Team Ratas es una fundación sin fines de lucro; su creadora, Dominique Verdier, llegó a tener hasta 200 roedores “en tránsito” en su departamento.
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Dominique Verdier tenía 22 y estudiaba arquitectura cuando se involucró “casi por casualidad”, como admite ella, con el rescate de roedores utilizados para la experimentación científica. Era 2016. Una amiga le comentó, al pasar, que en el laboratorio donde trabajaba había dos ratas que ya no iban a ser necesitadas para nuevos estudios. “Yo no tenía nada que ver con el tema, pero me gustaban mucho los animales. Decidí recibirlos en mi casa porque me daba pena que los eutanasiaran”, recuerda la joven, de ahora 28, desde su departamento, que hoy funciona como hogar de tránsito de 31 roedores.
No les puso nombre; no quería encariñarse. Vivía con sus padres, que no estaban cómodos con el hecho de tener animales en la casa. Por eso, ella decidió mantenerlos enjaulados en su cuarto, y de manera transitoria. Cuando los publicó en Facebook para conseguirles un nuevo hogar, la cantidad de respuestas la sorprendieron. “Recibí más de 50 mails”, recuerda. Era tanta la demanda que decidió contactar a científicos de otros laboratorios para preguntarles si tenían más ratones y ratas que ya no necesitaran.
“Enseguida me empezaron a dar. A los tres meses, me entregaron una camada de 28. Siempre que rescataba nuevos animales, los entraba a casa en cajas y los llevaba directo a mi habitación para no molestar a mis papás. Los adoptaban rápido”, cuenta Verdier. Al tiempo, los roedores que le facilitaban los distintos laboratorios se fueron multiplicando y, a la vez, aparecieron otros jóvenes que se ofrecieron como familias transitorias.
Hoy, cuatro años después, Team Ratas, la organización sin fines de lucro que fundó Verdier para masificar su trabajo, tiene 15 hogares de tránsito, más de 4000 animales que ya fueron dados en adopción y 26.300 seguidores en Instagram. La idea detrás de la iniciativa es darle una “segunda oportunidad” a los roedores que nacieron en cautiverio y fueron utilizados como reactivos biológicos en protocolos experimentales, explica la joven pionera. Además de albergar ratas de manera temporal, ella y su pareja tienen en su departamento de dos ambientes, en Villa Crespo, un perro rescatado de la calle y dos palomas incapaces de volar.
“Tenemos contactos en unos cuatro laboratorios que nos avisan cuando hay animalitos que ya no van a usar y nos dejan llevarlos -explica-. En general, los que nos dan son los que no fueron testeados o los que ya consideran de descarte, o porque son adultos o porque ya los utilizaron para alguna prueba que no fue lo suficientemente agresiva como para que sea necesario eutanasiarlos”. Los animales que reciben no son portadores de ninguna enfermedad, suma.
“En general, nadie respeta a estos animales, nadie conoce cómo son. Las ratas, por ejemplo, son super sociables. Les encanta interactuar, son muy curiosas e inteligentes. Mucha gente que adoptó alguna dice que son como mini perros, que son más simpáticas que los gatos”, destaca Verdier.
Actualmente, Team Ratas tiene 400 roedores en tránsito. El proceso de adopción se ha ralentizado. Antes, cuando la cantidad de ratones y ratas disponibles era menor, los roedores pasaban menos de un mes en las casas transitorias. Pero en el último tiempo, los rescates de animales han aumentado, por lo que se ha hecho mucho más difícil encontrarles una familia a todos, y es común que pasen un año en un hogar temporal.
Verdier y los otros 14 jóvenes que cuidan de estos animales de manera provisoria reciben, a través de la organización, donaciones que sirven para mantenerlos. “Cada uno de nosotros tiene su propio trabajo. Yo tengo un vivero boutique”, cuenta la fundadora de la organización.
Adoptar ratones
Camila Varela creó una cuenta de Instagram dedicada a sus seis ratonas y sus tres ratas. “Amo tenerlas, me encantan. Son parte de nuestra familia”, cuenta la joven, de 23 años, que vive con su novio en un departamento, en Avellaneda. “Estos animales están muy estigmatizados. Al principio, cuando mis amigos venían a casa y los veían, decían: ¡Ay que asco! Ahora llegan y los van a buscar, les quieren dar de comer”, comenta.
Varela, acompañante terapéutica y estudiante de psicología, adoptó a su primer roedor por pena. Su cuñado tenía una serpiente, que era alimentada con pequeños animales vivos. En una ocasión, le introdujeron en la pecera una ratona, pero por algún motivo el reptil no la quiso comer. “¿La querés? No sabemos qué hacer”, le preguntó por teléfono su hermana a Varela. Ella aceptó, sin saber nada sobre roedores.
“La llamé Arenita. Cuando llegó a casa, me puse a investigar y me enteré que los ratones son gregarios, necesitan vivir en comunidad. Así que contacté a Team Ratas y adopté dos más. Eran tres en total. No pasó ni un mes y adopté otras dos más, y seguí sumando. ¡Terminé teniendo 10!”, detalla. Las primeras ratonas que adoptó murieron y ahora tiene seis. En otra jaula, hace tres meses, colocó su nueva incorporación: tres ratas machos.
En general, los roedores provenientes de laboratorios -la gran mayoría albinos- no viven más de dos o tres años, precisa Verdier. Según la joven, su expectativa de vida es igual a la de las ratas y ratones salvajes.
A diferencia de los animales silvestres, los que nacen en bioterios y crecen en laboratorios no pueden vivir sin una familia humana que los proteja. “Nacieron en cautiverio. Por eso, lamentablemente no se pueden adaptar a la vida salvaje. Además, como las ratas y los ratones albinos son especies que fueron alterados genéticamente, no tienen un hábitat natural”, explica Verdier, que en los últimos años se ha puesto a investigar sobre estos animales.
“Aprenden a trepar en nuestras casas. En el laboratorio no tienen lugar. Al principio, cuando los rescatamos, tienen miedo: los sacás de la jaula y no saben qué hacer. Tampoco saben buscar comida ni dar grandes saltos”, detalla la fundadora de Team Ratas. Varela destaca lo mismo: “Fui viendo como empezaban a tener conductas más instintivas, más propias del animal que son”.
Ella estaba soltera cuando adoptó a las primeras ratonas. La situación se complicó cuando conoció a su novio, a quien al principio no le gustaba tenerlas cerca. Sin embargo, con el tiempo se encariñó y cuando se mudaron juntos estuvo dispuesto a agrandar la familia roedora. “Hoy, la adopción es un proyecto de los dos”, cuenta Varela.
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