Remate
Cinco últimas ideas antes del final
1
En tren de ponerme a hablar de cualquier cosa, está esa linda anécdota de Messner, Reinhold Messner. El célebre alpinista austríaco conquistó en solitario y sin ayuda de oxígeno la cima del Everest el 20 de agosto 1980 y ahí arriba –8848 metros, charlan aviones– se plantó feliz durante tres cuartos de hora. ¿Qué habrá mirado, cómo habrá mirado lo que miraba, quién lo miró a él? Al bajar, lo esperaba una periodista que moría por saber sus sensaciones. “¿Sensaciones?”, preguntó él, “estoy tremendamente agotado”.
2
En un papelito rugoso, desmigajado por el lavarropas, descubro algunas ideas para remates que me da fiaca escribir y que, por lo tanto, apelmazo ahora. Hablar de: 1) los bocinazos en los peajes; 2) los fósforos que misteriosamente vuelven, quemados, a la caja; 3) viajar con mi almohada; 4) la ciudad sueca en la que los locales comerciales abren de 22 a 4; 5) la palabra Maelstrom; 6) las contraseñas y sus paranoicas combinaciones; 7) la historia del zapallo coreanito; 8) la serie de Louis CK (pero no veo más series).
3
El doodle (inglés para garabato, gran palabra) de Google –esto, que parece un poema de Lewis Carroll, es lo que hace el tanque de Internet con su logo– me propone la imagen de una mujer con una suerte de poncho que le cae por los hombros. Es atractiva y tiene las manos en alto. Pocas veces me interesa el doodle. Se trata de Yma Sumac, pseudónimo de Zoila Emperatriz Chávarri del Castillo, única peruana en tener su nombre estampillado en el Paseo de la Fama de Hollywood. Era una bizarra mezzo que cantaba como las aves.
4
Una viuda rica se hace llevar por su chofer hasta la intersección de dos rutas provinciales. Baja en medio del runrún y les hace dedo a los camiones para que la levanten. Algunos camioneros le parecen demasiado prolijos; otros, demasiado desprolijos. Estos últimos son los que prefiere, sucios y barbudos como si la terquedad del tiempo se hubiera empecinado con ellos. La mujer se entrega a la pasión hasta que dice basta en el cruce de otras rutas, donde la espera su chofer, el hombre más leal de su vida.
5
Tengo la sensación de que vivimos sobre mucho olvido, olvido viejo que nos trajo hasta acá con pretensiones demasiado europeizantes y allá quedó nuestra conciencia expandida: vientre materno y primates. Anduve todo el día escuchando chamamé, música que venero. Cuando la escucho, algo atávico me liga a ella, algo del año del pedo que me remueve –la música tiene eso de inexplicable– raíces de antaño. Conviértanse en vuestra propia isla y escuchen La calandria, de Isaco. Sus notas “son de panal”, dice el Chango Spasiuk.