Hace dos décadas, fue la escena de un crimen que conmocionó al país
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Impacta observar el escenario del crimen donde asesinaron a María Marta García Belsunce. Pese a las reformas, por dentro y por fuera, la casa del country Carmel no consigue borrar las huellas de un pasado aterrador: allí ocurrió el homicidio que conmocionó al país y que, increíblemente, continúa sin culpables.
Hoy, veinte años después, en pleno proceso judicial que pretende determinar quién fue el autor del crimen, el imputado Nicolás Pachelo participó de una inspección encabezada por los jueces Federico Ecke, Osvaldo Rossi y Esteban Andrejin, los magistrados del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N° 4 de San Isidro que lo juzgan desde el 13 de julio pasado.
En el frente de la casa, el piso donde se estacionan los autos ya no es de piedras sueltas que delataban la llegada de un visitante al chalet: fue reconstruido y ahora está cubierto por firmes adoquines. A pasos de ahí, siempre en el exterior, el pozo ciego -que en su momento resultó clave- ya no existe. Allí se había encontrado el famoso “pituto” que terminó siendo uno de los seis proyectiles del revólver calibre 32 con el que ejecutaron a quemarropa a la socióloga. Hoy la vivienda tiene cloacas, como todas las del barrio privado.
Vale recordar que el fiscal de entonces, Diego Molina Pico, no ordenó de inmediato la autopsia como correspondía. El asesinato ocurrió el 27 de octubre de 2002 y el funcionario recién pidió la exhumación del cadáver el 2 de diciembre, 36 días más tarde, solo porque se produjo el hallazgo del referido “pituto”. Durante la necropsia se encontraron otros cinco plomos en el cráneo de la víctima, lo que terminó provocando una verdadera revolución en la causa.
Molina Pico apuntó su investigación hacia la familia de la víctima, lo que provocó tiempo después varias detenciones, entre ellas las de dos hermanos de María Marta, Horacio García Belsunce y Juan Hurtig (quien, con sus dudas sobre la muerte de su hermana, ayudó a revolver el pozo ciego y halló el “pituto” con sus propias manos), y también su cuñado, Guillermo Bártoli, marido de Irene Hurtig, hermana de la socióloga asesinada.
Luego estos fueron liberados y sobreseídos, pero la peor parte la sufrió el viudo, Carlos Carrascosa, que enfrentó, como principal sospechoso, más de siete años en la cárcel. Primero fue acusado de encubridor, luego de ser el autor del crimen de su mujer, y finalmente terminó sobreseído.
La casa del horror hoy, por dentro
La recorrida por la casa nos impone ver la famosa bañera donde María Marta apareció semisumergida. La grifería donde, al principio, se dijo que podría haberse golpeado cuando se habló de un accidente doméstico fue renovada. Tampoco está el escalón previo a la bañera con el que también se especuló que podría haber tropezado. Ahora el baño tiene un ventanal que da al exterior y no parece tan lúgubre como entonces.
El cuarto del primer piso que compartían Carlos Carrascosa y María Marta si bien tiene modificaciones, luce parecido. Ya no están aquellas mesitas de luz con la imagen de una virgen en la del viudo, tampoco los retratos de sus sobrinos como otrora, obviamente, pero sí permanece en la antesala el atizador con el que se especuló que la víctima llegó a defenderse.
Allí, sobre esa cama, intentaron reanimarla ambos médicos de emergencia que llegaron en ambulancias distintas con la ayuda de familiares, pero fue en vano. Nadie advirtió que tenía cinco municiones incrustadas en su cráneo. Hasta el fiscal de la causa, Diego Molina Pico, se hizo presente allí y no interrumpió lo que luego se convirtió en un velatorio, cuando la ley le imponía que lo hiciera y ordenara la autopsia.
Mientras tanto, siguieron llegando seres queridos, entre ellos la madre de María Marta, Luz María Galup Lanús junto a su esposo, el médico pediatra Constantino Hurtig. También irrumpió en escena el padre de la víctima, el abogado Horacio García Belsunce.
A ese dormitorio se llega a través de la escalera por la que María Marta habría intentado huir escapando de su asesino. De hecho, en la bañera se la encontró con las zapatillas puestas, detalle clave que analizaron sus íntimos, ya que lo primero que ella hacía al llegar a su casa era quitárselas, más luego de regresar a su casa en bicicleta bajo la lluvia, como había ocurrido esa tarde. Su hipótesis es que, al darse cuenta de que había extraños, la socióloga no se quitó el calzado para no perder tiempo.
También nos asomamos por la ventana de ese primer piso, igual que lo hiciera Carlos Carrascosa aquel fatídico día para pedirle ayuda a Beatriz Michelini, que llegaba a hacerle masajes a María Marta. Tuvo que acercarse acompañada por custodios del country, porque cuando llamaron desde la guardia para anunciar su visita nadie respondió en el hogar de los García Belsunce.
Ya no hay manchas de sangre en las paredes que conducen al primer piso, de donde se tomaron muestras que oportunamente cotejadas con el ADN de presuntos sospechosos sin arrojar resultados positivos.
En la planta baja, el living luce impecable, en condiciones muy similares a las de entonces. Si hasta sigue ahí la mesa donde Carlos Carrascosa solía jugar al bridge. La oficina-escritorio que ocupaba María Marta para atender sus ocupaciones como socióloga y como referente de Missing Children y Damas del Pilar, fue levemente reformada. Ahora la ocupa el nuevo dueño de casa, el abogado de Carlos Carrascosa, Gustavo Hechem, quien le compró la vivienda. Con esta operación, el viudo pudo acomodar su situación económica, que producto de siete años y meses de cárcel era para nada holgada, más bien bastante complicada.
El viudo en la casa del crimen
Hasta ahí, Carrascosa había vuelto a la vivienda solo para grabar testimonios para el documental de Netflix “Carmel: ¿Quién mató a María Marta?”. Luego volvió para disfrutar de algún asado, ya como invitado de su abogado. Pero en enero de 2022, por primera vez, volvió a dormir en lo que fue su hogar por tantos años y donde su mujer fue ejecutada. Lo hizo en un cuarto de la planta baja. Según su letrado, pudo descansar sin problemas. Hasta entonces, se resistía a regresar al Carmel porque le provocaba dolorosos recuerdos.
Hechem cuenta que Carrascosa era un fanático de los asados, pero que también le contó que mientras vivió allí no recuerda haber hecho más que uno. El abogado reformó la parrilla y la piscina, desmalezó gran parte del terreno e hizo con sus propias manos -y la ayuda de su hijo- una cancha de césped de fútbol 5 para disfrutar con sus amigos los fines de semana.
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