Al Estanciero le faltaban billetes y el tablero estaba roto. El tutti frutti ya no tenía gracia y sabías todas las respuestas del Cerebro Mágico. Los fines de semana, cuando jugaban padres, tíos, primos, tu hermana y vos, se había impuesto el "dígalo con mímica". Un sábado de lluvia, como consecuencia natural, alguien se apareció con el Pictionary. Corría 1988, te acordás porque estabas en sexto grado. Al principio no te gustó, era más complicado que hablar con morisquetas. Había que dibujar personajes y lugares que tal vez no conocías, o acciones como "sudar" o "desenvolver". Y encima estaban las palabras difíciles: "marfil", "denso", "barato". Años después, en un capítulo de Los Simpson, el padre de Milhouse se enojaba con su mujer porque ella no comprendía que el trazo deforme significaba "dignidad".
Hoy es un meme y te reís, pero en su momento sufriste como el dibujito animado. Por algún motivo, las reuniones familiares se hicieron menos frecuentes. El juego cayó en el olvido. Recobró vitalidad cuando te dejaron armar juntadas con chicos y chicas del secundario. Un día confeccionaste tarjetas caseras y todos jugaron un Pictionary de partes del cuerpo y escatologías varias. En la siguiente reunión se armó el Pictionary por prendas. Tu vieja llegó cuando una de las pibas estaba en corpiño. Se pudrió todo. Ahora salió la versión para celulares. Pero en Estados Unidos alguien patentó "Over the line", un Pictionary para adultos. Lo vende a U$S25. Te dormiste. Vos lo inventaste primero.