La arquitecta y dueña de casa se encontró ante el potencial de una construcción antigua que recicló y abrió a la luz para la vida en familia.
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La arquitecta Paula Varone buscaba un departamento o un PH para vivir con su hijo cuando encontró esta antigua casa chorizo, y al instante notó materiales nobles que podía rescatar: los pisos de pino tea y de calcáreos, la bovedilla tapada por un cielo raso de telgopor o la pared de ladrillos de barro, que ahora quedaron a la vista. Aunque no era lo que tenía en mente y la casa estaba inhabitable, la compró y tomó la dirección de la obra con un presupuesto discreto, proveedores de confianza y cuatro buenos albañiles.
Desde el comienzo, Paula pensó en un ambiente amplio e integrado donde pudieran pasar la mayor parte del día, y la decisión de no tener rejas forma parte de esa apertura. Por eso optó por una persiana metálica con cadena y, en el interior, persianas americanas de madera, en sintonía con el piso de pino tea.
“Puse la viga reticulada como refuerzo. Al principio la pintamos de blanco. Ahora, en negro, tiene cierto aire industrial equilibrado por la calidez de la madera”
Suite en planta baja
La madera llama la atención en los altísimos frentes de placard, un ejemplo de solución arquitectónica que también aporta a lo decorativo.
Espacios en primer piso
Uno de los grandes logros de Paula en su reforma fue la optimización de recursos. Las vigas que estaban en el techo de abajo se usaron en la planta alta.
“Me gustan los espacios minimalistas. Con tanta luz y salida a la terraza, el cuarto de la bebé no necesitaba mucho más”. En el descanso de la escalera se generó un espacio que aprovecharon para un playroom a la medida de las necesidades del hijo mayor de Paula.
"Fue un acierto reservar la planta alta para los cuartos de los chicos. Ahora, ese espacio es exclusivo para ellos".
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