Ricardo Arjona: confesiones de un seductor
A semanas de iniciar otra gira por la Argentina que convocará a multitudes, el cantante que más pasiones encontradas genera habló con La Nación revista. Dijo que no escribe para eruditos, pero admitió: cambiaría la letra de Señora de las cuatro décadas. Las confesiones de un fenómeno único
Ricardo Arjona nació en enero de 1964 en medio de una guerra civil. Dos años antes que él, en 1962, habían nacido las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), primera guerrilla guatemalteca, luego de un fallido golpe de Estado contra el presidente Miguel Ydígoras Fuentes en 1960. Durante los 36 años que duró el conflicto –el Acuerdo de Paz se firmó en 1996– fueron asesinadas 200 mil personas y hay 45 mil desaparecidos.
–Mi madre guarda, bueno, guardaba, los pantalones con los que terminé yendo al Instituto Público Rafael Aqueche. Los jeans tienen una mancha amarilla, naranja, en la nalga derecha, que era la nalga del pañuelo con vinagre, para las bombas lacrimógenas. Era prácticamente un modo de vida, como agarrar el dinero para tomar el autobús. Tenías que agarrar tu pañuelo, mojarlo de vinagre, va al pantalón de atrás, y el vinagre, por supuesto, manchaba el pantalón. En ese período crecí, pasando muchas cosas, como compañeros de aula que decían “me voy a trabajar a los Estados Unidos” y nosotros sabíamos que se iban para la montaña, a hacerse guerrilleros. Yo estudié en un instituto donde se fraguaban todos los movimientos estudiantiles del país. Los líderes más importantes intelectuales de los movimientos sociales se cocinaban en el Instituto Rafael Aqueche. Irónicamente, yo pego un salto en el Instituto por motivos deportivos: me becan como basquetbolista a la universidad más cara. A mí me pareció rarísimo el primer día cuando el profesor comenzó a preguntarles el nombre a todos en la clase. Yo venía de un instituto donde el que quería entraba y si quería ir a jugar básquetbol, se iba. Aquí la gente decía “me llamo fulanito de tal, vengo del colegio...” Cuando yo dije “ me llamo Ricardo Arjona y vengo del Instituto Rafael Aqueche”. ¡La volteada que pegaron todos! Porque decir que eras del Instituto Rafael Aqueche era...
¿Problemático?
Terrible. “¿Qué hace este tipo acá?” En algún momento portar carnet de la Universidad de San Carlos era un peligro también, porque en medio de toda esta ironía y esta convulsión social, la universidad guardó –salvo una o dos oportunidades– la posibilidad de no dejar entrar al ejército. Era el único lugar donde el ejército no podía entrar. Entonces había dentro, en ese tiempo, lugares donde se guardaban armas... pasaban muchas cosas. Se vendía marihuana en mostradores. Hay una canción mía que se llama... ay, dios, ¿cómo se llama? ¡Caudillo! Es mi pasaje por la Universidad de San Carlos de Guatemala, basado en un letrero que había justo al entrar, que decía Cuidado, hermano revolucionario, que puede que estés estudiando para graduarte de explotador. Es una imagen que a mí me quedó marcada porque lo vi después: muchos compañeros míos que alzaban la bandera de El pueblo unido jamás será vencido cuando tuvieron el primer puesto de abogado, doctor, comenzaron a jorobar al primero que se les apareció enfrente.
La 23 Avenida, 1-42, zona 1 de ciudad Guatemala [su casa de infancia]. ¿Qué era lo primero que veías al salir de allí?
Veía la casa de Don Chava. Don Chava era un ex boxeador que tenía un hijo gay, que ya era un surrealismo muy especial. Era el cortador de pelo, y el que les enseñó a bailar a mis hermanas. El único muchacho del barrio con el que mi padre le daba permiso a mis hermanas a salir, porque las sentía cuidadas y seguras. La casa de Don Chava tenía el primer televisor a colores que conocí.
Antes de que vos y tus hermanas existieran, tu tía era novia de tu papá. Pero tu mamá era quien escribía las cartas de amor que ella le enviaba a él. ¿Tu tía podría haber sido tu mamá? ¿O hubo un especie de triángulo amoroso entre tus padres y tu tía, no?
Sí. A mi mamá, que murió hace tres años, le molestaba mucho que yo contara la historia esa. Y a mi tía, no sé si le cae muy en gracia. Mi tía vive en Nueva York y es una belleza. De hecho mi tía tenía unos ojos, que yo lo entiendo perfectamente a mi padre. Era una mujer muy guapa. Mi mamá tenía lo suyo también. Dos años antes de morir, en una reunión cualquiera, mi madre decidió contarnos la historia y nos pusimos tiesos. Había nietos, de todo. Resultó que mi madre le escribía las cartas a mi tía para mi padre. La barbaridad que yo dije, y que a mi madre no le gustó nada, fue que mientras mi madre le escribía las cartas románticas a mi tía para mi padre, mi madre un día le dio a mi padre lo que mi tía no le había dado. En Guatemala se dice “meter la pata”. Cuando se mete la pata es porque queda embarazada. Entonces nació mi hermana. La historia no le acabó de gustar a ninguna de las dos. A una, mi tía, porque quedaba como poco inspirada. Y a mi madre por excesivamente atrevida, ¿no?.
¿Tu mamá era de extrema derecha?
Sí. Reaccionaria diría yo, pro-militares, tremenda.
¿Y tu viejo comunista?
Y mi viejo comunista, totalmente.
¿Ahí vos entendiste el amor?
O no lo entendí (sonríe). Eran estos polos opuestos que se llamaban la atención. Y nosotros nos hemos sentado los tres hermanos a tratar de entender qué pasó. Hemos llegado a la conclusión de que ninguno de ellos era un gran ejemplo para nosotros, que ninguno de ellos siguió normas de psicología o pedagogía que nos pudieran ayudar a construir personas que más o menos estuvieran listas para enfrentar la vida. Lo único que ellos tenían claro era que mientras vos no aportaras para la renta o para la comida no tenías voz ni voto en la casa, no tenías opinión. Eso yo lo tenía claro.
¿Y cuando tuviste voz y voto qué te dijeron?
Cuando tuve voz y voto me fui.
¿Estrenaste así la independencia?
De plano. Yo comencé a trabajar muy chico. Fui mecanógrafo en Correos y Telégrafos, fui telegrafista también.
¿También fuiste maestro de primaria?
Sí, durante cinco años. Era el trabajo que mi madre quería; quería que yo fuera maestro como mi padre. O quería que fuera militar. Ella era muy dura, muy dura. Al asunto de la guitarra le llamaba “el chalangán-chalangán”. Y me decía “no quiero que te vuelvas a meter con tu chalangán-chalangán al cuarto, porque no lo aguanto más, no lo aguanto. Ponete a estudiar, vago, hacé como tu papá, conseguite un trabajo”. Esto lo escuché desde los 16 años. Y justo empiezo a trabajar a los 16 años. Mi mamá me daba con lo que tenía cerca; hoy iría presa mi mamá. Pero nunca tuvo una culpa. Y eso lo hacía un ser, para mí, superior. Alguien en quien ampararme, alguien que me daba seguridad. Fijate la barbaridad que te estoy diciendo, porque los psicólogos de hoy, para negocio de ellos, dicen que esto es terrible para la seguridad de los muchachos. Pero yo siempre, incluso cuando me fui a México y pasé de todo, sabía que tenía un lugar a donde regresar.
Noté, en algunas entrevistas que diste, que cuando sonreís es porque te distrajiste.
¿De verdad? Pero no debes confiar en las entrevistas para saber cómo soy. Lo que pasa es que las entrevistas, como decía García Márquez…
“Se necesitan dos y que se quieran.”
Sí. Es muy difícil. Y casi siempre terminás en pose, entonces es muy complicado definir a un tipo. Yo no te diría que me parezco mucho al tipo de las entrevistas, principalmente cuando hay una cámara. La gente toma como arrogancia el hecho de que a mí me cuesta mucho hacer televisión, entrevistas. Hay una timidez que he sabido disfrazar durante mucho tiempo. Cada vez la manejo mejor. La finjo más. O sea: sé actuar de canchero. Pero sigo siendo un tipo tremendamente tímido. Entonces cuando este asunto te ubica en cierto lugar te permite lujos. Algunos se compran Ferraris, otros no hacemos entrevistas.
¿Cuánto tiempo estuviste ilegal en México?
Yo estuve en México ilegal casi tres años.
¿De qué trabajabas en esa época?
De nada, mujer. De nada. México es un país duro para los ilegales. Si no tenías permiso de trabajo no podías trabajar en nada. La hija del tipo que firmaba los permisos de trabajo cumplía 15 años. Con un saxofonista cubano (Fernando Acosta) decidimos ir a cantarle. Al día siguiente estábamos a primera hora en las oficinas donde daban los permisos y justo ese día lo echaron. Tuvimos un montón de tiempo de espera. Después tuve la primera oportunidad y era cantar en un bar. Imaginate un tipo que venía de cantar en bares de Argentina, que había cantado en bares en otros lados, le ofrecían por fin el permiso de trabajo y cantar en un bar, encima le pagaban un montón de plata. Porque México es uno de los países que mejor les paga a los cantantes de bar. Yo sabía que si aceptaba ese trabajo no iba a grabar nunca un disco, no iba a hacer absolutamente nada. Entonces preferí seguir estando inmensamente jodido que agarrar un trabajo que me iba a dar mucha plata. Y vos sabés que a Benjamín [amigo y cantante con el que trabajaba] le va muy bien, por suerte; a él se le quedó prendida la tele, como le digo yo. Aceptó un trabajo, le fue muy bien y sigue cantando en bares. A pesar de que a él lo firmaron dos disqueras antes que a mí. Yo lo acompañaba de promoción.
¿Qué pasó en el bar El Chato, en México?
Que escribí Señora de las cuatro décadas ahí. Tiene varias líneas que yo cambiaría. Es una de las canciones más emblemáticas mías, sin duda, pero es una de las que modificaría. En Argentina se habló tanto de De vez en mes: A De vez en mes no le cambiaría una vocal. Me parece una de las mejores canciones que escribí. Aquí la asesinaron. A Señora de las cuatro décadas le cambiaría varias cosas.
¿Por qué?
Hay canciones que, sin depurar, con ciertos delitos en el texto, tienen una frescura extraordinaria. Hay dos caminos: escribir para los eruditos o escribir para golpearte emocionalmente. Yo escribo para golpearme emocionalmente.
¿Para golpearte o para golpear?
Golpearme. Yo no puedo pretender golpear a nadie emocionalmente si no me golpeo yo. Cuando yo escribo “el problema no es que mientas, el problema es que te creo”, a mí me golpea eso. Uno no es ningún tipo de otro planeta, alguna coincidencia te encontrás después. El problema es cuando vos comenzás a ver qué está sonando y comenzás a hacer una canción para que se parezca a lo que está sonando.
¿Qué pasaba en El Chato cuando cantabas Señora de las cuatro décadas?
Me llegaban muchos tragos y me han aparecido señoras, “hay una señora allá afuera que dice que es la señora de las cuatro décadas”, ¿me entiende? Me aparecieron, sí (sonríe). Llegaban muchas señoras mayores al Chato. Yo llegaba un poquito temprano al Chato, porque no tenía piano. Ahí podía pasar de la guitarra los acordes al piano. Y ahí me sale, en un acorde que para los pianistas que empiezan es el más fácil de todo: en do. La comienzo a cantar ahí, y era un éxito. Entonces todos los tragos eran gratis. Pero después de eso, con Benjamín, que era un extraordinario cantante de música ranchera, íbamos a un bar que quedaba en la otra esquina. Ahí había un mariachi con micrófono inalámbrico. Y eso se llenaba de gringas. Yo era el símbolo sexual del Chato, con la Señora de las cuatro décadas y Benjamín era el símbolo sexual del Carrusel, con todas las gringas.
La biografía de tu sitio comienza así: “Nací en Cádiz, España, en el año 1855. Me llamaba Juan Arjona, mis padres fueron Don José de Arjona”. Recién en el cuarto párrafo aparecés vos: “Hoy soy el tercer hijo de Ricardo y Mimí, nací en un pueblo”.
Somos producto de lo que fueron, de los que descendemos. Por ahí heredaste que te gusta la música, por ahí heredaste un don especial que viene en la sangre. Pero somos responsables de todo lo que nos pasa. Los psicólogos nos han enseñado a echarle la culpa a alguien. Todo el crédito se lo llevó mi padre en el asunto de la vena artística, pero hay muchas cosas de la familia de mi madre presentes. Mi madre declamaba. Ya me ponía a declamar desde chico. A mi madre la hago parecer como un ogro, pero me enseñó mucha poesía. Y no sólo a leerla, me enseñó a declamarla. Yo comienzo, en los eventos estudiantiles, a declamar.
Antes que a cantar.
Antes que a cantar. Yo toco la guitarra desde los 7 años. Y canto. Pero yo no lo veía como algo que yo podía hacerlo. En la educación básica concursé prácticamente en todos los concursos de la canción a nivel nacional de una manera tremendamente irresponsable.
¿Por qué irresponsable?
Porque era un tipo completamente descuidado, que tocaba la guitarra, que hacía música de carácter social y que no le importaba nada. Mis compañeros me llevaban prácticamente a la fuerza al escenario, porque a mí me gustaba jugar básquetbol.
¿Jugaste en la selección?
Sí, sí, sí. Ha pasado que afuera de un auditorio donde estaba el concurso de la canción a nivel nacional en Guatemala, había cancha de básquet y estos tipos me entraban a la fuerza, sudando con una camiseta, me subían al escenario, me daban una guitarra, yo cantaba la canción, “gracias”, me iba a seguir jugando. Y después hacían lo mismo para decirme que había ganado. Así fue prácticamente toda mi vida estudiantil. Gané un concurso a nivel capitalino de todos los institutos y colegios de Guatemala. Clasificaba para el concurso a nivel nacional, era un asunto muy codiciado por todos los músicos y cantantes guatemaltecos. A mí se me olvidó ir. Al año siguiente me vuelven a poner y estuve a punto de no ir otra vez. Dos compañeros míos, Hugo y Juanillo... Juanillo, que se hizo guerrillero después, me llevaron a la fuerza, y nos fuimos a dedo al concurso. Yo tenía transporte y todo, pero el transporte se había ido ya. Llegamos, terminé ganando y me enteré de que el premio era plata. Nosotros no llevábamos un peso. Entonces terminamos el concurso, me dieron la plata en efectivo, y era buena plata. La fiesta que dimos fue tan grande que al día siguiente a mediodía estábamos a dedo otra vez para regresar, porque no teníamos un peso. A la gente que le tocó conocerme en ésa le cuesta mucho trabajo entender...
¿El devenir?
Asimilar. Sigo siendo el mismo, creo que me volví un poco más responsable, más por un asunto de orgullo a que no me jodan que por otra cosa.
Has dicho que tu excentricidad es ser básico. ¿Qué es ser básico?
Básico. La gente que logra compartir conmigo de cerquita lo entiende. No tengo muchos amigos artistas, porque los artistas son un poquito complicados. Son rebuscados. A los disqueros les gusta que sean enroscados.
Fue en 2011 que armaste Metamorfosis [su propia empresa], te saliste de las discográficas. Ese año fue lo de la falsa convocatoria anti Arjona. ¿Es casualidad?
Pero esa convocatoria no existió.
Pero por eso digo, ¿es casualidad?
Bueno, sí. Pero eso fue... pasaron muchas cosas. El asunto de hacerse independiente en esta industria es un lío. Si lo aterrizamos dentro de la comodidad, incluso dentro del negocio, me ganan todos los demás. Yo gano libertad nada más, que para mí es más importante. Pero ser independiente en un momento muy importante de mi carrera, para la industria era un tipo muy peligroso. Porque a la hora de darse cuenta las compañías de discos tenían ochenta empleados, después se quedaron con seis. Ya no ofrecían ni el 5% del servicio que ofrecían, pero seguían cobrando lo mismo. Y nadie decía nada.
¿Por qué creés que te elige la gente que te escucha?
No sé, ni lo quisiera entender yo. Yo voy mucho más allá de eso.
¿Alguna vez le preguntaste a un fan?
No me creo absolutamente nada de lo que me pasa. Pero si quisieras encontrar un por qué de mi parte, te diría que soy uno de los únicos tipos que hace discos. No hago singles.
Decís que no te exorcizás en las canciones. Decís que “vas a la contraria”.
No siempre. Es que no es como un método. A veces me sale así. A veces surge, pero no soy un buen planificador de canciones. Algunos piensan que sí. Imaginate, un genio, decir, “hay un target de mujeres abandonado, cuarenta años, hay que hacer una canción, porque eso es un trancazo”. Jamás en mi vida me imaginé que esto podía pasar.
¿Cuál es la frase que le cambiarías a esa canción?
Hay varias, hay varias.
¿Una?
“Esa fuerza volcánica de su mirar”.
No te gusta.
No. Encontraría 250 formas de hacerla.
Supongo que estás al tanto del movimiento feminista en la Argentina, que hoy a las mujeres nos hizo repensar la historia de cosas que habíamos naturalizado. ¿Qué pasa en Guatemala, hay un despertar así?
Vamos a hablar del mundo: yo creo que el machismo tuvo su época grande, larga en tiempo. El feminismo tuvo su época... Yo lo acabo de decir, una barbaridad que dije en Colombia... ¿Cómo le podríamos llamar a lo que está hoy? Hoy es el niñismo.
¿Niñismo?
Niñismo. O sea, el poder en el macho, después el feminismo hace lo suyo, la mujer...
¿Decís que el feminismo ya pasó?
Yo creo que ya pasaron los dos, y tenemos un lío tremendo. El niñismo es que el poder está en los niños, y el daño que les estamos haciendo es enorme. “¿A dónde vamos a ir el fin de semana de vacaciones, niños?” ¿Cuándo preguntaron eso nuestros padres?
¿Te parece mal?
“¿Qué quiere de comer hoy...?”. Me parece una barbaridad. Volvemos a los padres culpables que hacen inseguros a los niños en serio. El tipo no tiene de dónde agarrar. Yo creo que hoy los niños son los que tienen el poder en la casa, y se me hace fatal. Ya no hablo ni de machismo ni de feminismo. Me parece fatal el hecho de no tener una figura poderosa en la casa, y que la figura poderosa hoy, culpa de psicólogos y mucho libro y mucha literatura, está en el poder de los niños. Y los niños no tienen la habilidad para ser poderosos. Me parece que estamos construyendo una generación amparada en una enorme soledad, porque no tienen de dónde agarrarse.
En algún momento, algunas más temprano, otros más tarde, dejamos de querer agradar. ¿Te ha pasado?
Camilo José Cela, premio Nobel de Literatura, decía que para él era mejor la falta de talento que la falta de sentido para golpear emocionalmente. “La falta de sentido comercial”, decía él. ¿Qué quiere decir, en su lenguaje, el sentido comercial? Quiere decir el sentido de tocar a alguien. Tocar es importante. Y para tocar hay que tocarte a ti primero, lo que hablábamos hace un rato. Yo quiero agradarme a mí primero, porque yo sé qué pasa después.
¿Gustás de vos?
Por supuesto. No me escucho nunca después de que hago los discos.
¿No lo escuchás?
No, no, no. Si ponen en este lugar un disco mío, me salgo. Nunca pongo un disco mío en mi casa. Yo no tengo un trofeo ni un disco de platino.
Este último disco, Circo Soledad, tiene 14 tracks pero son 13 canciones: hay una intro de 17 segundos.
Sí, es por un asunto de cábala.
¿Sos muy cabulero?
Un poquito. Yo vivía en un piso 13, y me divorcié.
¿Creés que fue por eso?
Bueno, a alguien hay que echarle la culpa, si no me la echan a mí.
Asistente de fotografía: Lucas Perez Alonso. Asistente de producción: Maca Dell Elce. Agradecimiento: Faena Hotel