En la avenida más elegante de la ciudad de Buenos Aires renace una residencia que fuera en sus tiempos un suntuoso palacete familiar y que luego cayó en la decadencia durante 10 años
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La avenida Alvear, posiblemente la más elegante de la ciudad de Buenos Aires, cuenta en su trazado con algunas residencias y mansiones que dan testimonio de sus tiempos de mayor esplendor. El palacio Ortiz Basualdo, la reisdencia Duhau y el Palacio Maguire son algunos de ellos. Ahora, otro ícono arquitectónico de esa avenida, que estuvo abandonado durante los últimos diez años, gracias a una completa puesta en valor, vuelve a alcanzar los fastos de antaño. Se trata de la residencia Llobet, ubicada en Alvear al 1700, que vuelve a abrir sus puertas para deslumbrar a sus visitantes.
La residencia Llobet nació a principios del siglo XX como un palacete de tres plantas y una distinguida fachada que era la muestra de la aspiración por el lujo de parte de la sociedad porteña de entonces. Todos los registros históricos y genealógicos dan por resultado que el dueño del palacete sobre la avenida Alvear sería José Miguel Llobet, nacido en Buenos Aires en 1869. El hombre se destacó en la diplomacia argentina, especialmente a comienzos de los años ‘40, en la presidencia de Roberto Marcelino Ortiz, cuando fue nombrado Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la Argentina ante la Santa Sede, en tiempos del Papa Pío XII, que lo recibió con una cálida carta que aún se conserva en los registros vaticanos. Antes también había ejercido como Cónsul General en Francia, donde creó la Cámara de Comercio Argentina en París y embajador en los Países Bajos y en Hungría.
Llobet contrajo matrimonio en 1894 con Susana María del Pilar Casares Martínez de Hoz en la Basílica Nuestra Señora del Socorro, en Retiro, y unos años después, ambos encontrarían su lugar en el mundo en la residencia que hoy renace otra vez sobre la avenida Alvear. Eran tiempos en que las clases sociales ascendentes necesitaban dar muestras claras de su progreso económico y a la vez, la aristocracia debía reafirmar su carácter de tal. Entonces, en uno u otro caso, las casas se hacían a lo grande, con tendencia a la ostentación y con la participación en sus diseños de profesionales con estudios en el extranjero.
Así, la creación de esta mansión se remonta a los años 1904 y 1905, cuando Llobet encargó su vivienda familiar al ingeniero y arquitecto uruguayo Arturo Prins -el que proyectó la actual Facultad de Ingeniería de la avenida Las Heras- y a su colega austríaco Oscar Ranzenhover, según lo que informa la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y de Bienes Históricos.
Otra vez apelando a los registros genealógicos, tarea realizada con la invaluable colaboración del historiador Eduardo Lázzari, pudo establecerse otra información de carácter más bien familiar: Prins era el marido de Carmen, la hermana de Llobet. De este modo, uno de los hacedores de la imponente residencia era, a la vez, arquitecto, ingeniero y cuñado de su comitente.
En aquellos tiempos de fines del siglo XIX y los albores del XX, las viviendas para el grupo familiar se construían con una distribución que ubicaba en el subsuelo las dependencias de servicios, en la planta baja la recepción, el comedor y diversos salones de estar y, un detalle muy frecuente, un jardín de invierno. En la planta superior, las habitaciones principales de los miembros de la familia, y también para huéspedes y, arriba de todo, un desván con habitaciones de servicio, para los empleados ‘cama adentro’.
En términos de estilo, los especialistas sostienen que en la fachada de esta residencia, a tono con la época, conviven toques de estilo academicista francés, influencia del uruguayo, con motivos Art Nouveau, por la formación europea del segundo arquitecto, que imprimió una variante francesa de ese estilo, con algo de Liberty o Floreale Italiano.
Pero más allá del tamaño y del despliegue oneroso de una mansión preparada para la morada de varios residentes, el matrimonio Llobet Casares no dejó descendencia. Unidos hasta el final, José Manuel falleció en 1951 y su esposa le sobrevivió dos años. Murió en 1953.
En la difícil búsqueda de otros registros acerca de los habitantes de esa suntuosa mansión, se puede sumar el testimonio que brinda a LA NACION un vecino de Alvear y conocedor de su historia, el diseñador Fernández Sánchez Fuente, acerca de quien fuera el último residente de esa casona. Según su relato: “Ahí vivía el señor Bernasconi Cramer. Antes de vender la casa, él salía todos los días al balcón para ver la calle”.
Más adelante, este hombre ya anciano, que se había mudado al edificio de enfrente, contemplaba diariamente su antigua residencia desde su nuevo hogar con aires de añoranza, con la melancolía con la que se mira lo que sigue ahí, pero ya es algo ajeno.
Casa Ralph Lauren
Pasados sus tiempos de ser residencia familiar, el palacete, que en total cuenta con unos 1200 metros cuadrados, fue rentado por la firma Polo Ralph Lauren en el año 1998, y en 2003, la compañía reciclaba por completo la vivienda. Eran tiempos en que las marcas de lujo internacional eran parte inseparable del espíritu de exclusividad y refinamiento que se respiraba en la Avenida Alvear.
Unos años después, en agosto de 2012, por las trabas a la importación, la empresa de indumentaria anunciaba que cerraba el local dentro de la mansión y los otros dos que tenía en Buenos Aires (uno en Galerías Pacífico y otro en Unicenter). En ese momento, el comunicado de la compañía señalaba que se trataba de un cierre “temporario”, pero lo cierto es que la marca no volvió nunca más a la residencia Llobet, que quedó abandonada a su suerte.
Ahora, editión privée, una firma de alta perfumería que se abre en el país, se hizo cargo de la mansión Llobet y, a partir de un minucioso trabajo de restauración, volvió a ponerla en valor. De esta manera, la antigua residencia de Alvear 1780, entre Callao y Rodríguez Peña, recuperó su horadada magnificencia. Y, lo que es mejor, la mansión abrió sus puertas en el contexto de un ambicioso proyecto comercial.
Abandono y restauración
La fachada del palacete que perteneció a Llobet se encuentra unos metros hacia adentro de la línea municipal, lo que hace que parezca empotrado entre los dos edificios contiguos. En su frente, de estilo ecléctico, se ven las molduras que reproducen motivos de la naturaleza, guirnaldas y rostros angelicales.
La vivienda se remata en las alturas con una guardilla de pizarra y tres mansardas, rodeadas de ornamentaciones en relieve. En las barandas de los balcones, rejas y la enorme puerta de acceso, se puede ver el trabajo artesanal que se realizó sobre el hierro.
¿Cómo llegó una casa de alta perfumería a la residencia Llobet? “Habíamos pensado en una tienda en Avenida Alvear. Primero pensamos en otro lugar y luego surgió la idea de la casa Ralph Lauren, que sería ideal”, explica Verónica Escudero, Gerente Comercial de Beauty Group, la compañía de capitales argentinos y extranjeros que instaló en la residencia Llobet la firma édition privée, pionera en la argentina de la selección y venta de alta perfumería y perfume de autor.
Luego de dar con el dueño del lugar y negociar un precio de renta, comenzaron a remodelar la residencia.
Al ingresar a la vivienda se atraviesa un zaguán con escaleras de mármol y un techo abovedado color oro (realizado con pequeñas láminas de bronce que se aplican una a una de manera artesanal).
El hall es imponente. Tiene las paredes cubiertas por mármol y del centro nace una magnífica escalera de roble con una baranda blanca tallada. En el techo hay un vitral deslumbrante, con motivos florales entre figuras geométricas.
“Cuando llegamos, esto estaba detonado”, dice, con una expresión bien gráfica, Escudero.
El hall de la mansión y los salones donde hoy se exhiben las más refinadas fragancias estaban prácticamente en ruinas. La restauración comenzó hace un año, en diciembre de 2022.
“Polo Ralph Lauren había abandonado la casa en 2012, y desde entonces hasta que entramos acá, el mantenimiento había sido nulo. Todo lo que estaba alrededor del vitral estaba derrumbado, incluso se cayó una parte cuando estábamos en obra”, cuenta a LA NACION Juan Fregona, arquitecto del estudio Montes-Iturrioz, que fue el director de la obra realizada para recuperar la residencia Llobet.
La fachada de la residencia también requirió tareas de restauración. “Aparentemente, el frente no tenía problema, pero cuando lo empezamos a tocar descubrimos que sí los tenía... ¡y eran tremendos! Hubo que reintegrar los balcones, por completo, y parte de la mansarda también. Hubo que hacer un trabajo importante”, describe Fregona.
En este punto, Escudero menciona a otra persona de gran importancia en este proceso de recuperación de la mansión: “El restaurador, Gerardo Pellegrino, llevó cada detalle al original. Tuvimos un debate sobre el color de la fachada. Queríamos un color más claro y él nos dijo: ‘Pero no es el color original’. No sé por qué proceso químico llegó al color original y es el que ven. Así fue la casa cuando la terminaron de construir”. Un verdadero viaje en el tiempo.
La tecnología del siglo XXI también irrumpe en los salones construídos hace más de un siglo a través del sistema de recirculación del aire para controlar la temperatura del lugar y también en la iluminación, con luces que pueden variar su intensidad, e incluso cambiar sus colores.
Las aberturas del lugar, todas amplias, con madera blanca -o dorada- y grandes cristales, estaban incompletas: “Cuando llegamos faltaban herrajes -cuenta Escudero-. Es que en un momento la casa estuvo tomada. Se robaron todos los bronces, hubo que reproducirlos. Solo quedó un herraje y medio en toda la casa, que se reprodujo al cien por ciento y hoy lo que van a ver son reproducciones del original”.
“Nuestra idea fue poner a édition privée dentro de un hito arquitectónico porteño”, dice a LA NACION Marcela Naón, quien está a cargo de la dirección creativa de la marca y la conceptualización del proyecto. “La idea es poner tu ADN en lugares clásicos, de manera que se construya una marca, una identidad, que en nuestro caso tiene que ver con traer un nuevo segmento de fragancias en lo que se denomina la alta perfumería, o perfumería de autor”.
Pero más allá de este presente de la mansión, lo notable es que ella se haya mantenido en pie en una Buenos Aires siempre cambiante, durante más de 115 años. Hoy, gracias a su renacimiento edilicio, se encuentra tan esplendorosa como el día de su inauguración. Y en su interior se combina el aroma de la belle époque porteña con las fragancias más sofisticadas del mundo. Un combo irresistible.
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