Remate
Cinco últimas ideas antes del final
En un sitio de datos curiosos leo que se fabrican 33 millones de botellas de vino por día (o sea, unas 12 mil millones por año). Claro, no siempre fue así. En otros tiempos, el envase se consideraba un objeto de artesanía de altísimo valor. Sólo en 1821 el vidrio se empezó a usar como receptáculo de la sangre de Cristo: antes, barro o cerámica. Aprendo también que el tubo de 1,5 litros se llama Magnum, el de 3 litros se denomina Jeroboam, el de 6 litros se bautiza Matusalem y el de 15 litros se designa Nabucodonosor. Santé.
En el modesto aeropuerto de Asunción un arpista toca, muy manso, Recuerdos de Ypacarai –visité el lago que evoca la guarania de Zulema de Mirkin y Demetrio Ortiz y que revitalizó Caetano: no, no es azul, ¿pero qué más da?–, y la vendedora de artesanías (compro seis gallinitas de la suerte que regalé a consciencia: hay que amar o amar los amuletos paganos) se llama Leona. ¡Leona! Pues bien, Leona y su suave canto tratan de que compre una camisa ao poi, pero no lo consigue porque sobra por todos lados.
Llegan pocos e-mails interesantes. Respaldo el decreto con una estadística: el 97% de todos los emilios que se mandan por día son spam. Una epístola virtual de Erre Erre me deja pensando: “En Manantiales, recuerdo a Drummond: Extranjero aquí como en todas partes. El mar sin cuerpo, la noche sin bar, el día absoluto. Me imito y no acampo en ningún lado, todo me excede. El tiempo: una reserva inabarcable; el espacio, una bóveda ultramontana; en fin, el ser y la nada. Un beso en la oscuridad. Abrazo oriental”.
“A enemigo que huye, puente de plata”, dice el caballero de boina, barba candado y rompevientos a sus amigos en Naná (el del Paseo de la Infanta: qué bien se come ahí). Me quedo pensando en la frase. La googleo, descubro que es autoría del político y militar castellano Gonzalo Fernández de Córdoba –alias Gran Capitán y conquistador de Nápoles, nacido en 1453, muerto en 1515– y que se lee en Don Quijote. La expresión se usaba en los campos de batalla como mandato para facilitar la huida del competidor vencido.
Indico firmemente y sin ambages que lean a Harry Mathews, la pata yanqui de Oulipo. Léanlo: “Sabés que no te perdiste en ningún momento: no hubo ningún mecanismo de consuelo, ningún descanso o revitalización. Estuviste presente todo el tiempo y tomaste conciencia, nuevamente, de que no hay adonde ir salvo el lugar en el que estás, y ese lugar, que cambia segundo a segundo, no es más pequeño que el universo. ¿Te parece demasiado grande? Inventá uno nuevo. En cualquiera de los casos, será todo tuyo”.