Fue en la mañana del 8 de marzo que Malena Blanco recibió una noticia que la obligó a cambiar de planes. Un camión con cerdos proveniente de Santa Fe que se dirigía al Matadero de la localidad de Moreno, en la provincia de Buenos Aires, había volcado en la Autovía 6, a la altura del barrio San Jorge en Cardales. Aunque con heridas menores, mientras el conductor del vehículo -que aparentemente se había quedado dormido y desviado su trayecto- era asistido y trasladado al hospital más cercano, 380 cerdos yacían atrapados unos sobre otros en las jaulas donde habían sido confinados hacia su destino final.
Algunos ya habían muerto, otros agonizaban aplastados y los pocos luchaban por sus vidas. Hacía más de 10 horas que se encontraban en esa situación. "Cuando llegamos con Fede, estacionamos del otro lado de la ruta ya que el accidente había ocasionado un tráfico imposible en esa mano. Bajé del auto, crucé corriendo y, sin darme cuenta, entré en el infierno. Lo primero que vi fue una horda de hombres que esperaban con machetes y cuchillos a que los policías y bomberos los dejaran pasar para llevarse a los animales que quedaban en el camión volcado. Buscaban a los del piso de abajo, porque a los de arriba ya se los habían llevado a todos, hasta muchos los habían faenado en ese mismo lugar. Los charcos de sangre eran la evidencia más certera", relata Malena, creativa publicitaria y co-fundadora de Voicot, movimiento por los derechos de los animales.
Detrás de los gritos humanos que clamaban por los cerdos, otros gritos de dolor, que pedían ayuda, punzaban los oídos de Malena y la empujaban a la acción. "Lo que vimos ese día fue inolvidable. Algunos hombres enroscaban una soga de acero el hocico de los animales vivos para obligarlos a caminar por entre los demás. Los cerdos gritaban de dolor, era un grito desesperante, agudo. Y después de someterlos a esa tortura, los hacían subir una rampa y meterse en una camioneta, todos apretujados, vivos, jadeando, reflejando el horror que le causábamos en sus miradas. Todos arriba de vehículos que los llevarían otra vez al matadero, en donde serían asesinados".
Pero no bajaron los brazos. Junto a Federico Callegari, compañero en el activismo y en los rescates, una insistencia sostenida al encargado de la policía y al encargado de la ganadera fue creo yo, finalmente surtió efecto positivo en la percepción de la gente y compadeció a las personas que hicieron posible el rescate. Es que Malena no paraba de repetir en voz alta que se encontraban ahí por los demás animales, que los veterinarios estaban esperando para ver a los animales. Le hablaba a los bomberos, a los policías, a los gauchos que se habían acercado a ayudar. Y pedía con lágrimas en los ojos que le entregaran un animal porque ese cerdo iba a vivir libre, iba a tener la posibilidad de una vida digna.
"Ok, ¿te querés llevar algún animal? Vení", le dijo conmovido finalmente el jefe de policía. Sucedió todo en cuestión de segundos. Federico acercó el auto y lo estacionó con la puerta abierta frente a la camioneta que tenía a los animales que iban a ir al matadero. "¿Te lo tiro ahí?" preguntó uno de los hombres. "Sí, le dije antes de que terminara de preguntar. Y agarró uno, lo levanto y lo tiró en la parte trasera del auto. "¿Querés otro más?" volvió a preguntar. ¡Si!, volví a responder, mientras el ganadero se negaba con la cabeza y con las palabras. Pero nos miramos con el señor y le asentí y agarró otro y lo tiró adentro y cerró la puerta. Y así terminamos, con dos chanchos adentro del auto, viendo dónde llevarlos".
Resultaron ser un macho y una hembra. Oscar tenía una pata lastimada y caminaba con dolor. Cielo, por su parte, evidenciaba una tos crónica, típica del confinamiento. Y así, una vez que el veterinario los revisó y realizó los primeros auxilios, los cerdos viajaron a su nuevo destino: el Refugio Los Salvajes, en City Bell. Tienen tan solo 6 meses y no se separan jamás.
Duermen casi todo el día, algo común en los cerdos. "Cuando los veo, no se me ocurre cómo podemos ser capaces de generarle tanto dolor a animales de otras especies, y menos aún puedo entender cómo lo justificamos con excusas que la ciencia ha derribado. No necesitamos comer animales para vivir, basta. La matanza de los demás animales tiene que ser un tema del pasado, nada tiene que ver con un mundo del futuro, un mundo que no se puede sostener si no se construye sobre las bases de la empatía", concluye.
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