La entrevista completa que el actor argentino le dio a la revista Brando y que desató el escándalo con la presidenta Cristina Kirchner
Eran agitados esos días de diciembre del encuentro con Ricardo Darín. El 7D, como una suerte de Y2K –¿se acuerdan del colapso del mundo por el cambio de milenio?–, estaba a la vuelta de la esquina. Nadie sabía demasiado qué consecuencias traería para el hombre común ese día, esa ley, ese cambio, pero la presencia omnímoda de esa fecha les daba a aquellas horas frenéticas un hálito de inminencia inquietante. En ese panorama, posterior al cacerolazo del 28N, Darín se paraba como quien quiere observar y opinar sobre dos ejércitos gritones que van a estrellarse de frente.
Y no era muy optimista.
Darín: Están pasando cosas rarísimas. No se nos permite pensar fuera de lo establecido. Te dicen lo que tenés que pensar y en qué dirección, y si no estás de acuerdo, sos un hijo de puta.
Brando: El que disiente es enemigo.
Darín: ¡Están todos locos! La locura y el enojo no dejan ver con claridad. El comienzo del camino al fanatismo es este. Creer que todo lo que no se alinea o no está en armonía con su pensamiento se construye casi como el enemigo. No para vencerlo, para eliminarlo. Y eso me asusta.
A mediados de 2012, Darín fue como invitado al programa televisivo TVR. El espacio, alineado con el Gobierno y cuya temática es la televisión misma, presentó un informe en el que el periodista Jorge Lanata era demonizado, caricaturizado y demás. Sereno y poco complaciente, cuando a Darín le tocó intervenir, dejó bien en claro que lo que había en el aire era una suerte de batalla entre dos grupos de poder (Gobierno y Clarín) y que parecía que todos querían empujarnos a que nos alineáramos con algún sector. "En cuanto a Lanata, bueno… Yo creo que él debe estar muy dolido, debe estar enojado".
Bastó esa frase, y esa equidistancia, para que Darín, el popular Darín, el gran actor, el presidente de jurados de festivales internacionales, el carismático, el benefactor, cayera en la consideración implacable y crítica de algunos comisarios de la verdad oficial.
"La historia de nuestro país está dividida entre Boca y River", dice Darín mientras hunde su cuchillo en una entraña a punto. En Buenos Aires se acaba de caer el cielo, y como suele ocurrir cuando las tormentas duran horas, Palermo se convierte por un rato en Venecia. "Eso está estrechamente en relación –sigue Darín, desatado– con el pensamiento de que siempre va a haber alguien que nos va a salvar. Somos un país niño: necesitamos un papá. Necesitamos a alguien que nos diga cómo se tienen que hacer las cosas. Cuando vino la democracia en el ‘83, después de toda esa serie de frustraciones, la esperanza siempre fue con cierta prudencia. Parece que no aprendimos un sorete, porque es tan loco plantear, como planteaban algunas minorías, ciertas actitudes intempestivas y anacrónicas como del otro lado creer que porque te votó el 54%, te la mandé a guardar, bancátela, y te la tenés que fumar".
Brando: El que no te vota es enemigo.
Darín: Eso termina en quilombo. En las culturas más civilizadas, cuando detectan a alguien que no te vota, lo primero que hacen es seducirlo. No eliminarlo ni desacreditarlo.
Brando: Y, en el mejor de los casos, escucharlo…
Darín: Nooo, para eso falta mucho. Nosotros no nos escuchamos entre nosotros. Yo no sé si van a escuchar lo que pasó el otro día (por el cacerolazo), pero fue una cosa muy grosa. Fue mucha gente, mucha.
Sentado en un bodegón de la calle Humboldt –de esos pocos que sobreviven con mozos de 75 años, flan casero recargado y mantel de hule–, a punto de ponerse en la piel de un abogado (otro más) para una película que se estrenará a fin de año – Séptimo, de Patxi Amezcua– y con otro film recién estrenado en cartel – Tesis sobre un homicidio, un thriller psicológico en el que también interpreta a un hombre de ley obsesionado con un alumno–, Darín pertenece a una generación de la que no se siente muy orgulloso. Nacido en 1957, el actor no está conforme con el mundo que les deja a sus hijos.
Darín: Los chicos se llevan la peor parte. Yo no les he dado un buen ejemplo a mis hijos. Mi generación no lo ha dado.
Brando: ¿La anterior a la tuya sí lo dio?
Darín: Nuestros padres fueron heroicos.
Hijo de un actor que además de bohemio y austero también era poeta, Darín está desencantado. Su padre, con una larga trayectoria en radio y teatro, lo trataba de usted y siempre le repetía una frase que para él era inaprensible, tal vez inexplicable, pero que cuando murió, el enorme significado que tenía cayó con todo su peso sobre él: "No tenga nada, porque todo esto es mentira". El día que falleció, Darín y sus hermanas fueron a retirar sus pertenencias de la pieza en la que vivía. Allí, atravesado por el dolor, en medio de un cuarto austero y con aroma a muerte, Darín se dio cuenta de que su padre había tenido para sí esa frase como máxima: "No tenía nada, pero no tenía nada en serio. Dos pares de zapatos, dos sacos, dos camisas. Había sido íntegro hasta las últimas consecuencias. Me quedé sentado en su cama mirando todo. Fue una lección tremenda".
¿Qué brecha es la que se abre, qué abismo aparece adelante cuando un padre da un ejemplo de vida –y de muerte– como ese y el mundo no solo no le va en saga, sino que viaja a toda velocidad hacia las antípodas de esa heroicidad moral?
En algún lugar, Darín cree que hay un agotamiento y un declive inapelables, y que si dentro de un tiempo nadie hace nada, no nos van a reconocer ni por la dentadura.
Como si habitáramos un país que nunca pierde la oportunidad de perder una oportunidad.
Darín: ¿Cómo puede ser que nosotros, que tenemos un país de la gran puta con gente fantástica, salvo algunos diseminados por ahí que son unos boludos o unos mierdas, cómo puede ser que estemos parados sobre este suelo cuando la gente que vino acá –los inmigrantes– pensó que estaba en el paraíso? ¿Cómo puede ser que nosotros no nos pongamos de acuerdo para administrar con corrección? ¿Qué es esto de que yo te gané y me agarro los huevos y me cuelgo del alambrado? Es ridículo. Eso es como desconocer que la bocha siempre está girando: va y viene.
Brando: Como si el clima de rivalidad no pudiera dejarse de lado nunca.
Darín: Claro, está planteado con un infantilismo terrorífico. Porque solo los niños pueden ser tan crueles. A mí me preocupa esto de que tenés que ser de uno o de otro. No tener derecho a tener una posición diferente. ¿Pero quién sos? ¿Qué te pasa?
Brando: En ambos lados son iluminados.
Darín: Hay que ser muy claros y muy lúcidos para no dejarse engañar. Estamos viviendo un momento bisagra. Creo que este gobierno tiene la oportunidad histórica de decir, porque creo que todavía la sigue teniendo: "Bueno, muchachos, tenemos este país, terminemos con los prejuicios heredados, saquémonos la careta y vamos para adelante". Un plan. Ideas. Tiene la oportunidad histórica de hacer un gobierno de convocatoria. De decir: "Vení".
Brando: El tema es tolerar lo distinto, ¿no?
Darín: Mirá, ¿sabés por qué hice doce años ART? Porque, contrariamente a lo que todo el mundo creía –que hablaba de la amistad–, yo siempre fui un convencido de que ART hablaba de algo que nunca va a desaparecer: la intolerancia. No admitir que el otro puede pensar distinto. Es una obra que tiene una vigencia que nunca va a perder.
Brando: Habla de la condición humana.
Darín: Como si hubiera gente que quiere una cosa distinta de la que quieren otros. Si todos queremos lo mismo: vivir en paz, trabajo, educación. Todos hablan de Cristina, pero yo no sé si el tema es Cristina. Yo creo que ella tiene un grupo de asesores que están todo el día laburando, o haciendo que, y son los que le llevan la comida predigerida; me parece que a esos hay que hablarles, pero no estoy seguro de que ellos quieran escuchar a nadie.
Brando: Hay mucho fanatismo ahí también.
Darín: Desde afuera se ve que estamos en el fondo del mar. Yo quiero que le vaya como los dioses. Yo quiero que timonee, que convoque, que baje la adrenalina, que llame a una reconciliación. ¿Cómo puede ser que entre la gente común haya amigos que no se dirigen la palabra? ¿Sabés hace cuánto que no pasaba eso?
Brando: Eso también está ocurriendo en las familias.
Darín: Claro, no se pueden juntar porque se agarran a trompadas.
Brando: La soberbia del hombre.
Darín: Diferencias siempre existen. Siempre. Pero lo que hay que preguntarse es cuáles son los otros objetivos. Hay que ponerse de acuerdo con eso, y ahí hay muchas divergencias, porque hay gente a la que le interesa todo un sorete y de verdad le chupa un huevo que haya pibes con los ojos hasta las rodillas a las cuatro de la mañana en las esquinas. Creen que desentendiéndose de eso y atendiendo su casa están protegiendo su quinta. No entendieron que el axioma funciona exactamente al revés. Pero hablás de eso, del amor, y te ponen unas caras. Como que dicen: "Bueno, lo perdimos".
Aun cuando no es muy afecto a promocionar esas iniciativas, Darín tiene una larga trayectoria de compromiso social y solidaridad. Desde hace ya varios años que estableció una amistad con Juan Carr, líder de Red Solidaria, con quien, al menos una vez al año, organiza festivales para recaudar fondos que sirvan para la ayuda humanitaria. Hilarantes pero no por eso menos efectivas, son ya históricas sus participaciones en el programa Tenis por la vida, en las que empuñaba una raqueta junto a Emilio Disi, José Luis Clerc o Martín Jaite. Hasta no hace mucho, enfrente de su casa, una pintada anunciaba: "Gracias, Ricardo Darín, por ayudar a los wichis". Esa hospitalidad silenciosa es parte indisoluble en la vida de Darín. Todo el tiempo, a toda hora. Enterados de esa sensibilidad, pero sobre todo considerando los altísimos niveles de aceptación y de buena imagen que tiene el actor, no fueron pocos los políticos que se le han querido acercar. Él se sentó con algunos de ellos, pero la mayoría de las veces se levantó espantado.
Brando: ¿Qué te dicen tus amigos o allegados cuando les hablás de recuperar el amor?
Darín: Se me cagan de risa en la cara. ¡Obvio! Pero ojo, yo hablo del amor en el sentido más primitivo del término. No quiero odiar al tipo que piensa diferente, que se viste diferente, que hace todo diferente a lo que hago yo. Tengo que intentar entenderlo, porque estoy seguro de que tenemos algo en común, pero no nos lo permiten.
Brando: Hay un desprecio que estuvo macerándose en la gente, pero también parece que hay algo perverso en la condición humana. El escritor español Juan José Millás dice algo interesante: "Al ser humano no le alcanza con ser feliz, para que su dicha sea completa tiene que ver la desgracia del otro".
Darín: Es lo mismo que el dicho ese: "Siéntate en la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo". A mí me llama mucho la atención ese fanatismo. ¿Qué pasó con las mentes abiertas?
Brando: En las redes sociales, eso se exacerba.
Darín: Hay una estigmatización, con un nivel de violencia increíble. Las redes tienen una condición de anonimato que protege. Una vez, Pedro Almodóvar dijo en una marcha contra la guerra en España: "Tenemos que tener mucho cuidado con el odio. Nosotros no podemos inspirar ni fomentar el odio, porque el odio es la única cosa que nunca se olvida. El amor pasa, todo pasa, pero lo único que no pasa es el odio. Y nosotros, al enviar soldados a una guerra que no es nuestra, estamos fomentando un odio a nuestro país que no nos pertenece". Esto es un poco lo mismo.
Brando: El dolor es un sentimiento más profundo que la dicha que genera la felicidad.
Darín: Yo soy esa clase de boludos que, por mi generación, me la pasé esperando que llegara el tan famoso año 2000, porque todos imaginábamos que ese año se iba a cumplir lo que decía Perón: "O unidos o dominados". Yo esperaba en términos de especie humana, dándonos cuenta de todos los errores, que nos iba a ayudar a mirar para adentro, a reflexionar. Yo, con mi espíritu un poco renacentista y un poco hippie, esperaba que nos miráramos y dijéramos basta. No solo no pasó, sino que al haberse desordenado el tablero con la caída del Muro, que en un punto aquel contrabalance era saludable, el 2000 nos agarra más en bolas: no hubo una puta sana idea globalizadora en ninguna dirección. Los países más industrializados, que son los que más aportan a la contaminación, son los que deciden no formar parte de la discusión. ¿Me estás jodiendo? Es ridículo. Ya no es Argentina. La bajada de línea es que la salvación es individual.
Brando: Sos un iluso…
Darín: Porque hablo del amor en términos institucionales. Yo, para querer a mi ciudad, tengo que sentir que la ciudad me quiere a mí. Para sentir que yo pertenezco a ella, tengo que estar en sintonía, y así con el país.
Brando: ¿Es como predicar sobre Jesús en un cabaret?
Darín: Y sí, pero aun a riesgo de ser considerado un pelotudo, creo en serio que si no bajamos la adrenalina con eso de que soy el más vivo, el que se las sabe todas, y no nos empezamos a escuchar, especialmente a los que piensan distinto, no funciona. Escuchar solo a los que piensan como nosotros es como hacerte la paja. Pero el ejemplo es siempre verticalista: vos tenés que tirar una onda desde arriba. No podés ofrecer confrontación. Un funcionario público que forma parte de un gobierno democrático no puede salir a cagarse en un ciudadano porque piensa distinto, tiene la obligación de coserse el culo con hilo de matambre, tratarlo como si fuera una señorita y dar un ejemplo de cómo se debe hablar en un medio de comunicación. Porque, entonces, para que yo aprenda, que soy una bestia, que a pesar de que existen tipos que opinan todo lo contrario, hay una manera de que la cosa funcione.
Brando: ¿Qué cosas te irritan?
Darín: Yo quisiera que alguien me explicara el tema del crecimiento patrimonial de los Kirchner. ¿Cómo no se les cae la cara de vergüenza? ¿Cómo puede ser?
Brando: Es violento.
Darín: Eso es violento. Y, además, les estamos pidiendo a los mismos de siempre, o sea, a los pobres, que sigan soportando.
Brando: Por un lado, un crecimiento patrimonial obsceno y, por otro, viajamos como sardinas en los trenes.
Darín: El otro día se dieron cuenta de que las llaves que había que cambiar en los rieles eran de 1931. Con cables que están enfundados en tela.
Brando: Lo curioso es que señalar esto no significa desaprobar otras cosas positivas, pero la reacción, a veces, es tan virulenta que termina desalentando cualquier crítica hecha con buena leche.
Darín: Claro, lo raro es que probados intelectuales, que en el pasado se dedicaron a investigar el crecimiento patrimonial de muchos funcionarios, hoy en día no estén para medir lo que pasa. Es sospechoso. Igual, me alejo del facilismo de que es por guita.
Brando: Vos decís que son solamente grupos de poder los que se pelean.
Darín: Esta es una guerra entre poderes. Yo creo que está bien que haya una ley de medios, yo creo que está bien que no haya un pulpo que se quede con todo. Lo que no comparto tanto es que esté todo direccionado a combatir un aspecto nada más y no se considere el resto del panorama. O que se esté beneficiando a otro sector para convertirlo en el sustituto del monopolio que vos querés combatir. Lo que no me gusta es la demonización, la caza de brujas.
Brando: Pareciera que el microclima no permite mirar en perspectiva, sino todo lo contrario.
Darín: ¿Sabés qué pasa? Vos te podés mandar una cagada, se aprende mucho de eso. Pero no te creas nunca el más vivo. Yo me pregunto si no hay nadie que vaya y le diga: "Oiga, no diga esto. Va a herir susceptibilidades, va a dañar a mucha gente. Es mejor decirlo de otra forma". Cobran sueldos monumentales. Tienen secretarios. Son gente que se dedica a asesorar.
Brando: Bueno, vos pedís amor, pero eso es precisamente lo que son incapaces de dar. El amor solo aparece esporádicamente en situaciones de solidaridad.
Darín: Sí, y los primeros que salen a ayudar son los tipos que menos tienen. De ellos hay que aprender.
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