Revelan por qué desaparecieron los cadáveres de la famosa batalla de Waterloo, un misterio de más de 200 años
Tras una larga investigación, encontraron las causas que provocaron la ausencia de los restos de los combatientes fallecidos en el emblemático combate
- 3 minutos de lectura'
Según el reciente trabajo de un grupo de historiadores y arqueólogos, el enigma de los cadáveres desaparecidos tras la batalla de Waterloo parece haberse dilucidado. De hecho, los investigadores concluyeron en que la ausencia de cuerpos de hombres y caballos se debe a que los lugareños robaron sus restos y utilizaron sus huesos para blanquear azúcar de remolacha, un negocio incipiente en ese entonces.
El emblemático combate concluyó el 18 de junio de 1815, en el actual territorio belga, con la derrota de Napoleón Bonaparte a manos del duque de Wellington y del mariscal Gebhard von Blücher, del ejército prusiano.
Tras el enfrentamiento, que dejó un saldo de entre 10.000 y 30.000 soldados muertos, los cadáveres fueron desenterrados para venderlos como si fueron restos óseos de animales a la industria azucarera.
De hecho, según las declaraciones en la radiotelevisión pública belga RTBF del historiador belga Bernard Wilkin, responsable de los Archivos del Estado en Lieja, hacia 1820 en los alrededores de Waterloo “la remolacha suplantó el trigo. Allí se estableció la industria azucarera, con hornos de huesos. El valor de mercado de los huesos, teóricamente de animales, se disparó”.
Consecuentemente, en los años siguientes a la batalla también murieron miles de caballos, cuyos esqueletos tampoco se encontraron. Wilkin explicó que los lugareños sabían donde se ubicaban las fosas comunes, y al saber del valor de los huesos, habrían desenterrado los cadáveres para recuperar los restos óseos y venderlos cómo si fueran de origen animal para que en los altos hornos se hiciera un polvo que filtraba el jarabe de azúcar.
“A partir de 1834, las fuentes escritas muestran que los incidentes se multiplican: los viajeros informan haber visto los cuerpos desenterrados, parlamentarios denuncian tráfico de ‘huesos putrefactos’ y el alcalde de Braine l’Alleud (localidad aledaña a Waterloo), advierte con un cartel que las exhumaciones están prohibidas y son punibles”, precisó el historiador.
Asimismo, en los archivos comunales de Braine-l’Alleud hay documentos que muestran que el alcalde “hablaba claramente de la exhumación de cadáveres para comerciar”, alertaba contra esta práctica y recordaba a la población que era un delito recogido en artículo 360 del Código Penal de la época.
En la investigación, en la que también trabajaron el profesor de arqueología de la Universidad de Glasgow, Tony Pollard, y el historiador alemán Robin Schäfer, permitió encontrar documentos que avalan su tesis en archivos belgas, franceses y alemanes.
Por caso, los datos provenientes del parlamento belga indican que desde el país no se exportaron huesos a Francia entre 1832 y 1833, aunque también confirman que el comercio se disparó a partir de 1834, cuando se vendieron 350.000 kilos de restos óseos.
En los otros países involucrados en la investigación también hallaron datos peculiares. Tal es el caso de los que aparecieron en un artículo de 1879 del diario alemán Prager Tagblatt, editado en Praga, que sugería que utilizar miel para endulzar los alimentos evitaba el riesgo de que “los átomos del bisabuelo se disuelvan en el café”.
La información fue publicada días atrás en el diario británico Daily Mail. En el mismo medio, añadieron que en trabajos anteriores de Pollard habían mostrado que algunos huesos de los muertos de Waterloo se habían triturado y empleado para fabricar fertilizantes.