Remate
Cinco últimas ideas antes del final
1
Me invitan a comer tres amigas de ochentaylargos. Son un trío fabuloso. Una de ellas toma Coca-Cola, otra champagne bien frappé y la última, al tiempo que saca de la carterita los audífonos y se los pone como si fueran aros, empina su tintito. Es ella, culo inquieto como yo, quien me cuenta que en una iglesia diminuta de Portugal el cura desenterró a los muertos del pequeño cementerio contiguo y con los fémures –¡con los fémures!– escribió en la pared: “A veces, cuando me detengo, es cuando más adelanto”.
2
Pactamos encontrarnos en la estación de Montparnasse. Los locos –uno, sommelier; el otro, cocinero– llegaron con una bolsa rebosante de baguettes, quesos, vinos y postres. Para maniobrar, un cuchillo Opinel y un destapador. El trayecto: París-Bordeaux. El tren flota por la campiña mientras nosotros Rocamadour, Saint Félicien y Papillon sobre pan crocante y sorbos felices de Beaujolais, después éclairs de otro mundo. El broche: chupitos de whisky Yamazaki, el mismo que publicitaba Bill Murray en Perdidos en Tokio.
3
Un posible despertar. La alarma suena a las 8, mi inconsciente la pospone hasta que vuelve a sonar. Ahora sí. Desperezarse. Ah. Manoteo el teléfono. Miro el tiempo. Lluvia. Trece e-mails, borro nueve. El Instagram, el newsletter de Austin Kleon. Hoy, diarios no. Abro las persianas. Meo, me cepillo los dientes, me ducho: inefable trío. Perdón, antes la música. Fleetwood Mac al taco. Un vaso de agua. La bocina del 132, que aprendí a querer. Ropa rápida, frutas rápidas, café rápido, tostadas rápidas. Hoy, velocidad sí. Un despertar posible.
4
Un posible despertar. La alarma suena a las 8, mi inconsciente la pospone hasta que vuelve a sonar. Ahora sí. Desperezarse. Ah. Manoteo el teléfono. Miro el tiempo. Lluvia. Trece e-mails, borro nueve. El Instagram, el newsletter de Austin Kleon. Hoy, diarios no. Abro las persianas. Meo, me cepillo los dientes, me ducho: inefable trío. Perdón, antes la música. Fleetwood Mac al taco. Un vaso de agua. La bocina del 132, que aprendí a querer. Ropa rápida, frutas rápidas, café rápido, tostadas rápidas. Hoy, velocidad sí. Un despertar posible.
5
No sé si les pasará, pero a veces, cuando uso anteojos negros y el sol me pega de lleno en la trucha, veo mis ojos reflejados en la parte interna de la lente. Me produce cierto vértigo la visión tan ensimismada de mí en las pupilas, esa cosa lubricada que se mueve como por instinto asesino tal vez porque ahí dentro siempre es verdaderamente tenebroso. También veo, magnificadas, cientos de arrugas y arruguitas que me devuelven el paso del tiempo, algunas cejas quebradas, el engañoso esfuerzo de los párpados.