La Casa de los Limoneros
Alejándose un poco del casco histórico de Colonia , los terrenos ondulados, las casas quedadas en el tiempo, la paz de la campiña y la orilla de río tentaron a muchos uruguayos y extranjeros a armar sus casas de fin de semana. Este fue también el caso de Mario y Sergio, que descubrieron este apacible lugar y comenzaron a construir su propio refugio.
El proyecto debía ser sustentable, para generar la menor cantidad de gastos posible. En ese entonces, el Gobierno reducía los impuestos si el terreno se destinaba a la explotación agropecuaria. Decidieron probar suerte con una plantación de limoneros, al ver que crecían bien en campos vecinos.
En 2001 se comenzó con la casa y la plantación al mismo tiempo. La explotación de limones no resultó un negocio de exportación, pero terminaron siendo la identidad del lugar. La laguna que ocupa gran parte del jardín trasero surgió porque buscaban hacer un reservorio de agua, algo muy común en el Uruguay. "Nos gustó y ahí quedó; es fascinante ver las garzas y cigüeñas que viene a tener sus pichones aquí. También hay un martín pescador que nos visita todos los días a la misma hora". Fueron aprendiendo a través de la observación del pequeño ecosistema que genera el agua. Hace cuatro años, sumaron peces y una amapola acuática, que hoy es un tapiz de flores.
Si nos preguntan qué actividades hay, les contestamos: ninguna. No hay siquiera televisión. Lo que queremos es que el huésped se sienta como en su casa"
La casa está rodeada de un jardín mágico, con sombras, sonidos, perfumes, texturas. Tiene una gran pileta casi inmersa entre los limones, que despiden su perfume y su color.
La casa de fin de semana se transformó luego en una exclusiva posada que recibe huéspedes que quieran animarse a estar en contacto con la naturaleza y frenar el ritmo. "Si nos preguntan qué actividades hay, les contestamos: ninguna. No hay siquiera televisión. Lo que queremos es que el huésped se sienta como en su casa, de hecho es nuestro living, nuestra cocina y comedor que se comparten con todos". Posee siete habitaciones y un restaurante para los que allí se alojan. Las sopas, ensaladas, pescados, bebidas, todo lleva jugo o ralladura de limón, que además tiene gran cantidad de propiedades y vitaminas. Próximamente tendrán su propio limoncello –licor típico de Italia– y mermeladas de esta fruta.
La novedad es un quincho que comenzaron a alquilar para casamientos. También en medio de los limoneros armaron un espacio de arte con techo de quincha y chapa, adonde invitan a artistas a quedarse unos días. Leer un libro, descansar, caminar es la premisa. Es turismo de río en una casa privada, con todas las comodidades de un hotel atendido por sus propios dueños.
La Paciencia
Chapa y madera, encanto patagónico y de hogar. Un pequeño jardín delantero parece anunciar un cottage garden inglés y dan ganas de hacerse un ramito antes de entrar en la casa. Llegar a La Paciencia es desconectarse de lo cotidiano y conectarse con el proceso de la tierra, de la naturaleza, al ritmo de un día diferente que lleva a reconectarse con la esencia más primitiva.
La chacra está rodeada de bosque nativo, algo que la hizo única en su momento y sigue siendo uno de los mayores atractivos de la experiencia de huésped. "Era la casita de una pobladora, de ella rescatamos el techo de tejuelas y optamos por construir la casa en el mismo lugar, por algo fue el sitio elegido", cuenta Ana Goñi, anfitriona. También instalaron flowforms que y se usan para purificar el agua y dinamizar con los preparados Biodinámicos. Un baño seco se complementa con antiguos gallineros simplemente transformados para voluntarios y pasantes que llegan a través de WWoofing (red de intercambio de voluntarios en granjas orgánicas sustentables).
La chacra está rodeada de bosque nativo, algo que la hizo única en su momento y sigue siendo uno de los mayores atractivos de la experiencia de huésped.
El objetivo, utópico quizá, es lograr la autosuficiencia. Para esto, allí se ordeña, se elaboran quesos, ghee (manteca clarificada), panes, dulces, conservas y se aprovecha todo lo que la huerta proporciona. Hay pequeñas parcelas de trigo, centeno, avena y pródigos frutales que cada año dan su fruta para transformarse luego en postres, jugos o mermeladas que el huésped disfruta en meriendas y desayunos caserísimos.
Al ritmo de su dueña y de la gente que allí trabaja incansablemente, cada actividad es una lección que vale la pena presenciar porque incluso los huéspedes pueden ver de cerca el ordeñe, la producción de quesos, de dulces, los frutales, las gallinas, la huerta y el compost. Acompaña a realizar las tareas y consume lo producido. Pero también recibe a aquellos que sólo desean una estadía mansa, perdiéndose entre la flora patagónica, descansando inmersos en la naturaleza, a otro ritmo, casi sin espacio ni tiempo.
La Vigna
Ubicada en el departamento de Colonia, esta posada de campo nació al ritmo y estilo de la familia que la creó. Un refugio que conjuga constantemente el agro y el arte, el diseño sofisticado y lo artesanal. Lucila Provvidente y Agustín Battellini son argentinos, pero hace más de 15 años decidieron instalarse en Colonia Valdense, Uruguay, una ciudad de inmigrantes italianos y franceses que, como ellos, les dan gran importancia a las plantas y el jardín. Ambos son artistas, miembros del movimiento internacional Slow Food y defensores de la gastronomía regional con sus tradiciones, sus productos y métodos de cultivo.
En el año 2003 abrieron las puertas de La Vigna. Lo que antes fuera una casa de campo y bodega pertenecientes a una familia de inmigrantes piamonteses dedicados a la elaboración de vinos, hoy es una exclusiva posada de campo que aún mantiene su historia.
La Vigna está inmersa en 35 hectáreas ecológicas (con certificación orgánica), rodeada de cientos de árboles frutales, bosques y tajamares con sus cuidados ecosistemas. Con la premisa de respetar los tiempos de la naturaleza, fueron dibujando el entorno, diseñando jardines y paisajes naturales con plantas autóctonas y preservando espacios silvestres. Basaron sus diseños en el trabajo y los conceptos del prestigioso paisajista inglés John Brookes, utilizando materiales naturales y elementos orgánicos que se relacionan con el entorno, con la arquitectura y el estilo de vida de la familia.
En sus tierras también conviven animales de granja con fauna autóctona silvestre, chacritas de gente que se sintió "parte" y construyó sus casas para sumar a un concepto global de naturaleza y eco lifestyle, un taller de arte y arquitectura, un bistró, un pequeño spa, una boutique de lanas naturales del propio rebaño, el tambo y su la quesería, además de una gran huerta.
En su fábrica de quesos de oveja (de la raza Milchschaf), realizan 20 piezas por vez, dos o tres veces por semana, en forma artesanal. De a poco fueron estudiando este tipo de quesos, su producción, las razas más aptas; y –con logros y equivocaciones– sus quesos manchego y pecorino ya son conocidos en todo Uruguay y muy buscados.
Debajo del logo de la posada, se aclara: Eco Lifestyle. Es decir, en cada una de sus propuestas productivas priorizan el medio ambiente y la naturaleza con sus ciclos y su biodiversidad. Y, también, un estilo de vida.
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