Recrear placeres y descubrir un mundo
Fue para un cumpleaños. Parado junto al voluminoso paquete, envuelto con moño y todo, el hombre era consciente de las dudas que lo asaltaban. Pero también sentía que en ese mismo instante en el que ponía cara de sorpresa –aunque supiera hasta el más mínimo detalle lo que había dentro de la caja– llegaba el momento de recrear viejos placeres y descubrir, sobre todo descubrir, un nuevo mundo.
Las dudas nacían del escollo que había representado hacer saber entre su familia –con delicadeza, eso sí– que para su cumpleaños iba a pedir un electrodoméstico de regalo.
Al aparato lo había descubierto dos o tres años atrás cenando en la casa de un amigo. Alejandro había invitado a toda la barra a una noche de picada y PlayStation en su nuevo departamento de reciente separado. A la hora del café, ofreció: "Tengo ristretto, dolce, luongo o descafeinado". Los muchachos –básicos, como buenos pibes de barrio, según dicen ellas– intercambiaron nerviosas miradas y ahí nomás empezaron las chanzas sobre la relación de su nuevo estado civil con la toallita bordada en el baño y los sahumerios en la mesita de luz del dueño de casa.
Pero a medida que el aroma a café comenzó a invadir el ambiente, uno a uno fue pasando por la cocina. "¿Y cómo funciona este aparatito, che? ¿Ah... es italiano? Con razón es tan lindo. Los tanos son unos capos del diseño, ¿no? Ah, es suizo... ¿Y la capsulita, dónde cae? ¿Y este tubo negro es el batidor de leche? ¿Te hace espuma fría o caliente; dale, no jodas?" En resumen, todos maravillados. Tan maravillados que hubo una segunda vuelta de café.
A los pocos días, para su sorpresa, el hombre se descubrió buscando un local determinado en Unicenter para averiguar más. Un tiempo después podía recitar casi de memoria los modelos de cafetera y características de diferentes blends, con la misma facilidad con la que repetía la formación del 86 que ganó el Mundial en México.
Hoy sabe que el modelo Pixie Stainless Steel tiene un tiempo de calentamiento de 25 a 30 segundos, o que la Lattissima Passion Red tiene una función automática para el enjuague del contenedor de leche.
En el camino aprendió que el tubo negro que bate la leche y la calienta se llama aeroccino y que para su gusto, el ristretto, con dos toques largos, se asemeja bastante a la perfección. Así, sin azúcar ni edulcorante. Para media tarde prefiere el arpeggio y cuando quiere sorprender a un invitado, se inclina por el indriya from India.
No es poco para quien hasta no hace mucho se empeña en llamar Blockbuster a los locales de Starbucks. Y ahora, dice, va por más.