber. Quienes ya vivieron esta experiencia recomiendan contratar alguno de estos transportes por medio día acordando previamente el costo del viaje.
“Para las personas que están interesadas en surfear, que les gusta la naturaleza y las reservas naturales, que quieren salir un poco del centro de la ciudad y alejarse de los centros más turísticos”, responde Monserrat.
Grumari parece ser el lugar secreto para alejarse y relajarse en medio de unas vacaciones soñadas en la mucho más agitada y siempre seductora Río de Janeiro.
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