Cuando alguien busca figurarse un paisaje urbano estadounidense, uno de los elementos imposibles de esquivar es el diner, ese comedor de estética retro en el que la cocina expende huevos, panceta y pancakes acompañados por ríos infinitos de café negro.
El concepto nació en 1872 en la localidad de Providence (Rhode Island), con un vagón de tren tirado por caballos y reformado como cafetería en el cual el cocinero Walter Scott vendía comida y bebidas a los empleados del diario Providence Journal. 15 años después, comenzaron a construirse en serie.
Así, el hecho de que los diners mantuvieran la misma imagen en diferentes puntos del país tenía que ver con que, entre los años ‘20 y los ‘40, eran prefabricados y transportados para su ensamblaje final posterior: sólo había que completarlos con las instalaciones necesarias de cocina y baños.
Esta construcción uniformizada usualmente estaba compuesta de un gran mostrador con banquetas y cabinas con mesas para cuatro comensales. Dos escuelas arquitectónicas dominaban el diseño: el art decó (caracterizado por sus líneas simples y rectangulares, y el uso de concreto y metal), y el streamline modern que, inspirado en el diseño aerodinámico, favorecía la combinación de formas curvas y planos horizontales.
En Buenos Aires, el primer emprendimiento gastronómico en inspirarse en tal estética fue Trixie, que abrió su primer local en Costa Salguero a principios de los ‘90 y luego se expandió con franquicias en Maschwitz y Temaikén. Con su combinación de mosaicos blancos y negros junto a banquetas y sillones de cuero rojo, sumó camareras vestidas a la moda fifties y un menú de hamburguesas, milkshakes y sundaes.
Como allá, pero acá
Meses atrás, Jay’s eligió también el concepto diner como base de su local en Recoleta, sumándole algo de espíritu de sports bar, otra importación norteamericana: es por eso que el básquet, el hockey sobre hielo y el béisbol desfilan por los dos televisores. "La idea surgió porque en nuestros viajes a los Estados Unidos disfrutábamos mucho tanto de la propuesta gastronómica como del espíritu de este tipo de cafeterías", explica el propietario Juan Ignacio Colli.
Así, decidió tomar el asunto en sus manos y diseñar el espacio junto a sus socios sin asesores. Y la prueba de que la recreación llegó a buen puerto es el hecho de que prácticamente la mitad de sus clientes son norteamericanos residentes en Argentina. "Suelen decirnos que se sienten en casa", asegura Colli.
Por supuesto, la razón no está sólo en lo decorativo. El desayuno americano con huevos, bacon, waffles, pancakes con jarabe de arce y hashbrown (papa rallada a la plancha) se sirve todo el día, y también hay pollo frito picante, mac & cheese con pollo y hamburguesas que terminan de cerrar el guiño evocador.
Nacional y popular
El diner fue también la guía que el bartender y empresario Tato Giovannoni eligió para Gintoneria, el dúo de bares que llevó a Córdoba y Rosario junto a socios locales. Acompañando el concepto del gin como bebida popular y accesible, la idea visual tomó la estructura norteamericana para darle un barniz más cercano al corazón argentino.
"Nuestra idea era sumarle al diner la estética de los años ‘40 y ‘50 porteños, peronistas, propagandistas si se quiere", explica Giovannoni, quien trabajó la imagen del bar junto a Adrián Glikman y la diseñadora Eme Carranza, encargada de transformar y adaptar los planes del equipo de propietarios.
El clima de Gintonería no deja de estar claramente embebido, además, en la nostalgia. "Es esa nostalgia linda, de momentos felices de la infancia", marca Giovannoni. "De esos lugares de la costa que, al mismo tiempo, también tienen algo de ‘tano’".
Así, en el local -elegido por el trapero Paulo Londra como escenario del videoclip de su canción Por Eso Vine- los colores mediterráneos traen ecos de mar y vacaciones, con enfoque minimalista, toques rojos y venecitas dibujando logos de corte gremialista.
Otra de las creaciones de Giovannoni es Las Patriotas, pensado y diseñado por su equipo para otro grupo propietario. Allí también el pasado es el ancla, aunque apuntado a otro siglo.
"Me di cuenta de que no había un pub típicamente argentino, por eso quisimos hacer una taberna. Y como muchas veces ese tipo de lugar tiene una idea relacionada con la caza, muy masculina, también quisimos dedicarlo (inspirados en el restaurante Isolina de Perú) a las mujeres que lucharon por liberar al país", explica el bartender, cuyo bar Florería Atlántico recientemente quedó ubicado en el puesto 3 de los 50 Best mundiales.
Una noche de cine
Cinéfilo empedernido, el empresario Tito Loizeau decidió tomar al séptimo arte como punto de partida de un proyecto gastronómico. Yendo más allá de la simple idea de un espacio temático, quiso zafar del tufillo artificial de productos como Planet Hollywood y prefirió honrar la época dorada del cine.
Investigando junto a su equipo -integrado también por su hijo Gastón- se topó con El Capitán, icónico espacio de Hollywood Bv. Inaugurado en 1926 y actualmente propiedad de Walt Disney Company, sirvió como hogar de obras de teatro protagonizadas por estrellas clásicas como Clark Gable y Joan Fontaine, y albergó decenas de premieres cinematográficas a lo largo de su rica historia.
"Intentamos recrear la experiencia que uno podría vivir allí. Replicamos la fachada, los empapelados, los tapizados y los carteles", explica Loizeau quien bautizó a su restaurante con el mismo nombre del lugar que lo inspiró y a sus platos en homenaje a grandes obras del cine. Así, por ejemplo, el risotto con funghi se llama A Roma con amor, y los spaghetti con ragú de ternera llevan el nombre de La vida es bella.
"Queremos que el público se sorprenda y se sienta transportado en tiempo y espacio", explica Loizeau. "Muchas de las personas que vienen suelen mencionar que se sienten en algún restaurante de un parque de Orlando. Y si logramos eso creo que estamos en el camino correcto, porque si hay alguien que tiene know-how sobre el marketing de experiencia son justamente esos parques".
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