Registro fotográfico de Alfredo Srur sobre una cárcel diferente, aunque parecida a todas las demás.

Prisión Vantaa (Helsinki, Finlandia)
Nací en Argentina, latinoamérica. la primera vez que entré en una prisión como investigador fue en 2001, en Cartagena, Colombia. En esa oportunidad, estuve durante una semana fotografiando una cárcel de mujeres.
Durante 15 años seguí la historia de Carlos (con el ensayo Heridas), argentino, que estuvo preso más de la mitad de su vida. De las reiteradas visitas a los distintos penales en Buenos Aires, durante más de una década, pude intentar comprender lo que significa, en la profundidad de su significado, el encierro.

En 2006 fui a Helsinki, Finlandia. Mi hermano vivía allí. Había escuchado de la existencia de prisiones que ofrecían condiciones más prósperas para la rehabilitación social.

La prisión Vantaa se creó en marzo de 2002 con un decreto gubernamental y se abrió oficialmente el 12 de junio de ese mismo año. Hay talleres de arte, carpintería y musicoterapia; grupos de meditación; sala de computación; acupuntura y biblioteca en tres idiomas. Cada celda normalmente tiene capacidad para uno o dos prisioneros. Están equipadas con un armario, un escritorio, una cama y una silla, su propio baño con ducha, televisor y, en vez de rejas, tiene vidrios blindados, creando un ambiente casi quirúrgico. Hay salones para las visitas de los internos equipados con heladera, sillones, televisor y cama, entre otras comodidades.

Por otro lado, hay celdas de castigo, en caso de algún acto de violencia, que tienen en su techo una cámara que graba al interno 24 horas al día para evitar que se autoflagele. Dentro de la prisión, hay un hospital psiquiátrico con cama para 14 hombres y una mujer, que reside aislada de los detenidos masculinos. La prisión Vantaa tiene espacio para 158 internos, 139 masculinos y 19 femeninos. En 2005 se contabilizaban 233 personas detenidas. Los internos y los guardias del servicio penitenciario comparten la comida todos los días.

Visité la prisión Vantaa en agosto de 2006 con el fin de hacer un registro fotográfico. A pesar del confort, sentí un ahogo similar al que puede sentirse en cualquier prisión. De vuelta en casa, con el objetivo cumplido, empecé a investigar la estadística carcelaria en Argentina y Finlandia. Hubo un dato que me llamó la atención: la reincidencia de alguien que estuvo preso y consiguió su libertad es muy parecida aquí y allá, entre el 60% y el 70%. Desde entonces, me resuena la misma pregunta: ¿funciona el sistema carcelario como rehabilitador social?

Alfredo Srur comenzó con la fotografía en 1997. Trabajó como fotógrafo para editoriales durante 15 años. Se dedicó, en paralelo, a colaborar en los medios, a realizar ensayos fotográficos y audiovisuales de larga duración, y algunas piezas más cortas, pero viviendo en el territorio retratado. Algunos de sus trabajos expuestos son: Familias (1999/2001), Retrato de la Hiena Barrios (1999/2001), Geovany no quiere ser Rambo (2001), Heridas (2002/2014), Ciudades del Este (2008) y Zona Sur (2009/2014).

Alfredo Srur es director de CIFHA (Centro de Investigación Fotográfico Histórico Argentino), donde se investigan acervos fotográficos desde el siglo XIX hasta nuestros días. Actualmente se encuentra preparando en la muestra Espejos de plata: Olds & Srur, donde interviene y fotografía el archivo de negativos de vidrio de uno de los maestros de la fotografía argentina de inicios del siglo XX, Harry Grant Olds.
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