En 1989 ya no estabas para programas infantiles. Acababas de entrar al secundario, tu mundo había cambiado. Sin embargo, con la excusa de tu hermanito, todas las tardes te prendías a la pantalla de canal 11 (todavía no era Telefe) para ver La ola verde, el programa de tu enamorada, tu sueño imposible, tu enfermedad. Flavia Palmiero fue un furor desde el primer día en que la viste aparecer, en el 86. En ese momento no sabías qué te atraía de ella. ¿Eran su alegría, su sonrisa, su tono de maestra, sus charlas con el Señor Televisor, la canción de Donald según la cual "en el verde está el futuro de la humanidad"? En el 89 hubo un sacudón. Vos creciste y comenzaste a ver a Flavia de otra manera, justo cuando ella dejó los joggings abuchonados (como el que luce en la tapa de este VHS) y empezó a vestirse con trajes de fantasía y, más tarde, como mujer real, con prendas parecidas a las de la calle. Además, Flavia estaba más suelta, más libre, se permitía jugar con Grock, el recolector de estrellas y con Los Lubitos (Lubi y Pinta). Hasta disfrutaba los chivos, como el sorteo de la bicicleta de chicles Bazooka o el concurso de dibujo de Bic.
Saludaba a la tribuna repleta de guardapolvos y uniformes, se revolcaba entre miles de cartas, hacía notas en exteriores y muchas cosas más. Aparte, en el 89 hubo un cambio de ritmo. Cris Morena le puso su sello a "El nombre de una tarde feliz", la cortina más pegadiza, más acorde a la nueva década que estaba por explotar. Y, entonces, justo en el 90, Flavia pegó el salto a canal 9 con La ola está de fiesta, y vos ahí la seguiste muy poco. Sufrías. Tanta belleza te hacía mal. Te quiero, Flavia.
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