La publicación no tenía mayores especificaciones ni detalles. Se buscaban actores y actrices de habla hispana para una serie de televisión sueca. La encontró casi de casualidad su amigo mientras navegaba en Facebook y pasaba el rato en la pensión donde vivían en ese momento: españoles, polacos, rumanos, keniatas, italianos, chilenos y argentinos, todos estaban en la misma búsqueda. Cambiar su situación laboral para poder acceder a una mejor calidad de vida.
De todos los que allí estaban, Matías Reyero era el candidato que cumplía con los requisitos para ese puesto. Sin nada que perder, puso manos a la obra y se dispuso a filmar un video de presentación de un minuto. Lo hizo en la habitación de 3x3 mientras tomaba mate, con la ayuda de algunos amigos y compatriotas que vivían en otros cuartos. Había llegado hacía poco a Dinamarca. Y esa pensión, en su caso como en la de tantos otros argentinos en condiciones similares, era el primer paso que daba en Copenhague. "A pesar de su precio elevado (la renta en Dinamarca en general es cara) y las incomodidades lógicas -en la bañera lavábamos los platos, la ropa y además nos bañábamos; en las gruesas tuberías hirviendo atábamos la ropa para secarla; todo transcurría en el recorrido de tres pasos- lo lindo de ese lugar eran los lazos de solidaridad que se generaban entre los sudamericanos. Puertas abiertas en los pasillos, juegos de mesa para pasar el tiempo, ayuda para la búsqueda de laburo, consejos y mucho apoyo mutuo".
Había viajado y llegado con la idea de forzar el encuentro con sus propias limitaciones pero pronto entendió que las costumbres y nuestra historia habían dejado una fuerte huella en él. "Los sudamericanos tendemos a agruparnos porque sentimos afinidad. Viajando también te das cuenta de que siempre hay alguien dispuesto ayudarte. Luego de dos meses de haber hecho ese video, coronavirus mediante, pensé que todo había quedado en la nada pero me llamaron de la productora diciéndome que era uno de los cuatro preseleccionados para el rol protagónico masculino y que me esperaban en Malmö para hacer un casting presencial con la protagonista sueca".
Borrachera y un sueño hecho realidad
Hijo de una trabajadora social, Matías Reyero se crió en La Plata, en el barrio La Loma. "Mi mamá fue mi madre, padre y tutora hasta mis 12 años cuando conoció al gordo Gabriel que me adoptó y me empezó a llevar a la cancha del Lobo; una excelente jugada en la que se ganó mi corazón y probablemente el de mi vieja". Fue a la escuela pública, estudió periodismo en la Universidad Nacional de La Plata y en simultáneo entró a jugar en el seleccionado de fútbol de esa casa de estudios.
En 2017 estaba trabajando en la recepción de un gimnasio, renunció y se fue a recorrer Europa con diez amigos durante un mes. Cuando volvió, apareció la posibilidad de una entrevista laboral para una empresa de electrodomésticos. Obtuvo el empleo y empezó a trabajar en el sector administrativo apenas iniciado 2018. Colaboraba con el trabajo del gerente de compras y actualizaba los listados de precios de venta que llevaban los proveedores. "En mi escritorio había puesto una foto de un paisaje y cuando no había nada para hacer me ponía a imaginar. Estaba bastante distanciado de mi carrera y eso me generaba un conflicto interno".
En la semana trabajaba en la oficina y los fines de semana ocupaba su tiempo como fotógrafo en casamientos y cumpleaños. "2019 fue un año increíble para mí: una charla de borrachos en un bar con mi mejor amigo del colegio Normal 3, Rafael Rodríguez Molina, el Rafi, desencadenó en la idea de salir a recorrer Sudamérica. En marzo rendí la tesis, me recibí y comenzamos el viaje".
Fue una experiencia que forjó su carácter y entonces decidió ir por más. Con la idea de aprender inglés, vivir en una cultura nueva y disponer de más tiempo para escribir, comenzó a evaluar la posibilidad de viajar nuevamente. Y Dinamarca apareció como una opción segura y tentadora.
Vida danesa
"Dinamarca es un país caro y tiene algunos aspectos burocráticos que hacen que en un inicio cueste ingresar a la rueda laboral (un mes como mínimo) pero después el trabajo aparece y se gana bien". Una de las mayores adversidades es el clima, principalmente por el viento frío que oscila entre los 20 y 30 km/h diarios. En esta época del año amanece cerca de las 8:30, el cielo se pone gris y así sigue hasta las 16 cuando oscurece completamente. "Cuando hay suerte y el sol aparece, lo hace escondido entre muchas nubes durante algunos hermosos y efímeros minutos. Aprendés a valorar al sol. En el verano tuvimos unos diez días de sol pleno, días de 27 grados que se estiraban hasta las 23, parlantes en los puentes y gente bailando, mucho movimiento en las calles, éxodo a las playas y canales. Luego de esos maravillosos días volvieron las lluvias y la oscuridad decorada con las fachadas coloridas y la estética de las construcciones danesas".
En el transcurso de esos meses Matías consiguió trabajo como repartidor y los amigos con los que había viajado hicieron lo propio en la construcción, por lo que pudieron mudarse de la pensión a un departamento más grande, para cinco personas casi por el mismo precio. "Lo cierto es que el grueso de los sudamericanos laburamos en el reparto de comida, la construcción, la atención al público, el servicio de limpieza, los depósitos o como lava copas. Si te alejás un poco de la ciudad, también hay laburos en las granjas y cosechas. En esos trabajos se puede ganar entre 15 y 25 mil coronas mensuales, que alcanzan para pagar un alquiler conjunto y ahorrar, si llevás una vida sin grandes lujos".
Viajar con sus amigos Nicolás Maitini, Guido Marchetti, Roque Di Benedetto y Natalia Pachkevitch fue como llevar una familia ambulante. "Estar lejos de los queridos no es fácil y venir con los chicos hizo todo más sencillo, porque estar con ellos es un poco como estar en Argentina; en nuestra casa hay siempre un mate listo".
¿Ficción o realidad?
Hacer el casting presencial en Malmö implicó que Matías se trasladara a ese lugar y obtuviera el protagónico masculino. Pasó un mes viviendo en una cabaña de un asentamiento vikingo en Foteviken, al sur de Suecia, provincia de Höllviken. "Estaba a metros del mar y se veía en el horizonte el puente que une Dinamarca con Suecia. El rodaje fue una experiencia increíble, la producción (todos suecos) era muy profesional y amable. En los cortes me divertía cantando canciones de Gimnasia (club que llevo en mi corazón) que la producción no entendía pero yo me encargaba luego de informarlos con lujo de detalle. Mi felicidad en ese momento era tanta que salía a correr para liberar un poco la energía. Al principio me costaba creer que era cierto todo lo que estaba viviendo. Si bien había actuado en mi ciudad haciendo teatro y stand-up, fue la primera experiencia que tuve frente a una cámara y ver cómo funciona la producción de una serie desde adentro es algo que no se me va a borrar en mi vida".
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