En Argentina quedaron desempleados y emigraron a las Islas Canarias en busca de una mejor calidad de vida; hoy la pandemia y la nostalgia ponen en duda dónde quieren vivir.
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“La pandemia trastocó los planes de todos”, expresa el argentino Daniel Iriondo, con tristeza. “Aquí estuvimos paralizados desde su inicio hasta ahora. ¡Canarias vive del turismo y este desapareció! Es muy triste ver ciudades convertidas en fantasmas. Hoteles, restaurantes y comercios cerrados, algunos de manera temporal y otros para siempre. En nuestro caso supimos salir adelante con un emprendimiento y vivir de ello”.
A pesar de sobrellevar bien la tormenta, en pocas semanas Daniel y su mujer, Julieta Acosta, emprenderán el regreso a la Argentina, sin pasaje de vuelta. A su tierra de origen retornan con la esperanza de que algo cambie y no se sientan nuevamente expulsados hacia España, el país de sus antepasados, donde tienen residencia.
La parálisis causada por el Covid y la imposibilidad de viajar para ver a sus seres queridos - padres mayores, hijos ya adultos y nietos- los afectó demasiado. “Volvemos sin plazos. Seguramente pasaremos las fiestas en Argentina, veremos cómo nos sentimos y observaremos si el país continúa encaminado hacia un túnel sin salida o si elige imitar a los países prósperos, ser humilde, dejar la corrupción y ese perverso deseo de mantener un pueblo sin educación a fin de manipularlo, y, finalmente, crecer”, explica. “Pero, la verdad, no tengo un solo amigo o familiar que nos aliente a volver. Y tienen razón”.
El camino hacia las Islas Canarias
Muchos años antes, en Ushuaia, Daniel Iriondo y su mujer, Julieta Acosta, tenían un buen pasar, pero la ausencia de sol y verano, sumado a la monotonía del trabajo, cada año pesaban más. La aflicción llegó a su extremo en el 2016, cuando ambos quedaron desempleados. “¿Nos quedamos en casa o nos vamos?”, emigrar, de pronto, surgió como una posibilidad definitiva: “Comenzamos a filtrar destinos con buen clima, cerca del mar, buenos servicios, compatibilidad de idioma y costumbres, economía sana, y seguridad, aunque es justo decir que Ushuaia se destaca bastante en este último y también en algunos otros puntos”.
Fue así que, en las siguientes vacaciones orientadas a los destinos seleccionados, las Islas Canarias, su clima y sus sonrisas, fueron las elegidas. Irse, sin embargo, fue doloroso. Cuando partieron de Ezeiza, Daniel ya había cumplido los 60 años.
Calidad de vida y dificultades en las Islas Canarias
A primera vista, Daniel sabía que las Islas Canarias, un archipiélago y región autónoma española, tal vez no impactan como el Caribe o Ibiza, pero algo en ellas lo habían conquistado. Sin el glamour característico de algunos destinos del Mediterráneo, la isla de Gran Canaria – lugar de residencia del matrimonio – se presentó más agreste y rústica.
“Esta zona es bastante poblada y cuenta con mayor infraestructura. La isla es volcánica, seca y desértica en sus costas, y más húmeda y verde en sus cumbres montañosas. Me sigue sorprendiendo la variedad de paisajes”, observa.
Sin dudas, y por sobre todo, Julieta y Daniel habían llegado a las islas tras la búsqueda de una mejor calidad de vida. Para ellos, esto representaba un conjunto de ideas claras a la distancia, pero cuyas líneas se difuminaron al observarlas desde la cercanía.
“Desde el punto de vista argentino la calidad de vida acá es muy buena, todo funciona, todo está limpio y se mantiene, es muy seguro y tranquilo, y el clima es insuperable. Para los locales, en cambio, es distinto: se sienten y son tratados como el último orejón del tarro español. No obstante, reciben muchos subsidios, no hay IVA, los pasajes aéreos y marítimos entre islas, o a la península, están subsidiados en un 75% para los residentes y el transporte de carga marítimo en un 90% para la producción canaria”, explica. “Las oportunidades laborales se reducen a puestos vinculados con el turismo o el comercio. Prácticamente no hay industrias. Encontrar un trabajo de calidad o para profesionales no es tarea fácil”.
En el desafío de mantenerse, en junio de 2017, el matrimonio compró un fondo de comercio de una cafetería y bar en una buena zona comercial de la ciudad de Las Palmas, negocio que no prosperó como esperaban, ya que traía problemas de trasfondo que desconocían. Una vez más, volvieron a empezar, algo que lograron con mucho esfuerzo. Entonces llegó la pandemia y, en un ambiente enrarecido, el sentimiento de nostalgia afloró con fuerza.
El regreso a la Argentina: “¿Tan difícil es dejar la soberbia?”
Hoy, en su camino de luces y sombras, Daniel tiene la convicción de que fracasar es no intentarlo y que cada nueva experiencia siempre va acompañada de grandes enseñanzas.
“En esta travesía de migrar aprendí que viajar te abre la cabeza, te hace comprender que hay mil formas distintas de hacer lo mismo, muchas veces mejores que las que conocemos. Entendí hasta qué punto los países serios y medianamente serios tienen reglas que la inmensa mayoría respeta y hace respetar”, continúa. “Sin embargo, aprendí que tener amigos y familia cerca, al alcance de un abrazo, compensa muchas de las carencias que buscamos reemplazar yéndonos a un `mejor lugar´. Comprendí que las cosas no son tan fáciles afuera, sobre todo para un tipo de cierta edad como yo, quizás a los 20 o 30 no solo tenés más oportunidades por la edad, sino que sos más flexible”.
“Pero, gracias a mi destierro, entendí que me encantaría volver a vivir en Argentina. Cada día leo los diarios buscando alguna noticia alentadora que me empuje a decidirlo, pero la verdad es que pasa lo opuesto: ola en aumento, inseguridad, desocupación, pobreza creciente, economía colapsada, inflación, corrupción política, impunidad... ni una buena noticia. ¿Tan difícil es dejar la soberbia y preguntarles a otros cómo hicieron? ¿Acaso no podemos tomar de cada nación lo bueno y aplicarlo? ¿Qué estamos esperando?”, reflexiona el argentino.
A pesar de todo, Daniel y Julieta tienen pasaje para julio sin regreso a Europa. Nada bueno llega a sus oídos, pero no pierden las esperanzas de que algo los anime a quedarse definitivamente: “Se extraña mucho, iremos a mirar qué pasa, pero temo que lo más probable es que nos volvamos a España”.
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Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com .
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